Melania Trump, quien partirá de Washington el día de la investidura presidencial de Biden, será recordada como una primera dama que llegó tarde a la Casa Blanca y se fue de manera prematura.
Melania Knauss Trump llegó a su papel de primera dama de Estados Unidos como un enigma. Nadie sabía el modo en el que la exmodelo eslovena, que se convirtió en la tercera esposa de Donald J. Trump, se adaptaría a un cargo que Michelle Obama redefinió.
Incluso, cuando el esposo de Melania Trump ignoró las tradiciones de sus antecesores, ella al principio intentó seguir los pasos de sus predecesoras luego de llegar a Washington procedente de Nueva York meses después que el presidente: contrató personal, habló sobre el cuidado infantil en su calidad de madre de un hijo joven y encontró causas que apoyar mientras que la atención que recibía solía ser por los atuendos de diseñador que llevaba en sus apariciones en público.
Pero al correr los años sus esfuerzos perdieron empuje, perjudicados por una serie de espectáculos propiciados por su esposo y también por los desastres de relaciones públicas que ella misma causó y la hostilidad que sintió por parte de los medios. Como el presidente, empezó a prestar menos atención a las cortesías tradicionales: tal vez el episodio más memorable de este desinterés haya sido cuando se difundió un audio en el que decía, de manera soez, que no soportaba las decoraciones de Navidad de la Casa Blanca.
En un estado que los funcionarios de la Casa Blanca calificaron de sorpresa tras la elección de noviembre de 2020, la primera dama se unió a su esposo al insistir en que en realidad él había ganado. Pero para el Año Nuevo ya estaba buscando casa en Florida y cuando una turba atacó el Capitolio y las falsas acusaciones del presidente al final fueron acalladas, ella ya se encontraba emocionalmente muy ausente.
No se puso en contacto con la primera dama entrante, Jill Biden, para coordinar los asuntos de la transición ni hizo esfuerzo alguno por ofrecerle un recorrido de la Casa Blanca, tal como acostumbran las primeras damas salientes. En lugar de ello, Melania Trump se concentró en empacar la Casa Blanca incluso cuando su marido intentó detener el tiempo.
Luego de soportar cuatro años de revuelo —informes de la infidelidad de su esposo, un problema renal que requirió hospitalización y rumores jamás comprobados de que no vivía en la Casa Blanca— lo que fue más memorable al final es cuán distinta parecía Melania Trump de su marido y cuán parecida a él resultó ser.
La semana pasada, cuando el país se tambaleaba tras los disturbios en el Capitolio, Trump utilizó su plataforma en parte para la venganza.
Lamentó los chismes que se habían propagado sobre ella, lo que confundió a la mayoría, que no comprendió a qué se refería. Resultó que aludía a Stephanie Winston Wolkoff, una excolaboradora que publicó un libro de memorias poco favorecedor sobre su relación y quien difundió grabaciones de sus conversaciones.
Winston Wolkoff había escrito una columna de opinión en la que denunciaba a Trump luego del disturbio del 6 de enero, un artículo en el que casi nadie había reparado hasta que ella llamó la atención sobre él. Como primera dama, Trump emitió más comunicados sobre Winston Wolkoff que casi sobre cualquier otro tema.
Una vocera de Melania Trump no respondió el martes a las preguntas que se le hicieron.
“Me parece vergonzoso que, en torno a estos trágicos eventos haya habido chismes procaces, ataques personales injustificados y acusaciones falsas y engañosas hacia mí, por parte de personas que tienen una agenda y que buscan ser relevantes”, escribió Melania Trump en un comunicado publicado en el sitio oficial de la Casa Blanca.
El lunes, el tono de Melania Trump había cambiado en un video que sería de despedida. Promovió su ejercicio de primera dama y la plataforma que creó, Be Best, y volvió a pedir una vez más al resto del país que defendiera los mismos ideales que su esposo ha ignorado durante cuatro años.
“Utilicen cada oportunidad para mostrar consideración a las otras personas”, dijo Trump. “Pido a todos los estadounidenses ser embajadores de Be Best en cada oportunidad que tengan. Que se enfoquen en lo que nos une, que se eleven por encima de lo que nos divide, que siempre elijan el amor por sobre el odio, la paz sobre la violencia y a los otros por encima de ustedes mismos”.
Los amigos de la primera dama dicen que es mejor persona de lo que el país pudo percibir, que en ocasiones intentó —sin lograrlo— ser una influencia moderadora para su esposo y que le molestó cómo manejó los últimos meses de la pareja en la Casa Blanca.
