Nadie tiene la última palabra en cuestiones del idioma, pero un poco de lectura nos ayuda a comprender mejor los cambios que se tratan de imponer en la lengua.
“El lenguaje no está sometido a leyes ciegas”, señala el gramático Manuel Seco en el Diccionario de dudas y dificultades de la lengua española (1989), en el cual también afirma que como hecho humano el lenguaje está subordinado a la voluntad humana, no solo del que propone un uso, sino del que decide seguirlo. Sin embargo, sostiene que cabe hablar de una dirección impuesta.
Quienes imponen los usos deben tener preparación académica para señalar cuáles son los significados adecuados de las palabras que tratan de introducir en la lengua y no cambiar los de palabras existentes por otros no muy adecuados, como veremos a continuación.
Ahora resulta que cuando no se tiene certeza de algo, se dice: “Asumo que no cambió de actitud”, en vez de “Presumo que no cambió de actitud”. Asumir significa atraer o tomar para sí algo no material, especialmente una obligación, una tarea o una responsabilidad. Presumir es considerar una cosa verdadera o real a partir de ciertos indicios o señales, sin tener certeza completa de ella. Son dos conceptos opuestos. Cuando se tiene certeza de algo, podemos asumir, si no lo tenemos es mejor presumir.
Todavía muchos periodistas abordan a sus posibles entrevistados, no se les acercan. Abordar significa acercarse una embarcación a otra hasta tocarla, de forma voluntaria o por accidente o atracar una embarcación en el desembarcadero o muelle. Una tercera acepción es “acercarse a alguno para proponerle o tratar con él un asunto”. ¿Puede emplearse esta palabra para indicar esta acción? Los periodistas se acercan o acuerdan una entrevista con la fuente.
Otra palabra mal empleada es cuestionar que, según los periodistas, es lo mismo que preguntar. Un periodista puede preguntar cuanto quiera, pero no poner en duda lo que dice el entrevistado. Cuestionarsignifica “poner en duda lo que parece aceptarse”. “El funcionario fue cuestionado por el diario X en torno al nuevo precio del combustible”. Así que es mejor preguntar que cuestionar.
Por otro lado, la palabra problemática continúa reemplazando problema. Ahora la emplean todas las personas. Cuando se trata de reclamos por calles destruidas, falta de agua o de energía eléctrica, los quejosos emplean la palabra problemática. Es la forma femenina del adjetivo problemático (dudoso, incierto) y se emplea como femenino cuando se refiere al conjunto de problemas pertenecientes a una ciencia o actividad. Cuando se trata de conflictos es mejor emplear problema. Pero sí podemos decir que la violencia de género es un ejemplo de problemática social.
Otra palabra de reciente factura es colaborador/ra, que ahora se emplea como sinónimo de trabajador o empleado. Los periodistas lo usan libremente sin investigar sus orígenes.
“Un colaborador es una persona que realiza un aporte personal de manera voluntaria donde no existe relación de subordinación o dependencia respecto de otra persona o sea un colaborador no se encuentra obligado a colaborar y no reconoce jefatura superior”, afirma Jorge Córdova, abogado chileno, magíster en Gestión Educacional, Docente Asociado DUOC UC.
Bueno, nadie tiene la última palabra en cuestiones del idioma, pero un poco de lectura nos ayuda a comprender mejor los cambios que se tratan de imponer en la lengua.