En Francia, 700.000 jóvenes podrían engrosar las filas del desempleo, sumándose a los 600.000 jóvenes que ya están en el paro, según una evaluación realizada por el Parlamento francés.
Hace más de dos meses que Matis Boussaïd, un estudiante universitario de 19 años, decidió abandonar su carrera en ciencias sociales harto de los cursos en línea y la falta de interacción social a causa de la pandemia.
“Mis clases se resumían a leer 40 páginas al día y hacer una síntesis”, explica desencantado este joven, que como muchos en Francia ha decidido dejar la universidad debido a la suspensión de las clases presenciales para más de 2,7 millones de estudiantes por el covid-19.
“No había ningún tipo de interacción, las clases se volvieron cada vez menos interesantes, así que un día decidí parar todo. La situación era insostenible”, suspira encogiéndose de hombros.
Su empleo de medio tiempo en una cadena de supermercados, donde después de clases recepcionaba la mercancía y colocaba los diferentes productos en las estanterías, se ha convertido ahora en su actividad principal.
“El año próximo retomaré mis estudios, si termina la pandemia, pero mientras tanto prefiero trabajar para pagarme mi permiso de conducir y ahorrar un poco de dinero”, dice a la AFP mientras espera su autobús para ir al trabajo.
– “Generación sacrificada” –
Como Matis, 1 de cada 6 estudiantes franceses ha abandonado sus estudios universitarios desde el inicio de la crisis del nuevo coronavirus, según un informe parlamentario publicado en diciembre, dedicado al impacto de la pandemia sobre los niños y los jóvenes.
Con la actual crisis “los jóvenes sufren de inseguridad económica, aislamiento y una serie de rupturas escolares, emocionales y psicológicas”, apunta el documento realizado en base a cuatro meses de entrevistas con jóvenes de todas las clases sociales.
Es el caso de Anais, una joven parisina de 20 años, a la que tras varios meses siguiendo clases a través de una pantalla, semiconfinada en su diminuto apartamento de 21 m2 en París, le ganó el desgano.
“Me conecto una o dos veces por semana para seguir mis clases en videoconferencia, pero no sé si lograré terminar el semestre”, dice con el rostro demacrado y las ojeras marcadas por un insomnio recurrente.
Con un grupo de compañeros marchó el martes en París, en una gélida jornada, junto a otros cientos de estudiantes, pero también profesores, para denunciar los efectos devastadores de la pandemia en su cotidiano.
“Somos una nueva generación sacrificada”, estima la joven, que admite sentirse pesimista sobre su futuro.
En Francia, 700.000 jóvenes podrían engrosar las filas del desempleo, sumándose a los 600.000 jóvenes que ya están en el paro, según una evaluación realizada por el Parlamento francés.
– “Evitar una deserción masiva” –
Para aliviar las secuelas de la epidemia entre los jóvenes, el presidente Emmanuel Macron anunció la semana pasada una batería de medidas concretas para los universitarios impactados por la pandemia, que incluye el acceso a dos comidas al día por 1 euro y un sistema de asesoramiento psicológico gratuito.
Prometió además un pronto retorno a las clases presenciales, una vez por semana, con un aforo máximo de 20% de la capacidad por aula.
Pero para muchos estudiantes, sus promesas no bastan. “Lo que queremos es que los estudiantes tengan 50% clases presenciales y 50% a distancia”, señaló a la AFP Mélanie Luce, presidenta de la Unef, el principal sindicato de estudiantes en Francia, que participó en la manifestación en la capital francesa.
El objetivo “es evitar una deserción masiva. Confinados o no, los estudiantes necesitan ver a sus profesores”, argumentó Luce.
Un año después del inicio de la pandemia, más de 800 millones de estudiantes, equivalente a más de la mitad de la población mundial estudiantil, siguen enfrentándose a importantes trastornos en su educación, según la Unesco.
Para permitir un regreso seguro a la escuela, el organismo con sede en París ha pedido que los 100 millones de docentes del mundo tengan prioridad en las campañas de vacunación.