Instalada en su jardín frente a una bandera mitad estadounidense mitad arcoíris Rebekah Bryant manifiesta su indignación por la decisión del estado de Texas de declarar ilegales los tratamientos hormonales que planea recetar a su hija transgénero de ocho años cuando llegue a la adolescencia.
“Quieren privar a mi hija Sunny de su futuro derecho a recibir atención”, dijo esta técnica de espectáculos de 38 años mientras observaba a sus hijos recoger los huevos de sus gallinas después de una jornada escolar.
En una carta fechada el 22 de febrero, el gobernador republicano Greg Abbott ordenó a su administración que “investigue pronta y exhaustivamente cualquier caso informado” de tratamientos a menores en el contexto de las transiciones de género. Y añadió que se prevén sanciones penales contra todo docente, médico o enfermera que no los haya denunciado.
La amenaza no pasó desapercibida.
El 4 de marzo, el hospital pediátrico más grande de Estados Unidos, el Texas Children’s Hospital de Houston, declaró una “pausa” en estos tratamientos “con el fin de proteger a los profesionales de la salud y a las familias de posibles procesos penales”.
Los Servicios de Protección Infantil de Texas iniciaron varias investigaciones contra padres de niños transgénero, pero un juez de Austin decidió el viernes suspender la directiva de Abbott, declarándola inconstitucional.
Numerosos fiscales locales anunciaron previamente que no cumplirían con las órdenes del gobernador, considerándolas ilegales.
El presidente Joe Biden consideró por su parte que “las acciones discriminatorias del estado de Texas ponen en peligro la vida de niños”. “Los niños, sus padres y sus médicos deben tener la libertad de tomar las mejores decisiones médicas para estos jóvenes sin que los políticos se interpongan”.
– Más tiempo –
El parlamento estatal ya ha discutido varias decenas de textos legislativos en torno a los menores transgénero que, entre otras cosas, equipararían sus tratamientos hormonales con abuso infantil o privarían de seguro a los médicos que los recetan.
Cansados, los integrantes de la familia Bryant decidieron hace un año dar a conocer su caso y acudir al Capitolio de Texas en Austin para rogar a los congresistas que los dejaran en paz.
Los tratamientos hormonales, cuya prohibición se debate, sólo se administran en la adolescencia y aún no preocupan a Sunny, que en abril cumplirá nueve años.
Prescritos y supervisados por médicos, están destinados a bloquear la pubertad.
Para el fiscal general de Texas, Ken Paxton, “no hay pruebas médicas suficientes de que la interrupción de estos tratamientos permita una reanudación normal de la pubertad”. Piensa asimismo que esos tratamientos pueden generar “daños mentales o emocionales” asimilables a un abuso.
Sunny “no necesita intervención médica en este momento. Todo lo que necesita es aceptación y amor”, señala su madre, Rebekah.
“Pero si pasa por la pubertad masculina no podrá revertir los cambios en su frente o la aparición de la nuez de Adán y de vello facial sin cirugías peligrosas y costosas”, dice, antes de subrayar las ventajas de los bloqueadores de pubertad.
“Dan al niño más tiempo” para decidir sobre su identidad de género, dice.
– “Orgullosa de ser trans” –
Proveniente de un entorno muy conservador en Carolina del Sur, su esposo, Chet, aceptó a regañadientes la nueva celebridad de su familia.
“No me gusta, eso es seguro. ¿Qué sentido tiene decir públicamente si mi hijo usa un vestido o un pantalón? (…) Solo importa por razones políticas”, admite en un tono tranquilo pero decidido cuando recibe a la AFP en su sala de estar en Houston.
Rebekah Bryant dice que los legisladores republicanos “saben que pueden movilizar a su base y convencerla de votar si la gente cree que va a salvar a unos pobres niños”.
“Los únicos motivos por los que se apunta a los niños transgénero son políticos”, coincide desde el Congreso en Washington la legisladora demócrata de Houston Sylvia García.
Contactados por la AFP, los despachos del gobernador y el fiscal general de Texas no respondieron a las solicitudes de entrevistas.
Mientas tanto Sunny asegura entre sonrisas que se siente bien y “orgullosa de ser trans”.
Sentada con las piernas cruzadas en su cama, con el cabello largo sobre los hombros, la niña lanza: “No me preocupa cómo me percibe la gente”.
Sunny ya es “una voz muy fuerte para los niños del estado y del país… Imagínese lo que puede hacer cuando alcance todo su potencial” a los 18 años, dice Sylvia García.
“Espero que Abbott y Paxton estén preparados para ello”.