La mayoría de los hermanos ahora no se andan peleando por migajas, en términos psicológicos la rivalidad fraternal tiene un fin en el desarrollo de los niños y las niñas: los ayuda a descubrir qué los hace únicos y especiales.
Las peleas a gritos entre hermanos podrían parecer más ruidosas y opresivas durante una pandemia cuando todos están confinados en casa, pero según Jeanine Vivona, profesora de psicología en el Colegio de Nueva Jersey que ha estudiado la rivalidad fraterna, “competir con los hermanos simplemente es un hecho de la vida. Y nosotros, como personas con hermanos y personas con hijos, solo podemos tratar de lidiar con eso de la mejor manera posible”.
El libro del Génesis contiene lo que Mark Ethan Feinberg llama las “historias fundacionales de la psique occidental”. Feinberg, experto en el comportamiento entre hermanos de la Universidad Estatal de Pensilvania, señala que, entre otras cosas, está repleto de historias de hermanos asesinos y envidiosos, como Caín y Abel y Jacob y Esaú. Además, esas narraciones despliegan “temas que los investigadores están explorando ahora: actos atroces, conflictos por el amor y los recursos parentales y la triangulación de los hijos en conflictos parentales”.
La rivalidad fraterna es tan abismal que hace cientos de años, cuando la tasa de mortalidad infantil era mucho más alta, los hijos menores de 5 años con hermanos casi contemporáneos tenían más probabilidades de morir. Estos decesos con mucha probabilidad “se debían a una mayor prevalencia de enfermedades infecciosas pediátricas en dichos hogares, a niveles menores de nutrición maternal y quizás a una competencia más general por la atención de los padres”, explicó Sarah Walters, profesora asociada de demografía en la Escuela de Higiene y Medicina Tropical, de Londres, y autora de un estudio sobre hermanos y acumulación de mortandad en la Bélgica del siglo XIX.
Aun así, los estudios observacionales han mostrado que hoy en día los conflictos entre hermanos pueden darse hasta ocho veces en una hora. Otras investigaciones han encontrado que las parejas de hermanas suelen ser las más cercanas y que las díadas con un hermano varón son las que presentan más conflictos. “El conflicto sí disminuye en la adolescencia; digamos que se nivela”, afirma Feinberg. “La infancia temprana y media son épocas especialmente difíciles en cuanto a agresión fraternal”.
Si bien la mayoría de los hermanos ahora no se andan peleando por migajas, en términos psicológicos la rivalidad fraternal tiene un fin en el desarrollo de los niños y las niñas: los ayuda a descubrir qué los hace únicos y especiales, lo que también se conoce como “diferenciación”. Los niños quieren que sus padres los consideren los más especiales, así que “siempre van a buscar que los prefieran” a sus hermanos, comentó Vivona. Pero también pueden dar forma a sus intereses y personalidad como respuesta a los deseos y habilidades de sus hermanos.
Por ejemplo, digamos que el hermano mayor es un as del fútbol. Entonces, tal vez el hermano menor evite el fútbol a toda costa, ya sea porque tema no ser tan bueno o porque tema quizá ser mejor, y tampoco quiere correr ese riesgo, dijo Vivona. O puede ser que ambos terminen en el equipo de fútbol, pero el mayor sea el que se lo toma más en serio y el menor intente ser el gracioso del equipo.
El que la rivalidad fraterna sea algo esperado no significa que no haya maneras de mitigarla. A continuación se presentan cinco sugerencias de expertos sobre cómo lidiar con las riñas entre hermanos.
Date cuenta de qué es lo que las detona. “Pon atención a qué es lo que normalmente pasa antes de que se detone el conflicto”, aconsejó Sally Beville Hunter, profesora asociada clínica de estudios de la infancia y la familia en la Universidad de Tennessee, campus Knoxville. Si tus hijos pelean cada vez que juegan videojuegos, por ejemplo, asegúrate de estar cerca cuando se pongan a jugar. Pon atención a las palabras o tono de voz que sean combativos y trata de intervenir antes de que la situación pase a mayores.
Ayúdalos a aprender a resolver conflictos. Una vez que los ánimos se hayan calmado, prueba sentarte con tus hijos y hacer que hablen del problema “sin acusar ni echar culpas”, aconsejó Feinberg. Dale a cada niño la oportunidad de hablar sin interrupciones y pídeles que piensen en soluciones para resolver el problema. Dijo que, a partir de los 6 años, los niños pueden “evaluar con cuáles de las soluciones propuestas todos salen ganando y cuáles tienen más probabilidad de funcionar y satisfacer a ambos con el tiempo”. También deberían aprender a volver a comentar los problemas cuando las soluciones elegidas ya no les funcionen.
Alábalos en público y castígalos en privado. Si tus hijos se están tratando bien en público, “alábalos haciendo mucho alboroto”, recomendó Hunter. Por ejemplo: “¡Qué bien que dejaste que tu hermana se subiera primero!”. Pero si los vas a criticar, intenta hacerlo sin que escuche el otro, porque este podría usarlo como arma: “¡Acuérdate que mamá dijo que no podías bajar brincando del sillón!”.
Intenta encontrar momentos en los que todos puedan unirse. Los temperamentos y personalidades de tus hijos pueden ser parecidos, o quizá no. Tal vez a ambos les guste bailar, o a uno le guste bailar y el otro solo quiera jugar ajedrez. Tal vez uno sea rígido y el otro es un espíritu libre. “Trata de encontrar actividades en común en las que todos puedan ser flexibles y que los hagan sentir conectados”, sugirió Vivona.
No temas elegir una actividad, como una noche de películas en familia, que pueda suponer un retraso absurdo mientras los niños se pelean por cuál ver. “Que sea muy tardado no debe hacerte perder de vista que es algo valioso”, mencionó. “La rivalidad la vas a vivir, eso es inevitable”. Pero, al final, todos estarán juntos disfrutando un momento en compañía y comiendo palomitas de maíz, y tus hijos aprenderán habilidades valiosas, como saber ceder. Aunque tengas que ver “Toy Story” por milésima vez.
No olvides que la pandemia es una época difícil para los niños. “Todos estamos pasando más tiempo en interiores juntos, sobre todo en el invierno”, dijo Hunter. “Creo que algunos de estos conflictos de verdad podrían resolverse diciéndoles a los niños que salieran y corrieran afuera de la casa”. A veces se ponen ansiosos si están encerrados, así que incluir un poco de actividad física, aunque sea una carrera de obstáculos en casa hecha con cojines de sofá, puede aligerar el humor.