Se pronostica que, para 2040, el valle de San Joaquín (California), pierda alrededor de al menos 217.000 hectáreas de producción agrícola, lo que representa más de una décima parte del área cultivada.
En la abundancia agrícola de Estados Unidos, ahora el agua es el producto más preciado de todos.
Eso explica por qué, en medio de una sequía de dimensiones históricas que afecta a gran parte del oeste de Estados Unidos, un productor de arroz de alta calidad para sushi ha llegado a la conclusión de que resulta un mejor negocio vender el agua que habría usado para cultivar el arroz que cultivarlo. O por qué un productor de melones ha dejado en barbecho una tercera parte de sus tierras. Y por qué un gran terrateniente un poco más al sur está pensando en colocar un panel solar en sus tierras en vez de plantar las almendras sedientas que durante años dieron ganancias constantes.
“Dan ganas de ponerse en el plan de decir: ‘¿Queremos rentabilizar el agua?’. No, no es así”, comentó Seth Fiack, un productor de arroz aquí en Ord Bend, en la ribera del río Sacramento, quien este año, prácticamente, no sembró arroz y, en cambio, vendió el agua que no usó a los afligidos productores más hacia el sur. “No es lo que quisiéramos hacer, pero es lo que nos vemos un poco obligados a hacer”.
Estas son algunas de las señales de una enorme transformación en todo el valle central de California, el cinturón agrícola más lucrativo del país, mientras enfrenta una sequía fuera de lo común y las consecuencias de los años en que se extrajo demasiada agua de sus mantos acuíferos. El nivel de los depósitos está bajando mucho en todo el estado y las redes eléctricas están en riesgo si las presas hidroeléctricas no captan el agua suficiente como para producir energía.
El cambio climático está potenciando esta escasez. Las temperaturas en aumento secan el suelo, lo cual, a su vez, puede empeorar las canículas. En fechas recientes, las temperaturas en algunas partes de California y la región del noroeste del Pacífico han estado alcanzando cifras récord.
Se pronostica que, para 2040, el valle de San Joaquín pierda alrededor de al menos 217.000 hectáreas de producción agrícola, lo que representa más de una décima parte del área cultivada.
Además, si la sequía continúa y no se puede hallar más agua, se prevé que casi el doble de esa cantidad de tierra se quede sin producir y se presenten posibles consecuencias terribles para el abasto de alimentos en el país. El sector agrícola de California con un valor de 50.000 millones de dólares suministra dos terceras partes de las frutas frescas y secas, y más de una tercera parte de las verduras del país: tomates, pistaches, uvas y fresas que abastecen los anaqueles de las tiendas de comestibles de costa a costa.
Ahora son evidentes los atisbos de ese futuro. Enormes tramos de tierra están en barbecho por falta de agua. Se están realizando nuevas valoraciones sobre qué cultivos sembrar, qué tanto y en dónde. Se están gastando millones de dólares en rellenar los acuíferos que se han explotado durante tanto tiempo.
“Cada vez que tenemos una sequía, vemos un pequeño indicio de lo que sucederá cada vez con mayor frecuencia en nuestro futuro climático”, señaló Morgan Levy, profesor especialista en políticas y ciencias del agua en la Universidad de California, campus San Diego.
Una decisión complicada para los productores de arroz
El fértil valle central de California comienza en el norte, donde nace el agua. En épocas normales, la lluvia de invierno y el deshielo de la primavera hacen crecer el río Sacramento y abastecen uno de los cinturones de arroz más importantes del país. En un año normal, los productores que están cerca del río Sacramento producen 200.000 hectáreas del arroz pegajoso de grano medio que es fundamental para el sushi. Alrededor de un 40 por ciento se exporta a Asia.
Sin embargo, esta no es una época normal. Hay menos nieve acumulada y, este año, mucho menos agua en los depósitos y los ríos que, a fin de cuentas, irrigan los campos, ofrecen sitios de desove para los peces y abastecen de agua potable a 39 millones de californianos.
Esa crisis les plantea a los productores de arroz en el valle de Sacramento, el cual conforma la región norte del valle central, una alternativa complicada: ¿deben plantar arroz con el agua que tienen, o, en vez de eso, ahorrarse todo el esfuerzo y el estrés, y vender el agua que tienen?
Fiack, un productor de arroz de segunda generación, optó por vender casi toda su agua.
Su campo de arroz de doce hectáreas se pone verde con el sol de junio y chupa el agua que sale de una válvula de boca ancha. Sus otras 200 hectáreas están sin vegetación y son de color marrón. Ha renunciado al agua que habría usado para cultivar arroz y la ha vendido a los agricultores de cultivos secos a cientos de kilómetros al sur, donde el agua es todavía más escasa.
A 575 dólares por acre-pie (un volumen de agua que tiene un acre de magnitud por un pie de profundidad que se usa en Estados Unidos), la ganancia es mayor a la que habría obtenido por cultivar arroz… y sin las preocupaciones. Es mejor “desde el punto de vista económico”, afirmó Fiack de manera categórica.
El arroz es mucho menos lucrativo que, digamos, las almendras y las nueces, es por eso que los campos de Fiack están rodeados de árboles de nueces e incluso él está incursionando en el cultivo de nueces. Pero los productores de arroz tienen una ventaja excepcional. Debido a que sus tierras han estado produciendo durante tanto tiempo, suelen tener prioridad de uso del agua que viene del río Sacramento, antes de que la dirijan hacia el sur por canales y túneles.
Además, a diferencia de los propietarios de árboles frutales y de nueces, cuya inversión se desvanecería en unas cuantas semanas por la falta de agua, los productores de arroz pueden dejar un campo en barbecho durante un año, e incluso dos. Esa flexibilidad es una ventaja en esta época del cambio climático en que el agua es variable. Los traslados del agua del arroz han sido una parte importante de la estrategia de California para afrontar las sequías.
Kim Gallagher, una productora de arroz de tercera de generación, dejó en barbecho solo el 15 por ciento de sus campos. Le preocupa cómo afectará esto a los molinos arroceros y a los pilotos fumigadores de cultivos que viven de la producción de arroz, sin mencionar a las aves que vienen a pasar el invierno en los campos anegados. “Estas son decisiones que tiene que tomar cada productor, qué puede barbechar y qué no”, señaló. “Todos tienen cifras distintas”.
A Fritz Durst, un productor de arroz de cuarta generación, le preocupa que los compradores de arroz de California lleguen a pensar que su región representa un proveedor inestable.
Durst también protegió su apuesta. Está cultivando arroz en alrededor del 60 por ciento de sus 213 hectáreas, lo que le permite vender el agua del río Sacramento que habría usado en el resto.
No obstante, en su opinión, existe un riesgo a largo plazo al vender demasiada agua con demasiada frecuencia. “También hay gente aquí a la que le preocupa que estemos sentando un precedente peligroso”, comentó. “Si empezamos a dejar que nuestra agua se vaya al sur del delta, esas personas van a decir: ‘Bueno, ustedes no necesitan esa agua. Ahora nos pertenece’”.