La cantante ganadora del Grammy, Selena Quintanilla-Pérez murió en 1995, a los 23 años en un Days Inn de Corpus Christi, Texas, del disparo en la espalda de la presidenta de su primer club de fans. Su quinto álbum, Dreaming of you, que no alcanzó a concluir, llegó a la cima de la lista Billboard 200 tres meses después.
Puede decirse que Selena, una artista que grabó sobre todo música tejana —una fusión regional de corridos, mariachi y polka con raíces en el sur de Texas— y que murió al borde de alcanzar mayor éxito, es tan popular en 2020 como en cualquier momento de su vida. En su primer éxito, “Como la flor” (1992), se compara con una flor que se marchita. Pero en los más de 25 años después de su muerte, los seguidores de Selena florecen y florecen y florecen.
Drake viste una camiseta con su rostro pintado en aerógrafo. Cardi B hace covers de sus canciones. Beyoncé se proclama fan. En el centro de Corpus Christi hay una estatua de tamaño natural de Selena en bronce, vestida con un bustier y botas de motociclista, un atuendo muy parecido al que a veces se exhibe en el Smithsonian.
El estilo insignia de Selena –fleco largo, labios rojos, cejas arqueadas— es tan arquetípico como el aspecto de otros monónimos pop, como el Elvis delgado, Prince Purple Rain, o Madonna rubia ambición. Este año, MAC Cosmetics anunció su segunda colección inspirada en Selena. Los artículos del lanzamiento se agotaron en un minuto.
El viernes 4 de diciembre Netflix estrenó la primera parte de
Selena: la serie, nueve episodios —de 18 planeados— que siguen la carrera de la cantante en su gira en autobús. Se trata de un show amable, hecho a medida de los ritmos de una dramedia familiar que lleva a Selena (Madison Taylor Baez es Selena de niña y Christian Serratos de joven) de baladista infantil a deslumbrante ídolo pop. Al ofrecer detalles íntimos de su niñez y vida familiar, la serie presenta a Selena tanto como una típica chica estadounidense que como superestrella nata.
“No es un documental”, dijo alegremente Suzette Quintanilla, la hermana de Selena y productora ejecutiva. “Está salpicado con un poquito de diamantina”.
La carrera de Selena fue fulgurante y fugaz, como las estrellitas de una luz de bengala. Nacida en Lake Jackson, Texas en 1971 en una familia de padres mexicoestadounidenses de segunda generación, (su madre, Marcella Quintanilla también tiene antepasados nativos estadounidenses), Selena fue la menor de tres hijos. En 1981, ella y sus hermanos, Suzette y A.B. Quintanilla, comenzaron a presentarse en el restaurante de sus papás como Selena y los Dinos. Selena aprendió español fonéticamente para cantar música texana. La banda lanzó su primer disco en 1984 y grabó con pequeñas productoras hasta que Emi Latin los fichó en 1989.
En 1992 Selena se fugó para casarse con Chris Perez, un exguitarrista de la banda. Se mudaron a una casa modesta de ladrillo junto a la casa de sus padres y su hermana y a dos propiedades de su hermano, quien escribió muchas de sus canciones. Consiguió algunos papeles de actuación, firmó para ser vocera de gaseosas y champú, abrió dos boutiques que vendían sus diseños de tachuelas. El 31 de marzo de 1995, cuando grababa su disco de crossover, fue asesinada por Yolanda Saldívar, una exenfermera que tenía antecedentes de malversación de fondos. Decenas de miles de seguidores visitaron su féretro durante un velorio de 12 horas en el centro de convenciones de Corpus Christi.
“Su muerte y su tragedia ayudaron a las comunidades latinx de los años noventa a comprender las tragedias que afectaban a sus propias vidas”, dijo Deborah Paredes, académica de estudios étnicos y autora del libro Selenidad: Selena, Latinos and the Performance of Memory. “Y la promesa de su vida también le dio a muchas comunidades latinx una forma de expresar claramente sus sueños”.
Jaime Dávila, productor ejecutivo de la serie, pasó su infancia en McAllen, Texas, escuchando las canciones de Selena en cumpleaños y bodas. “Su historia ha sido especial toda mi vida”, dijo en entrevista telefónica. Hace unos años, un colega le presentó a Suzette Quintanilla y acordaron colaborar en la historia de Selena.
La productora de Dávila, Campanario, luego propuso la serie a Francisco Ramos, vicepresidente de contenido de Netflix para América Latina. “Hicieron una propuesta muy muy buena”, recordó, “que fue, hagámoslo como una serie familiar, como si fuera una persona normal. Pero resulta ser Selena”.
Por supuesto, la biografía de Selena ya había sido llevada a la pantalla grande en una queridísima película de 1997 que lanzó la carrera de Jennifer Lopez, también autorizada por la familia. Pero esta versión –18 capítulos de unos 40 minutos cada uno— es más detallada y responde a algunas de las preguntas que los seguidores han ido acumulando con los años. “Como ‘¿Cómo pasó esto?’ o ‘¿cómo surgió esta canción?’”, dijo Quintanilla. Compartió anécdotas y objetos con los guionistas y creó una serie —con escenas de dificultades económicas y de hacer la compra con estampillas de ayuda del gobierno— que se siente menos “edulcorada” que la película, dijo.
