El gran número de nuevos adeptos refleja la aceptación cada vez más generalizada de las monedas digitales, que son tremendamente volátiles y cuyo valor ha bajado en días recientes, en la cultura dominante.
JACKSON, Tennessee — El alcalde de Jackson, Scott Conger, basó su campaña en la parca promesa de mejorar la infraestructura local. Su plan incluía construir banquetas, abrir un centro de actividades para adultos mayores y reparar el anticuado sistema de evacuación de agua de lluvia de la ciudad de 68.000 habitantes, aproximadamente a medio camino entre Nashville y Memphis.
Sin embargo, al inicio del cuarto año de su mandato, Conger, de 38 años, ha adoptado una nueva causa favorita: las criptomonedas. Se comprometió a darles a los empleados de la ciudad la opción de convertir su salario a bitcoines y tiene planes para instalar una red digital dedicada a la minería en un ala desocupada del ayuntamiento. El propósito, según dijo, es convertir a Jackson en un centro tecnológico del sureste.
Al igual que muchos estadounidenses, Conger descubrió las criptomonedas durante la pandemia y pronto desvió su atención al fantástico mundo del internet. Sus planes lo han convertido en una especie de celebridad en el mundo de la criptografía, una peculiar distinción para el dirigente de un centro industrial de talla mediana en el que se fabrican las papas fritas marca Pringles.
“Bitcoin es un excelente igualador financiero”, declaró Conger este mes en una entrevista en el ayuntamiento. “Es una cobertura contra la inflación. Puede cerrar esa brecha de riqueza”.
La creciente popularidad del bitcóin y otras monedas digitales ha conducido al surgimiento de una nueva especie política muy singular: el criptoalcalde. Eric Adams, el nuevo alcalde de Nueva York, aceptó el pago de su primer salario en bitcoines y otra criptomoneda, el ether. Francis Suarez, alcalde de Miami, es un orador importante en algunas criptoconferencias. Ahora, incluso los alcaldes de ciudades más pequeñas intentan incorporar la criptografía en el gobierno municipal: buscan establecer conexiones con empresas emergentes de ese sector y experimentan con nuevas tecnologías populares como los tokens no fungibles, o NFT, para recaudar fondos para proyectos públicos.
El gran número de nuevos adeptos refleja la aceptación cada vez más generalizada de las monedas digitales, que son tremendamente volátiles y cuyo valor ha bajado en días recientes, en la cultura dominante. La adopción de las criptomonedas por parte de los alcaldes también es señal de que la tecnología de cadena de bloques que les sirve de soporte (en esencia, un sistema de registro contable distribuido) podría crear nuevas fuentes de ingresos para las ciudades y transformar algunas funciones básicas del gobierno local.
“Por lógica, los alcaldes quieren atraer a ciudadanos de altos ingresos que pagan sus impuestos y representan costos mínimos para el municipio”, comentó Joseph Grundfest, profesor de materias de negocios en la Universidad de Stanford. “Los obsesionados con la criptografía se ajustan a la perfección a esta definición”.
No obstante, como ha ocurrido con muchos ambiciosos proyectos en el criptomundo, no se sabe bien si estas iniciativas locales a fin de cuentas serán relevantes. Hasta ahora, la mayoría han sido más bien simbólicas o teóricas. Además, los objetivos de los alcaldes son políticos en parte: el impulso a las criptomonedas tiene un atractivo bipartidista útil, pues produce popularidad tanto entre los conservadores de postura contraria al gobierno como entre los magnates tecnológicos de ideología liberal en temas sociales.
“Puedes hacer esto porque quieres que te asocien con tipos con rifles AR-15, o con Meta”, explicó Finn Brunton, profesor de Tecnología en la Universidad de California, campus Davis, y autor de un libro sobre la historia de las criptomonedas publicado en 2019. “En gran parte son exageraciones y palabras al aire”.
En Jackson, Conger se ha convertido en un invitado frecuente en varios pódcasts sobre criptografía, donde lo consideran cabecilla del “ejército de Satoshi”, en referencia al misterioso fundador de Bitcoin, Satoshi Nakamoto. Conger, un exjugador de fútbol universitario de amplia espalda, algunas veces lleva al trabajo calcetines con pequeños emblemas anaranjados de Bitcoin.
Por desgracia, sus ambiciones en el criptomundo ya se han topado con obstáculos. Aunque está a punto de establecer un sistema para que los empleados de la ciudad inviertan parte de su sueldo en Bitcoin, ha descubierto que es imposible llevar a la práctica su propuesta de minado con la legislación existente.
