Es un sitio emblemático, con un importante valor histórico debido a que ha sido el núcleo de acontecimientos significativos de la vida nacional.
Visitar el parque Santa Ana es rendirle homenaje a la historia patria, porque ha sido escenario de importantes acontecimientos que han determinado nuestra identidad. Aunque es corto el recorrido por el lugar, permite imaginar ese pasado por recordar. Tiene innumerables memorias, que, con la voz y entusiasmo de los adultos mayores que están allí siempre, parecen más recientes.
El Parque Santa Ana está localizado en el corregimiento que lleva su mismo nombre, en honor al conde Santa Ana, quien vivía a un costado de la plaza y fue donante de la parroquia que alberga. Se encuentra en la Avenida Central, donde late el corazón del barrio.
Sus orígenes se relacionan a la fundación de la ciudad de Panamá. Al principio, era una plaza frente a una iglesia de madera que llevaba igual nombre. El espacio se utilizaba para mercado y celebraciones de fiestas tradicionales. Luego, en 1890, con la contribución de instituciones, negocios y ciudadanos, se adecuó e inauguró, ya con sócalos, verjas, bancas, ornamentos y plantas, para hacerlo bello y cómodo, que, según postales, así mismo quedó.
De acuerdo a la Revista Lotería, fue construida por Vicente Alfaro, bajo la dirección de José Gabriel Duque. Se encontraba en lo que llamaban el extramuro, es decir, fuera de la muralla que dividía a la alta sociedad de los más sencillos. Fue refugio de los más oprimidos.
En sus años mozos, era el punto de encuentro preferido para las tertulias de intelectuales. Se hacían retretas musicales en las que tocaba la Banda Republicana, Orquesta Sinfónica, Cuerpo de Bomberos y otras bandas. Habían bailes folklóricos y presentaciones de reinas. Se celebraban los sorteos de la lotería. También iban familias a pasear, personas a leer el periódico, a escuchar los conciertos o simplemente a disfrutar de su paz y naturaleza.
Al respecto, conversamos con la señora Chila, vecina del barrio, feligrés de la iglesia y billetera, quien señaló: “Hay costumbres bien bonitas, que, si se hacen nuevamente, ayudarían a que no se olvidara la historia”.
Era el centro de mítines y concentraciones de luchas sociales, nacionales y políticas. Tiene recuerdos de muchos momentos importantes de nuestro periodo departamental y republicano, entre estos, las protestas por el fusilamiento de Victoriano Lorenzo, Movimiento Inquilinario, invasión de los Estados Unidos, solo por mencionar algunas.
El señor Antonio, quien vende periódicos, señaló: “En esta misma calle, fueron agredidos Endara, Calderón y Ford, para el tiempo del noriegato, y se formó la “ponchera”.
Actualmente, al parque se le han efectuado mejoras en el piso, iluminación y paisajismo, pero no pierde su esencia. En la parte exterior, tiene monumentos, rótulos y mensajes tallados. En los últimos años, se adornaba de muy buen gusto para Navidad.
Por la pandemia, no está concurrido. Los periodiqueros, raspaderos, billeteros y ya escasos limpiabotas, esperan que evolucione la nueva normalidad. En los predios se guarecen personas mayores sin hogar, pero privilegiadas en memorias.
Como lo mejor, casi siempre está al final, esta no es la excepción. Al fondo del panorama, se observa la esperanza santanera, su siempre hermosa y tradicional iglesia de estilo colonial. Su construcción tomó 7 años, se consagró el 20 de enero de 1764 y hasta la fecha, adaptada a la situación de emergencia por el Covid-19, continúa su incansable labor.
Y así lo describió Demetrio Herrera Sevillano en uno de los versos del poema que dedicó al Parque Santa Ana: “Parque Santa Ana! Lírica bandeja donde exhibe el pobre su penalidad. Cromo de tertulias donde se festeja, donde se moteja sin perplejidad”.