La tecnología no generó estos problemas ni debemos confiar demasiado en que pueda resolverlos. Me preocupa que al vilipendiar o glorificar lo que hacen la tecnología y las empresas que la desarrollan perdamos de vista lo que realmente es importante.
Tengo una crisis de confianza en la tecnología. No por el daño que las personas y las empresas hacen con ella, sino por todas las maneras en que la tecnología no es en realidad tan importante.
Piensa en algunos de los grandes problemas que enfrentan los estadounidenses, sin ningún orden en particular: la pandemia del coronavirus, el cambio climático, los desacuerdos sobre el papel que debe desempeñar el gobierno, el reconocimiento del racismo sistémico, la desigualdad en cuanto a riqueza y salud, el aumento de los homicidios y otras amenazas a la seguridad pública, y los sistemas educativos y de seguridad social que les fallan a muchas personas.
La tecnología no generó estos problemas ni debemos confiar demasiado en que pueda resolverlos. Me preocupa que al vilipendiar o glorificar lo que hacen la tecnología y las empresas que la desarrollan perdamos de vista lo que realmente es importante.
Tal vez la tecnología sea parte de la solución, pero, sobre todo, tenemos que encontrar las respuestas, a través de la voluntad humana colectiva y la acción eficaz.
No es únicamente culpa de Uber que el empleo sea precario y que muchos estadounidenses tengan problemas para lograr que les alcance el dinero. Jeff Bezos puede estar delirando por querer trasladar industrias contaminantes al espacio, pero Amazon tampoco es realmente el responsable del calentamiento global. Del mismo modo, si Facebook interviniera más para poner un alto a la información engañosa que se publica en línea, eso no eliminaría los motivos fundamentales de las dudas que tienen los estadounidenses respecto a las vacunas; tampoco estarían nuestros hijos totalmente seguros si las escuelas tuvieran cámaras de reconocimiento facial.
Podemos ver formas en que los humanos han implementado la tecnología como herramientas para el bien, y debemos hacer más para mitigar los efectos negativos en nuestro mundo. Pero también me temo que todos (me incluyo) sobrevaloramos la importancia de la tecnología.
Les comento un poco acerca de mis sentimientos contradictorios sobre el poder y la impotencia de la tecnología.
En los últimos días se han visto comentarios acerca de la manera en que el gobierno de Estados Unidos engañó al público sobre los devastadores efectos de los bombardeos nucleares sobre Hiroshima y Nagasaki hace 76 años.
Ese tipo de negaciones o desorientación oficial sobre la guerra y los abusos todavía ocurre, pero es más difícil en parte debido a la prevalencia de la tecnología en las cámaras de los teléfonos, Facebook y Twitter, que permiten que cualquier persona muestre su verdad al mundo. Pensar en lo que ha cambiado desde la Segunda Guerra Mundial me hizo sentir optimista respecto a las formas en que la tecnología nos ha ayudado a empoderarnos al darnos una voz y acceso a información.
Pero también me preocupa lo que la tecnología no puede cambiar. Mi colega Somini Sengupta escribió esta semana que es tecnológicamente factible que los países más responsables de arrojar a la atmósfera los gases que calientan el planeta hagan el cambio a las energías limpias más rápido y dejen de destruir los bosques. Pero esas opciones son polémicas, disruptivas, costosas y difíciles de aceptar para muchos de nosotros.
El cambio climático y otros problemas profundamente arraigados son difíciles de enfrentar, y resulta tentador distraernos con la esperanza de que la tecnología pueda resolverlos. El optimismo poco realista sobre la tecnología de los vehículos autónomos ha hecho que quienes formulan las políticas se lo piensen dos veces para aprobar proyectos de tránsito u otras medidas para reducir las emisiones. Mis colegas han escrito sobre su preocupación de que la búsqueda de tecnologías para absorber grandes cantidades de carbono del aire cause que las industrias dejen de esforzarse por evitar las emisiones nocivas.
Las tecnologías ambiciosas pueden ser parte de la respuesta a nuestros desafíos colectivos, siempre que observemos todo el panorama.
Estoy agradecido por la mejora del procesamiento de datos que ha ayudado a los científicos a comprender mejor los impactos del cambio climático. Los avances tecnológicos, incluidos los autos eléctricos de Tesla, hacen que sea más factible para los políticos y el público imaginar cambios en las redes de transporte y energía.
Es fácil hacer un mal diagnóstico de las causas de nuestros problemas y esperar que se encuentren soluciones relativamente indoloras. Pero la tecnología no es mágica y no hay soluciones rápidas.