Conger quiere utilizar dinero público para conectar un banco de computadoras a la red de Bitcoin, un proceso que requiere una cantidad enorme de energía y podría generar nuevas monedas para la ciudad. Incluso encontró el lugar adecuado para colocar el hardware: un conjunto de salones del ayuntamiento que no se han terminado desde la inauguración del edificio en 1998. De cualquier manera, existe una ley estatal que impone límites al tipo de activos en que pueden invertir las ciudades, en parte para proteger a los residentes de la volatilidad del mercado. Conger y otros funcionarios locales preparan nuevas leyes para añadir a Bitcoin a la lista de inversiones permitidas.
En muchos sentidos, Conger sigue los pasos del alcalde Suarez de Miami, quien se ha convertido en el “criptocuate en jefe” de los alcaldes (estos alcaldes en ocasiones se envían mensajes de texto; el director de comunicaciones de Conger lo describe como un “grupo de amigos de Bitcoin”). Suarez ha posicionado a Miami como una “criptocapital” y le ha dado todo su apoyo a MiamiCoin, una moneda digital que cualquiera puede adquirir o minar, y parte de las ganancias irán a las arcas de la ciudad. Hace poco, peleó un poco en Twitter con Adams, de Nueva York, porque cada uno dice ser un seguidor más fiel de las criptomonedas.
“Cada vez que hablo sobre criptomonedas, mis estadísticas se disparan por los cielos”, dijo Suarez, de 44 años, en una entrevista. “Las tendencias se volvieron locas”.
Ahora, Suarez se presenta como una especie de criptodiplomático. Después de asumir este mes el cargo de presidente de la Conferencia Estadounidense de Alcaldes, una coalición no partidista de alcaldes de ciudades, instó a los miembros a firmar un “criptoacuerdo” en el que convocan al gobierno federal a dejar de aplicar normas demasiado agresivas a la industria.
La vicepresidenta de Suarez en la Conferencia de Alcaldes, Hillary Schieve, quien cumple su segundo periodo como alcaldesa de Reno, Nevada, es otra fanática del criptomundo. El año pasado, anunció que planeaba convertir una popular escultura de una ballena del centro de Reno en un NFT, un activo digital único que puede ser objeto de negociaciones entre los criptoinversionistas. El objetivo, indicó Schieve, era canalizar las ganancias a las actividades artísticas en Reno.
“Sería maravilloso deshacernos de los intermediarios”, dijo Schieve sobre su entusiasmo por el criptomundo. “No me encantan los bancos”.
Una ciudad con un gobierno descentralizado construido a partir de tecnología de cadena de bloques ha sido desde hace mucho el ideal de los fanáticos del criptomundo. Vitalik Buterin, uno de los fundadores de Ethereum, la cadena de bloques que le da estructura al ether, escribió una publicación de blog sobre el tema en octubre. Y el año pasado, un grupo de criptoinversionistas compró un terreno de 16 hectáreas en Wyoming, con la intención de construir una ciudad de cadena de bloques operada por una red descentralizada de inversionistas, cada uno con derecho a voto en las decisiones importantes.
El fervor ya se propagó a los pueblos pequeños de Estados Unidos. El año pasado, Jalen Nelson, un seguidor de las criptomonedas de 26 años de edad, les envió correos electrónicos no solicitados a 2000 alcaldes estadounidenses, con la esperanza de hablar con ellos sobre la tecnología de cadena de bloques. Obtuvo una respuesta, de Chris Swanson, alcalde de Two Harbors, Minnesota, un pueblo de alrededor de 4000 habitantes a orillas del lago Superior.
A Swanson le interesó la idea de formar una organización autónoma descentralizada (DAO, por su sigla en inglés), una agrupación de criptoinversionistas dispuestos a aportar dinero para financiar proyectos en Two Harbors a cambio de algún tipo de derecho a voto con respecto a las nuevas iniciativas.
“Intentar construir algo puede ser muy complicado, y al final recurres una y otra vez a las mismas fuentes de dinero”, se lamentó Swanson, de 44 años. “Los proyectos que la comunidad quiere ver podrían completarse con más rapidez”.
Nelson, que se mudó hace poco a San Antonio de California, nunca ha puesto un pie en Two Harbors, donde las temperaturas en invierno pueden estar muy por debajo de cero (hace poco, en una reunión de Zoom, eligió un fondo tropical, con palmeras cuyas hojas se movían con una ligera brisa. “Le dije a Chris que iría a visitarlo en los meses más cálidos”, aseveró). Por ahora, el proyecto sigue siendo totalmente teórico.
No obstante, con el apoyo del alcalde, Nelson planea establecer un fondo que opere como base de la DAO. “Estoy soñando”, dijo. “Two Harbors podría convertirse en Disneylandia”.