Consiste en la realización de una serie de movimientos en solitario o de gestos de combate contra un adversario. Se considera que mejora la postura, fortalece el cuerpo y aumenta la flexibilidad de las articulaciones.
El taichí, bajo su nombre chino Taijiquan, fue inscrito a mediados de diciembre por la Unesco en su lista del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, un nuevo reconocimiento internacional de la civilización china después de la caligrafía (2009), la ópera de Pekín (2010) y la acupuntura (2010).
Arte marcial que existe desde hace siglos, el taichí fue originalmente diseñado para el campo de batalla pero, en la actualidad, se considera principalmente como una forma de ejercicio físico o gimnasia suave.
Es practicado por innumerables personas de todas las edades en China, sobre todo en las calles o en los parques, donde se les puede ver encadenar movimientos lentos y rápidos para mantener en forma el cuerpo y la mente.
Un profesor de taichí agarra delicadamente a su alumno, antes de enviarlo bruscamente al suelo. Al igual que ellos dos, los chinos están “orgullosos” de la inscripción de este arte marcial en el Patrimonio Mundial.
“Es muy gratificante que nuestra cultura pueda ayudar a que la gente de todo el mundo esté en mejor forma”, dijo a AFP Wang Zhanjun, de 47 años, en su sala de entrenamiento en las afueras de la plaza de Tiananmen en Pekín.
“Estoy muy contento”, subrayó, junto a sus cuatro alumnos, este imponente hombre con la cabeza rapada, multimedallista del taichí, que enseñó sus técnicas al actor Jet Li, estrella de las películas de acción.
El taichí consiste en la realización de una serie de movimientos en solitario o de gestos de combate contra un adversario.
Se considera que mejora la postura, fortalece el cuerpo y aumenta la flexibilidad de las articulaciones.
El taichí “hace a sus practicantes más guapos y a sus practicantes más bellas”, asegura sonriendo Wang Zhanjun. Un beneficio, según él, debido a la práctica deportiva, pero también al hecho de poder gestionar mejor su respiración y así aumentar el contenido de oxígeno de la sangre.
– Un arte feudal –
El taichí sufrió durante la Revolución Cultural (1966-1976), cuando los maestros eran perseguidos, acusados de propagar un arte “feudal”. Una vez superado este período fue necesario resucitar la disciplina y volver a formar a profesores y practicantes.
“En los años 1980-1990, mi padre, un maestro de la disciplina, viajó a Japón, a Europa y especialmente a Francia para popularizar el taichí”, explica Wang Zhanjun. “El trabajo de la generación anterior está dando sus frutos, ya que ahora muchos extranjeros hacen el camino inverso y vienen [a China] a aprender”.
El taichí no es una disciplina uniforme. Cuenta con varias “escuelas”, a menudo identificadas por el nombre de un clan y cuyas prácticas difieren.
En occidente, el estilo Yang, con sus gestos circulares y lentos, es generalmente el más popular.
El de la escuela Chen, que practica Wang Zhanjun, comprende movimientos más dinámicos, más marcados por la parte combatiente del taichí. A estos se les pueden añadir el uso de armas como espadas, palos o puñales.
Se organizan numerosas competiciones de taichí pero, por el momento –tal vez debido a la dificultad de unificar sus diferentes estilos–, no es reconocido como disciplina olímpica.
No obstante, podría ser útil contra el covid-19, asegura Wang Zhanjun. “La práctica del taichí permite reforzar nuestra constitución física, nuestra inmunidad y nuestra capacidad cardiopulmonar”, subraya. “Obviamente es beneficioso para lucha contra el covid-19”, afirma.