NUEVA YORK — Antes de que Ali Stagnitta, de 26 años, reportera de espectáculos que vive en Greenwich Village, asistiera a un retiro de fin de semana el mes pasado en las montañas de Catskill organizado por el club privado Soho House, tuvo que tener listas algunas cosas.
Un cubrebocas a la moda para la meditación en grupo: listo. Una buena chaqueta y guantes para pasar las noches alrededor de la fogata: listos. ¿Una exoneración de 1600 palabras que exime a Soho House de cualquier responsabilidad en caso de contagiarse de coronavirus durante la estancia de dos días en una cabañita enclavada en un espacio de 43 hectáreas? Firmada y enviada por correo electrónico.
“Es lo mismo que cuando te toman la temperatura”, afirmó Stagnitta. Además, comentó, cada grupo tenía su propia cabaña en la que preparaban y consumían sus alimentos.
Aparte, las actividades en grupo, que incluían caminatas y una clase de fotografía de la naturaleza, eran al aire libre y se mantiene una distancia social. También era requisito usar cubrebocas.
Pese a que las reuniones sociales están restringidas en numerosos estados, muchas personas siguen queriendo reunirse.
En esta época, las exoneraciones del coronavirus que deben regresarse junto con la confirmación de asistencia se están convirtiendo en una nueva norma para los eventos sociales, entre los que se encuentran las fiestas navideñas, los cumpleaños, las bodas, las fiestas de graduación, las celebraciones masivas e incluso las reuniones familiares.
Los anfitriones dicen que no quieren asumir ninguna responsabilidad jurídica en caso de que algún invitado se contagie en el evento, mientras que las empresas más grandes, como Soho House, mencionan que las exoneraciones son una ampliación de sus políticas existentes.
“No deseo correr ese riesgo”, señaló Andrea Adelstein, quien administra NYLux Events, una empresa de Manhattan que organiza bodas, bar mitzvahs y fiestas empresariales. Además de conseguir a los proveedores de alimentos y bebidas y a los floristas, su empresa envía exoneraciones del coronavirus para que los invitados a los eventos las firmen al llegar.
Adelstein también ha firmado varias exoneraciones. “No llevo la cuenta de cuántas he firmado”, comentó. “Entiendo por qué me piden que las firme”.
Por lo general, a los invitados no les importa firmarlas, sobre todo porque no creen que se vayan a contagiar.
“Si tengo que firmar una exoneración, no hay opción”, afirmó Karan Eschweiler, de 54 años, una administradora jubilada de una escuela pública de St. Charles, Misuri, quien firmó una exoneración antes de asistir el mes pasado al Busch Stadium para la celebración del centenario del natalicio de Stan Musial, la estrella de los Cardenales de San Luis que murió en 2013. “Lo que hago para divertirme es ir a los partidos de los Cardenales. Así que pensé que era una buena oportunidad para ir al estadio y hacer algo que tuviera que ver con los Cardenales”.
La celebración, programada para fines de noviembre, iba a consistir en un desfile al aire libre con música y pastelillos, pero, cuando aumentaron los casos de COVID-19 en la región, se convirtió en una fiesta de desfile de autos.
¿Qué piensan los tribunales?
Las exoneraciones del coronavirus, que surgieron a fines de la primavera pasada cuando se levantaron los confinamientos, varían mucho en alcance y extensión. Aunque muchas fueron redactadas por abogados, también se pueden encontrar plantillas en internet.
La mayoría pide que la persona que firma la exoneración reconozca los riesgos que implica asistir a una reunión social, acepte cumplir los protocolos gubernamentales de salud y seguridad, informe al anfitrión si la persona da positivo antes del evento y desista de entablar una demanda si la persona se llegara a contagiar en el evento.
“Para poder entrar al evento y usar las instalaciones, asumo el riesgo que implica asistir a este evento”, dice una exoneración de una empresa proveedora de alimentos y bebidas en Filadelfia.
La exoneración promete “eximir” a los organizadores, al anfitrión, a los propietarios del local y a la empresa organizadora del evento “de cualquier pérdida, daño y/o demanda por lesión, enfermedad o deceso que se deriven de la asistencia al evento”.
Sin embargo, no se sabe si las exoneraciones ofrecen protección jurídica o tienen validez en los tribunales.
“No los eximirá de toda la responsabilidad; no constituye una defensa contundente”, señaló Seta Accaoui, abogada en CMBG3, un bufete de abogados corporativos en Boston que se especializa en derecho de responsabilidad. “Los tribunales estudiarán las circunstancias y la situación que se están planteando. Querrán saber si los anfitriones tenían conocimiento del riesgo y qué hacían para implementar medidas de seguridad”.
No obstante, más vale que sobren y no que falten las medidas de precaución, lo cual se ha convertido en un lugar común durante la pandemia, Accaoui alienta a sus clientes a recurrir a exoneraciones.
Sin embargo, las exoneraciones son tan nuevas que ninguno de los abogados que entrevistamos para este artículo sabía de algún caso en que se hicieran valer. “La única manera de saber si una exoneración determinada tendrá efecto es que alguien entable una demanda que pase por todo el sistema jurídico y un juez o jurado tenga que tomar una decisión”, comentó Patrick Schoenburg, un abogado de Fresno, California, que se especializa en litigios que se derivan de enfermedades infecciosas.
Los aspectos jurídicos se vuelven más oscuros cuando el evento en cuestión transgrede las normas de distanciamiento social. “No podemos pedirle a alguien que renuncie a sus derechos si asiste a una fiesta donde no se respetan las restricciones impuestas por una ciudad o un estado”, señaló Schoenburg.
También advierte que las exoneraciones podrían resultar contraproducentes si un caso llega a los tribunales. “¿Qué va a pensar un jurado acerca de una persona que celebró una boda con cien personas y que, a sabiendas de que esto era algo peligroso, les pidió a todos que firmaran un contrato absurdo que descargó de internet?”, comentó.
Todos tienen exoneraciones
Por esas razones, Tom Ryan, abogado especializado en juicios de daños personales en Chandler, Arizona, ha advertido a los padres de familia de su vecindario que no firmen exoneraciones para las graduaciones, las fiestas de exalumnos ni los torneos de fútbol de sus hijos. Tal vez las exoneraciones brinden cierta protección para los anfitriones, comentó, pero no les ofrecen nada a los chicos ni a sus familiares.
Ryan mencionó que ha sabido de muchas fiestas y eventos en los que “todos tienen exoneraciones. Lo que significan es que ‘Puedo ser tan negligente como quiera, hacerte todo el daño que desee y no podrás demandarme’”.
Eso fue de lo que se dio cuenta Kiersten Clark, de 24 años, coordinadora mercantil de West Elm en Brooklyn, cuando, en noviembre, la invitaron a la boda de su primo en el centro de Florida, donde habría 150 personas. Mientras pensaba si asistir o no, se enteró que no pedirían usar cubrebocas ni realizarse pruebas de coronavirus. Luego supo de las exoneraciones.
“Mi primera y persistente reacción fue de enojo”, comentó Clark. “Sabían que había un riesgo muy alto de que alguien contrajera el virus, sobre todo si no se usaban cubrebocas, y que su egoísmo de querer celebrar la boda tendría consecuencias. Cuando supe sobre la exoneración, tomé la decisión de no ir”.
Después se enteró que dos familiares dieron positivo por coronavirus después de haber asistido a la boda.