Con su masivo plan de inversión para crear “millones de empleos”, y poco después de adoptar otro paquete de estímulo igualmente titánico, el presidente Joe Biden ha comenzado a lo grande sus primeras semanas al frente de Estados Unidos. Está obligado a hacerlo, ya que su estrecha ventana de acción podría cerrarse en 2022.
“Creo que sabe que su legado se escribirá en los próximos dos años, su legado como presidente, y está pensando en grande”, consideró el martes David Axelrod, exconsejero de Barack Obama.
La elección presidencial de 2020 dio la victoria a los Demócratas, junto a un comodín extra: el control mayoritario del Congreso, pero solo por un ajustado margen.
Y tanto en la Casa Blanca como en los pasillos del Capitolio, continúan todavía muy vivos los recuerdos de los últimos presidentes que, solo dos años después de llegar al poder, perdieron sus mayorías legislativas en las elecciones de mitad de mandato: Donald Trump en 2018, Barack Obama en 2010, George W. Bush en 2006 y Bill Clinton en 1994.
Ante ese riesgo, los mandatarios tienen fundamentalmente dos opciones: gobernar más desde el centro, buscando consenso al tiempo que protegen su mayoría, o apostarlo todo en un intento ambicioso por sacar adelante grandes reformas desde el principio, aun con el peligro de perder el control del Congreso.
A 19 meses de las elecciones de mitad de mandato en 2022, Biden ya ha dejado clara su apuesta: quiere avanzar rápidamente con ambiciosos planes para transformar Estados Unidos.
El tiempo apremia. Mientras Biden -que, con 78 años, es ya el presidente de Estados Unidos de mayor edad- afirma que pretende presentarse de nuevo en 2024, Axelrod cree que las posibilidades de que lo haga son “bastante remotas”, según dijo en el podcast Hacks on Tap, que presenta junto al republicano Mike Murphy.
– Dura oposición –
“Es grande, sí. Es audaz, sí. ¡Y podemos hacerlo!”.
Con ese tono determinado, Biden presentó el miércoles su plan para invertir 2 billones de dólares en infraestructuras estadounidenses durante los próximos ocho años, con el objetivo de crear “millones de empleos”, luchar contra el cambio climático y hacer frente a una China en ascenso.
Y el anuncio llegó apenas tres semanas después de que su gigante plan para estimular la mayor economía del mundo y hacer frente a la pandemia de covid-19 -de cerca de otros 2 billones de dólares-, se convirtiera en ley.
El potencial coste total de ambos planes podría superar el PIB de Alemania.
A Biden, que no es ningún extraño a los mecanismos del Congreso -donde pasó más de 35 años como senador-, le gusta mostrarse como un defensor de las negociaciones, con una mano siempre tendida al otro lado.
Pero la Casa Blanca ha dejado claro que no dudará en avanzar sin los Republicanos, en caso de que sea necesario.
A juzgar por las primeras reacciones de los conservadores, la oposición será fuerte.
El influyente líder republicano en el Senado, Mitch McConnell, prometió el jueves que luchará contra el plan de infraestructura “a cada paso”, argumentando que a Biden le falta mandato público para un paquete tan vasto.
– ‘El arte de lo posible’ –
Entonces, ¿cómo espera Biden aprobar su plan?
“La política electoral exitosa es el arte de lo posible”, afirmó Biden a los reporteros durante su primera conferencia de prensa, el 25 de marzo.
No será fácil.
Los Demócratas, con una estrecha mayoría en la Cámara de Representantes, solo pueden permitirse muy pocas deserciones. Pero la presidenta de la Cámara, Nancy Pelosi, una experimentada estratega, expresó su confianza en sacar adelante el plan a comienzos del verano boreal.
La aprobación en el Senado, sin embargo, será un desafío más complejo. Con una exigua mayoría, los demócratas no pueden permitirse ninguna deserción allí. Pero teniendo en cuenta el gran alcance y la complejidad del plan, las tensiones han emergido ya entre los centristas y los progresistas del partido.
– Contra la ‘maldición’ –
Las negociaciones de los Demócratas ocuparán gran parte de los próximos meses, siempre bajo la amenaza de los posibles costes en las elecciones de mitad de mandato de 2022.
Su esperanza, por ahora, es que una fuerte recuperación económica sumada al posible final de la pandemia les permita escapar de la “maldición” de las derrotas en este tipo de comicios.
“La mayor excepción para esa tendencia fueron las elecciones de mitad de mandato de 2002. Fueron justo después de los atentados del 11 de septiembre, una tragedia nacional que unió al país” y permitió a los Republicanos de Bush conseguir escaños, recordó Miles Coleman, politólogo de la Universidad de Virginia.
“¿Podrían Biden y los Demócratas evitar el habitual castigo de mitad de periodo? Sí”, agregó.
Aunque añadió rápidamente: “¿Deben contar con ello? Quizás no, especialmente considerando lo estrechas que son ahora las mayorías demócratas”.