Las dos principales demandas de los manifestantes son la creación de un calendario de reapertura de los espacios culturales y un “año en blanco” del estatuto laboral que regula las cotizaciones de los trabajadores del sector.
Una gran pancarta con el lema “Cultura sacrificada” decora el frontón del Teatro del Odéon de París, ocupado desde el 4 de marzo por trabajadores del mundo del espectáculo para denunciar la difícil situación del sector en Francia durante la pandemia.
Butacas, telones y altoparlantes de cines y teatros acumulan polvo desde noviembre y los focos de las salas duermen congelados. El sector tuvo apenas cinco meses de actividad tras el confinamiento de la primavera (boreal), una bocanada de aire antes de que las nuevas restricciones de otoño lo dejara en silencio.
Un año después de las primeras medidas del gobierno francés contra la pandemia, los artistas, técnicos y empleados del sector cultural ocupan el Teatro del Odéon, uno de los seis nacionales de país y ubicado junto a los Jardines de Luxemburgo en la margen izquierda del Sena, para reclamar su “derecho a trabajar”.
“Se permite viajar en tren en un espacio minúsculo y a nosotros nos impiden trabajar”, dice a la AFP uno de los ocupantes del teatro, el dramaturgo Emmanuel Meirieu.
Las dos principales demandas de los manifestantes son la creación de un calendario de reapertura de los espacios culturales y un “año en blanco” del estatuto laboral que regula las cotizaciones de los trabajadores del sector.
En Francia, los artistas y trabajadores del espectáculo necesitan trabajar 507 horas al año para poder percibir un seguro de desempleo que complete su sueldo.
El gobierno francés decretó en mayo de 2020 un “año en blanco” (que terminará a finales de agosto) para prolongar las indemnizaciones de estos trabajadores.
“No pedimos un trato de favor, luchamos por todos los trabajadores precarios”, como los de la hostelería y el turismo, también parados por las restricciones , explica Meirieu.
“Pedimos un año en blanco para todos”, añade una ocupante del teatro, Val Massadian, directora de cine.
Esta semana otros tres teatros han sido ocupados en Francia por las mismas reivindicaciones, a ejemplo del Odéon.
Según un estudio publicado en noviembre por el ministerio de Cultura, el sector reagrupa a 670.000 trabajadores en Francia y produce 47.000 millones de euros (56.000 millones de dólares), el 2,3% de la economía.
– Espacio mítico de ocupación –
“Ensayos entre las 14h y las 23h, no entrar en la sala”, reza un cartel en el pasillo del teatro. Mientras los ocupantes realizan sus asambleas o se manifiestan, el Odéon sigue vivo y una compañía ajena a este movimiento prepara una obra dramática en la sala principal.
Y cuando terminan los ensayos, los ocupantes del Odéon toman el escenario con sus sacos y mantas para dormir en el suelo. “No se duerme muy bien”, confiesa Meirieu.
Con sus lustrosos palcos y sus escaleras de mármol, este teatro inaugurado por la reina María Antonieta en 1782, luce su mejor cara en las noches de representación, pero para el día a día de una ocupación no es muy práctico: “Hay corrientes de aire, solo hay una ducha…”, enumera Pierre, otro de los ocupantes.
Sin embargo, esta no es la primera vez que el Teatro del Odéon se convierte en un lugar de protesta: ya fue uno de los símbolos de la contestación de mayo de 1968 en París, cuando fue transformado en un espacio de reflexión política, y de nuevo en 2016, contra una polémica reforma del código de trabajo.
“Porque, ante todo, es una institución pública, la paga el pueblo”, dice Emmanuel Meirieu.
Para Leandro, un joven pianista de tango, ocupar el edificio permite “dar visibilidad a otras luchas, no solo las del sector cultural”.
Todos los días se organiza en el exterior del teatro un ágora donde expresan sus reclamos otros colectivos de trabajadores como auxiliares de vuelo o empleados de la compañía de viajes turísticos TUI, que anunció en enero que despedirá a 601 de sus 900 trabajadores.
“Mandamos un mensaje desde el Odéon: ocupen, defiendan los servicios públicos, tiene que prender la mecha”, afirma de manera rotunda Emmanuel Meirieu.