“Melania es y seguirá siendo la más popular de los Trump”, dijo en una entrevista Kellyanne Conway, la exasesora del presidente. “Empleará su plataforma para el bien de los demás. Como primera dama estuvo completamente comprometida, pero no estuvo sobrexpuesta. Sigue habiendo curiosidad y misterio en torno a ella”.
Públicamente, no obstante, ha mostrado un lado que los críticos consideraron cruel de un modo frustrante y, como su marido, dramáticamente autocomplaciente. En 2018, al volver de una visita a una ciudad fronteriza en Texas donde tuvo un encuentro con niños migrantes detenidos, Melania Trump hizo su declaración de moda más explícita al llevar una casaca con una frase estampada en la espalda: “Realmente no me importa ¿y a ti?”.
Meses después, Trump trató de justificar su elección en una entrevista, solo para decir que ella era “la persona más acosada del mundo” durante un viaje lleno de errores a África. Su reputación nunca se recuperó de ese episodio. Si bien en varios momentos de la presidencia de su esposo, Melania Trump gozó de índices de popularidad más altos que él, estos estallidos de popularidad nunca fueron muy duraderos.
“Creo que nunca surgió de la sombra de su esposo por varias razones”, dijo Katherine Jellison, profesora de historia en la Universidad de Ohio que estudia a las primeras damas. “Las ocasiones en que intentó definir una identidad más independiente de él simplemente no parecieron tener poder de permanencia”.
Trump jamás se sintió cómoda en Washington, dijeron quienes la conocen y eso se notaba. Comenzó la presidencia temerosa de los riesgos de seguridad personal que implicaba, dijeron sus amigos, y así fue como definió su relación con el pueblo estadounidense. Los esfuerzos para contratar a su personal al principio fueron tensos; consideró brevemente que Kayleigh McEnany fuera su vocera, pero a Melania Trump no le caía bien, dijeron en su momento los funcionarios del gobierno.
En lugar de forjar relaciones duraderas en Washington, Trump siempre pareció percibir que su estatus era temporal y la mudanza solo le agradó en tanto hizo feliz a su hijo adolescente Barron, dijeron amigos de la familia.
“Creo que fue una primera dama reticente y que lo hizo por su esposo”, dijo el publicista de sociedad R. Couri Hay, conocido de Melania Trump en Nueva York, en entrevista. Luego de abandonar Washington, verán que será aún menos visible y estará menos disponible”.
Al final, si no es recordada por su distancia física y emocional, las contribuciones más duraderas de Melania Trump acaso hayan sido los cambios estéticos que supervisó en la Casa Blanca.
Las actualizaciones debían hacer que la vida en la residencia presidencial fuera más funcional para la primera familia y sus invitados, aunque no para los visitantes del público: una de sus decisiones fue grabar las bolas de boliche de la Casa Blanca con la frase: “La casa del presidente”.
En un mensaje publicado en el sitio web de la Casa Blanca el lunes, Melania Trump dijo que durante su tiempo en la Casa Blanca, ordenó la restauración de un ascensor, la reparación del papel tapiz en el comedor familiar y, en medio de la pandemia, la remodelación del Jardín de las Rosas.
Melania Trump seguirá empleando a una consejera de la Casa Blanca, Marcia Lee Kelly, para que la asista en la postpresidencia, pero, por ahora, está concentrada en encontrar un lugar adecuado para establecerse en la zona de Júpiter, Florida y Palm Beach, según personas con conocimiento de la búsqueda. Y su participación con la presidencia no ha concluido: se espera que colabore con el diseño de la biblioteca presidencial de Trump, mismo que el presidente ha descrito como un trabajo para su esposa y su hija mayor, Ivanka Trump.
Pero el miércoles, al abandonar Washington, Melania Trump corre el riesgo de ser recordada como la primera dama que llegó tarde a Washington y se fue de manera prematura, en todos sentidos.
“En el mejor de los casos es la primera dama reticente”, dijo Hay. “Francamente, creo que Estados Unidos solo debe dejarla ir”.
Katie Rogers reportó desde Washington y Maggie Haberman desde New York.
Katie Rogers es una corresponsal de la Casa Blanca en el buró de Washington, que cubre el impacto cultural del gobierno de Trump en la capital de la nación y otros lugares.
Maggie Haberman es corresponsal de la Casa Blanca. Se unió al Times en 2015 como corresponsal de campaña y fue parte del equipo que ganó un premio Pulitzer en 2018 por informar sobre los asesores del presidente Trump y sus conexiones con Rusia.