Aún así, los guiones no abundan en ninguna de las batallas. Las tensiones se resuelven. Los obstáculos se derrumban. Los episodios insisten en el trabajo arduo, la lealtad familiar, el brillante don del talento de Selena. El programa se toma algunas libertades con los hechos y la cronología, admitió Dávila. “pero diría que las emociones son 100 por ciento auténticas, eso es lo que buscábamos”.
Los personajes de Selena y los Quintanilla tienden a ser más generales que los de muchos dramas de televisión por cable y emisión en continuo, lo que podría sugerir que Selena subestima la capacidad de los espectadores de tolerar los matices. O tal vez esta familia de verdad era simple en la devoción que se tenían sus miembros.
¿Es posible que Selena haya sido tan alegre y generosa y dueña de sí misma como parece en la interpretación de Serratos? ¿De verdad no tenía otro defecto que cambiarse de peinado demasiado a menudo?
Su hermana dijo que era bastante así. “A menos que la despertaras. Eso es probablemente lo más gruñona que la ibas a ver”.
Que la cultura popular actual favorezca a las chicas rebeldes no significa que la televisión deba ignorar a las chicas en apariencia obedientes como Selena. Pero por supuesto que era más que solo obediente.
“Hay una cualidad de estrellato que tal vez la gente tiene o no tiene”, dijo Serratos en una entrevista por Zoom. “Y si eso es verdad, entonces Selena lo tenía. No solo era hermosa, también era auténtica”.
“Estoy tan contenta, como mujer mexicoestadounidense, con la oportunidad de interpretar a una mujer mexicoestadounidense que me abrió la puerta”, agregó.
La serie, filmada en los Baja Studios en Rosarito, México, separa la diferencia biográfica entre lo extraordinario y lo ordinario. Donde la serie aprovecha el carisma y el fulgor de Serrato, los episodios subrayan la batalla diaria de los músicos de tocadas: ensayos, viajes, actuaciones frente a públicos pequeños y grandes y a meter de vuelta los instrumentos al autobús.
“Solo éramos una familia normal”, dijo Quintanilla. “La única diferencia verdaderamente es que nos juntamos para hacer música”.
El énfasis en lo cotidiano tiene otro propósito. La muerte prematura de Selena y el duelo de su público la redujeron a una iconografía particular: un rostro en aerógrafo, una chaqueta vacía. Las escenas de permanentes caseros y cenas familiares y las tonterías en el autobús de gira la reconstituyen como persona en lugar de presentarla como un símbolo trágico.
Selena: la serie negocia su identidad simultáneamente mexicoestadounidense y cien por ciento estadounidense. En una escena, el padre de Selena, Abraham Quintanilla, se opone a la imagen exotizada elegida para la portada de un disco. “¿Qué tiene de exótico Corpus Christi?”, se queja Abraham (interpretado por Ricardo Chavira), ante un ejecutivo de Emi. “Es una chica estadounidense que, sucede, sabe cantar en español”.
Aún así, sus raíces tejanas explican en parte el entusiasmo de Netflix por comercializar fuertemente la serie en inglés en México. “Es una gran superestrella en México, así como en gran parte de América Latina, y un motivo de orgullo incluso hoy”, dijo Ramos. Pero también sigue siendo idolatrada en Estados Unidos, y su historia brinda la oportunidad de hacer un programa en torno a una familia hispana, una rareza para la televisión, el streaming o las cadenas de cable estadounidenses.
“La gente no comprende a la comunidad latina en Estados Unidos”, dijo Dávila. “No nos entienden. Una de las razones es porque no nos ven en la pantalla”. Fundó Campanario y produjo Selena para ayudar a cambiar eso.
Suzette Quintanilla entiende de este modo la identidad cultural de su familia: “nuestros antepasados son de México pero nosotros nacimos y crecimos aquí como tercera generación en Estados Unidos y somos estadounidenses”, dijo. “Está bien aceptar ambos lados”.
Cada lado acepta a Selena. Artistas como J Balvin y Luis Fonsi hacen referencia a su música al igual que Katy Perry y Kacey Musgraves. Una nueva generación de seguidoras están descubriendo a Selena y se ven reflejadas en su música, su estilo y su legado, del mismo modo que sus madres hicieron una vez.
“Es como una herencia que dejamos”, dijo Paredes, la académica. “Sin importar la historia que Netflix se proponga contar, tendré mucha más curiosidad en escuchar cómo los seguidores van a interactuar con la serie”.
Una fan ya vio los primeros nueve episodios. “No voy a mentir, lloré”, dijo Suzette Quintanilla. “Pero me encantó”. Cree que a su hermana, que solía bromear que seguiría vistiendo sostenes con tachuelas a los cincuenta años, también le habría encantado. “Creo que probablemente sí”, dijo. “O sea, es la historia de nuestra vida”.