Un estudio sobre la cultura del trabajo en el Parlamento australiano muestra una imagen alarmante de acoso sexual generalizado, y los empleados comparten historias desgarradoras de una atmósfera llena de alcohol en la que los hombres poderosos desdibujan las líneas y cruzan los límites con impunidad.
MELBOURNE, Australia — Hombres que se pasean por los pasillos mirando a las mujeres de arriba abajo. Las mujeres llevan carpetas vacías para bloquear los avances no deseados. Toqueteos forzados, besos, comentarios sobre la apariencia. Miedo a denunciar.
Un amplio estudio sobre la cultura del trabajo en el Parlamento australiano muestra una imagen alarmante de acoso sexual generalizado, y los empleados comparten historias desgarradoras de una atmósfera llena de alcohol en la que los hombres poderosos desdibujan las líneas y cruzan los límites con impunidad.
El informe, publicado el martes, fue comisionado por el gobierno australiano en marzo, poco después de que el relato de una exempleada que fue violada en la Casa del Parlamento causó conmoción entre los salones del poder de Australia. El informe reveló que una tercera parte de los empleados parlamentarios —el 40 por ciento de las mujeres— había sufrido acoso sexual. Alrededor del uno por ciento de las más de 1700 personas que participaron en el estudio dijo haber sido víctima de un intento de agresión sexual o de una agresión real.
En respuesta, la comisionada de discriminación sexual en Australia, Kate Jenkins, quien llevó a cabo el estudio, propuso una serie de medidas para abordar el desequilibrio de poder, la desigualdad de género y la falta de rendición de cuentas que dijo que vuelve al Parlamento un lugar hostil de trabajo para muchos empleados, en particular para las mujeres jóvenes que forman parte del personal.
El primer ministro Scott Morrison calificó de “espantosas” las conclusiones sobre el acoso sexual generalizado y añadió: “Ojalá me sorprendieran más”. Dijo que el gobierno revisaría las recomendaciones del informe —entre ellas la creación de un organismo central independiente de denuncias, un código de conducta y políticas sobre el alcohol—, pero no se comprometió a aceptarlas.
Durante mucho tiempo, el Parlamento australiano ha tenido la reputación de ser un búnker cargado de testosterona, un lugar rezagado del resto de la sociedad a medida que las corporaciones del país y otras instituciones hicieron cambios graduales en aras de la igualdad de género. En los últimos 20 años, Australia ha caído del 15.º al 50.º en el mundo en lo relativo a la diversidad de género parlamentaria.
Después de que Brittany Higgins, una exfuncionaria del Parlamento, declaró a principios de este año que había sido violada por un colega de mayor rango en la oficina del ministro de Defensa, miles de mujeres se manifestaron en ciudades de toda Australia para exigir un cambio.
Las mujeres que trabajan en política y que nunca habían sentido que tenían una vía de escape para compartir sus experiencias, han dado a conocer sus relatos sobre la misoginia, las agresiones sexuales y el acoso que han sufrido: narran haber sido manoseadas, humilladas, insultadas, ignoradas e interrumpidas. Varias legisladoras federales renunciaron en años recientes, en parte debido a la falta de respeto y los abusos.
El nuevo informe intenta poner en números la amplitud de los problemas en la política australiana y añadir, con detalles a veces dolorosos, las historias que han surgido. Entre los comentarios que los participantes compartieron de manera anónima con los investigadores están los siguientes:
— “El parlamentario sentado a mi lado se inclinó hacia mí. Como pensé que quería decirme algo, también me acerqué. Me agarró y metió la lengua hasta mi garganta. Los demás se rieron. Fue repugnante y humillante”.
— “Aspirantes a políticos masculinos que no piensan nada más que, en un caso, agarrarte, besarte en los labios, levantarte, tocarte, darte palmaditas en el trasero, hacer comentarios sobre tu apariencia, ya sabes, lo de siempre”.
