Angela Merkel descubrió el domingo la devastación “surrealista” provocada por las inundaciones en Europa del Oeste, que dejaron al menos 191 muertos en Alemania y Bélgica, con muchas personas todavía desaparecidas.
La canciller, con botas de montaña, tardó casi una hora en recorrer el pueblo de Schuld, cerca de Bonn, donde la crecida del río Ahr destruyó parte de la localidad.
Tanto expertos como políticos han culpado al calentamiento global y Merkel pidió el domingo un “gran esfuerzo” para acelerar las políticas climáticas.
Esta zona de Renania-Palatinado, en el suroeste de Alemania, fue una de las regiones más afectadas, con 112 de los 160 muertos del país. En Bélgica murieron 31 personas.
Mostrando su emoción en varias ocasiones, Merkel habló con los residentes que lo han perdido todo, en la que ya es la mayor catástrofe natural de la historia reciente de Alemania.
“Casi diría que a la lengua alemana le cuesta encontrar palabras para describir la devastación”, dijo.
De la mano de la líder regional Malu Dreyer, discapacitada por esclerosis múltiple, la canciller recorrió puentes derrumbados, casas destruidas y montañas de escombros llenas de barro.
Prometió que “el gobierno federal y las regiones actuarán juntos para restablecer gradualmente el orden” en las zonas devastadas.
El miércoles se presentará al consejo de ministros un paquete de ayuda de emergencia de al menos 300 millones de euros (354 millones de dólares) y luego está previsto un programa de reconstrucción de varios millones.
– Cadáveres en la calle –
Las reparaciones de edificios, carreteras, vías férreas y tuberías de agua y electricidad tardarán meses, si no “años”, admitió Armin Laschet, presidente de Renania del Norte-Westfalia, el otro estado regional alemán más afectado.
Alemania sigue en alerta por nuevas inundaciones en el sur y el este. Una persona murió en Baviera, donde varios cientos de bomberos siguen desplegados en los valles alpinos.
En Austria, el casco antiguo de Hallein, cerca de Salzburgo, se inundó.
Bajo el sol que volvió al oeste de Alemania, decenas de miles de personas –voluntarios y profesionales– trabajaron el domingo en tareas de limpieza.
Los equipos de rescate están buscando a los desaparecidos con helicópteros, barcos y buzos especializados.
“Todo fue muy rápido, el agua subió a 1,60 metros. Había cadáveres en la calle”, declaró a AFPTV un vecino de Bad Honnef, en Renania del Norte-Westfalia.
La policía de la región cifró en 150 el número de desaparecidos, y muchas personas pudieron finalmente ser contactadas por sus familiares.
Bélgica sigue buscando a “163 ciudadanos”, según el centro de crisis. Holanda y Luxemburgo sufrieron por su parte importantes daños materiales.
El jefe de la Asociación Alemana de Ciudades y Municipios, Gerd Landsberg, pidió el domingo modernizar los sistemas de alerta locales, lamentando que la población tuviera “la impresión de que se trataba de una lluvia intensa” cuyo “alcance no se comunicó” con suficiente claridad.
– Polémica –
“¿Tomamos suficientes precauciones para detectar a tiempo este tipo de sucesos?”, se preguntó el ministro de Economía, Peter Altmaier, quien prometió en el diario Bild que se esclarecería “qué fue lo que falló”.
El ministro conservador también habló de Armin Laschet, líder de su partido en las elecciones legislativas del 26 de septiembre, en el punto de mira desde el sábado por haber sido filmado riéndose en un homenaje a las víctimas.
“No fue muy acertado”, admitió Altmaier.
Ante la indignación nacional, Laschet, favorito para suceder a la canciller, pidió disculpas.
Su metedura de pata siguió causando polémica el domingo, mientras miles de voluntarios recogían donaciones, distribuían alimentos y ayudaban a retirar muebles, electrodomésticos y recuerdos de las casas llenas de barro.
Heinz Gies, de 50 años, residente en la ciudad balnearia de Bad Neuenahr-Ahrweiler, una de las más afectadas, acababa de terminar la renovación de su vivienda.
Dijo a la AFP que estaba “sin palabras”, pero también reconfortado porque “los vecinos se ayudan entre sí y hay muchos voluntarios que nos traen agua, helados, café…”.
En las zonas afectadas de Bélgica, los agentes de policía siguen movilizándose para llamar a las puertas y descubrir posibles nuevas víctimas.