La nueva política debe priorizar la generación de productos y servicios dentro del país en todo rubro donde sea posible y que el consumo se haga mayoritariamente a nivel local.
La actividad económica en América Latina ha venido cayendo como consecuencia de la pandemia del Coronavirus (COVID-19). La crisis de salud, que luego mutó a una crisis económica, con la consiguiente falta de empleos y empresas cerrando sus puertas, merece hacer una pausa y reflexionar sobre formas creativas de generar soluciones a la medida para nuestro país, para el corto, mediano y largo plazo.
Ante esta realidad, para mitigar las consecuencias que aún están en pleno desarrollo, se debería aplicar una política que incentive la producción nacional, para de esta forma contener la pérdida de empleos y el cierre de empresas en el futuro. Esto traerá grandes beneficios, donde se desarrollarán proveedores locales, se fortalecerá la economía del país, el dinero fluirá localmente, y se producirá mayor rentabilidad para las empresas en general.
Cuando se diseñó la política económica de Panamá, y en especial después de la década de los setentas, se basó en un modelo de apertura comercial, apalancándose en actividades relacionadas, principalmente, al giro canalero (el 80% del PIB panameño se genera entre las ciudades de Panamá y Colón) y al sector terciario, vía una plataforma de servicios internacionales. Sin embargo, en dicho diseño no se contempló la situación única que estamos viviendo debido a la pandemia mundial del COVID-19.
Pensamos que la nueva política debe priorizar la generación de productos y servicios dentro del país en todo rubro donde sea posible, y que el consumo se haga mayoritariamente a nivel local. La implementación de una política como esta limitará los riesgos asociados a las importaciones en el futuro. Entre estos se tienen: riesgo crediticio, incumplimiento de los bienes previstos, malentendidos sobre los derechos y obligaciones respectivas, transporte, riesgo cambiario (cuando aplique), legales y tributarios y eventos imprevistos.
No obstante, no todo el consumo se debe hacer localmente; existen compras que mejor seguirán siendo importadas, por lo menos al inicio. Se pueden implementar dos caminos, con una iniciativa progresiva en la que los proveedores locales desarrollan el potencial requerido. Lo que se busca es una iniciativa hacia la innovación y transformación, de apostar y correr riesgos para una seguridad y beneficio mayor. Se deberá tener un compromiso y un espíritu de una sociedad “en donde todos estamos juntos en esto”, para así poder cosechar los beneficios y asegurar el futuro del país.
Comprando a proveedores locales, las empresas participan en la creación de empleos, desarrollan la economía interna del país, contribuyen al incremento de las ventas de las empresas, generan impuestos, y fomentan las relaciones y confianza con los gobiernos locales o municipales, entre otros beneficios.
El Gobierno debe considerar esta estrategia para atender la situación, la cual, en caso de aplicarse, debe hacerse en estrecha coordinación con el sector productivo nacional con el objetivo de atender la situación inédita que vivimos de la forma más eficaz posible y, así, ayudar a la recuperación de la mayoría de los panameños.
Por último, vale destacar que es vital que nuestros países tengan una base de industrialización fuerte, la que, además de crear trabajos bien pagados y un aumento en la demanda de productos y servicios, contribuye en la generación de los impuestos necesarios para pagar las inversiones requeridas por los gobiernos para enfrentar la pandemia del COVID-19 y cualquier otra situación catastrófica de este tipo en el futuro.