— “Es un mundo de hombres y te lo recuerdan todos los días con las miradas de arriba abajo que te dan, la representación en las cámaras parlamentarias, el trato preferente que los políticos les dan a los periodistas veteranos hombres”.
— “Pensé que era normal decirle a la gente que debería evitar a ciertas personas en los eventos. Pensé que era normal decirle a la gente cómo beber alcohol para estar segura. Ahora que lo pienso, es una locura”.
— “Suelo describir el Parlamento como el lugar más sexista en el que he trabajado. Supongo que hay una cultura de la bebida en el lugar de trabajo. No hay mucha responsabilidad. No hay mucha rendición de cuentas. Los hombres son unos malcriados. Y ese comportamiento se celebra”.
— “Las mujeres jóvenes, sobre todo las asesoras de medios de comunicación que entraban, eran como carne fresca y un reto”.
El informe describe una cultura de trabajo tóxica impulsada por los desequilibrios de poder entre los miembros del Parlamento y su personal. En este ambiente de presión, el acoso sexual estaba normalizado y los infractores actuaban con impunidad porque había pocas vías de remediación, cuenta el informe.
“De manera inherente, el Parlamento es un lugar de poder, y ese poder va en múltiples direcciones”, dijo Jenkins en una conferencia de prensa poco después de la publicación del informe. “Supimos que los desequilibrios de poder y el mal uso del mismo es uno de los principales impulsores de la intimidación, el acoso sexual y la agresión sexual”.
Según el informe, la naturaleza del Parlamento que obliga a los parlamentarios a ir y venir (la mayoría de los legisladores y los miembros del personal no viven en la capital del país, Canberra, y solo permanecen allí durante las semanas en las que están en sesiones) crea una sensación de aislamiento.
Una persona entrevistada para el informe comparó la cultura con la de los estudiantes de secundaria en un campamento: “Hay un grupo de colegiales traviesos en un viaje escolar, y piensan que todo el mundo está ahí para ellos, y lo que pasa en Canberra se queda en Canberra, y es una especie de batalla campal”.
Al no poder ir a casa cuando el Parlamento estaba reunido, “muchas personas preferían quedarse hasta tarde en el trabajo o beber con sus colegas, lo que aumentaba el riesgo de conductas indebidas”, informa el documento.
En ocasiones, el alcohol estaba presente durante los trabajos parlamentarios. “Algunos diputados han acudido al hemiciclo para votar bajo los efectos del alcohol”, según uno de los informes presentados. Y por la noche, el consumo de alcohol era una característica clave de los eventos de creación de redes y socialización.
Un entorno laboral caracterizado por “la intensa lealtad, la prioridad de la ‘óptica’ y, en los cargos políticos, el intenso escrutinio de los medios de comunicación y el interés público”, evitaba que los empleados hablaran con franqueza. Hacerlo podría ser arriesgado, dijeron.
Susan Harris Rimmer, profesora de derecho en la Universidad de Griffith quien trabajó en el Parlamento, calificó las conclusiones del informe de “imagen vergonzosa, pero precisa”.
La revisión muestra que el Parlamento “no ha sido un lugar de trabajo seguro para las mujeres ni para ninguna minoría”, dijo, “y que no había ningún recurso; al parecer, no era posible regular el mal comportamiento”.
Las recomendaciones del informe son similares a las puestas en marcha en el Reino Unido, Estados Unidos y Canadá en años pasados, y aplicadas en los centros de trabajo australianos hace 20 años, dijo Rimmer. Durante años se han ignorado las peticiones de reformas básicas que se encuentran en otras legislaturas democráticas, como un sistema de quejas independiente de los principales partidos.
“La mayoría de las recomendaciones son solo prácticas habituales en un lugar de trabajo moderno, y todavía me sorprende que se haya necesitado este nivel de dolor y sufrimiento para que el Parlamento se ponga al nivel del resto de Australia y del resto del mundo”, dijo.