Por un periodismo de altura

Por un periodismo de altura
El autor es empresario periodista. Foto, cortesía.

Ahora más que nunca el mundo necesita de medios objetivos para saber lo que está pasando. Cuando un periodista se parcializa, pierde quilla y termina desinformando. Y sus lectores, televidentes o radioescuchas lo notan.

Inicié en el periodismo en el año 2000 de la mano de Mami Arias y Rosa Guizado. Con ellas hacía la mesa editorial de las mañanas de lunes a sábado. Luego en las tardes me tocaba cerrar periódico de la mano de Arnulfo Barroso y Octavio Amat. Así aprendí esta profesión. Y como es de suponer con estas personas de intachable reputación, aprendí bien los principios y valores que deben siempre estar presente cuando se trabaja en un medio de comunicación.

Después en 2002 pasé a La Prensa y de la mano de Winston Robles pusimos en marcha un programa de excelencia editorial, donde una vez más eran principios y valores los que motivaban cada una de las ediciones. Nunca hubo una saña, mala intención o campaña negativa que nos inspirara; al contrario, siempre se procuró informar con objetividad, precisión y responsabilidad a nuestros lectores.

Y más tarde en 2006 fui invitado por Abdul Waked y junto con Gerardo Berroa y Marcel Chery refundamos la sección editorial de lo que es hoy La Estrella, y usamos el mismo guion anterior y aplicamos los mismos principios y valores que caracteriza al periodismo de altura.

Desafortunadamente, ahora son muchos los medios que toman partido por intereses y han perdido esa garantía llamada credibilidad. En vez de ceñirse a los principios y valores periodísticos, han dejado de observar los hechos con cierta distancia y ahora los miran desde las entrañas del poder. Y como es de suponer, esos medios y esos  periodistas han perdido la perspectiva.

Ahora más que nunca el mundo necesita de medios objetivos para saber lo que está pasando. Cuando un periodista se parcializa, pierde quilla y termina desinformando. Y sus lectores, televidentes o radioescuchas lo notan. Y lo notan tanto que hoy son evidentes la desinformación y las campañas sucias que existen dentro de los medios. Lo que no saben es que, lo que pudiera parecer inicialmente una estrategia para debilitar o desprestigiar a un adversario, al final resulta que esa desinformación y esas campañas sucias amplifican los errores del medio, limitan su oferta informativa, debilitan su independencia editorial y crean dudas sobre su objetividad y transparencia. Es decir, reflejan una total mediocridad que al final provocan frustración a los lectores y al resto de la audiencia.

Los medios están obligados a desenmascarar y denunciar un acto de corrupción, fraude, mentira o engaño de un funcionario o ciudadano, pero siempre que el medio y sus periodistas lo hagan con objetividad e imparcialidad. El problema ocurre cuando el medio no obtiene lo que persigue y convierte la cobertura en una campaña difamatoria en que se siente dueño de la verdad y es capaz de usar adjetivos, epítetos y posturas que distan de su tradición periodística y apartan de lo enunciado en manuales de estilo.

Simplemente, no es ético que a un periodista no le importe los medios, sino el fin. Y sin importar las consecuencias, escarba en la vida privada con mecanismos ilegales o amorales hasta conseguir fragmentos de realidad que puedan ser utilizados para construir un relato falso, pero altamente destructivo, ya que la calumnia se fundamenta sobre trazos creíbles a los que se despoja de contexto e interpretación. Así, las publicaciones de ese periodista, más que descubrir lo oculto, construye una realidad imaginaria sobre la base de percepciones y apariencias a las que se amarra hasta adquirir la naturaleza de prueba irrefutable o dato definitivo.

Es cierto, el periodismo está en crisis. Pero no solamente por la falta de publicidad y audiencia. La crisis es producto de que los medios no ofrecen información de calidad con veracidad, actualidad, interés público, comprobación, contraste de fuentes, diversidad, independencia, equidad y ética. La naturaleza del periodismo es y siempre será la de informar con objetividad, y eso significa informar la verdad de los hechos. Y frente a la polémica de que si el periodismo es subjetivo porque en realidad los periodistas terminan opinando, o es objetivo porque no debemos opinar, la primera y última responsabilidad de un medio es garantizar el apego a los hechos y a las normas básicas del periodismo como objetividad y precisión.

Está claro que la democracia se fundamenta en libertades, y una de esas es la de expresión, a la que muchas veces se le señala pero pocas veces se le entiende, y que con mucha frecuencia se le confunde con libertinaje para escribir y opinar cualquier cosa. Por eso, y en aras de rescatar a ese periodismo de altura, invito a todos los periodistas a revisar sus manuales de estilo y apuntes de escuela para que publiquen información objetiva y le devuelvan a sus medios la credibilidad que una vez ostentaron.

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