Abi-Esber y su equipo probaron varias estrategias para persuadir a las personas a manifestar su opinión y descubrieron que el mejor enfoque era tratar de ponerse en el lugar de la otra persona.
Algo que me gustaría mejorar es mi capacidad de decirles a otras personas cómo mejorar. Soy terrible para dar una evaluación constructiva. Hace poco contraté a una asistente administrativa y suelo sentirme mucho más propensa a elogiarla por lo bien que lo está haciendo que a brindarle sugerencias que podrían ayudarla a hacer un trabajo aún mejor, incluso cuando hacerlo no solo la beneficiaría, sino que también me beneficiaría a mí directamente.
Esta vacilación para expresarme también se cuela en mi vida personal. A menudo me cuesta sugerirle a mi pareja que pruebe una estrategia disciplinaria diferente con nuestros hijos, incluso cuando acabo de escribir un libro sobre paternidad con base empírica y sé lo que probablemente funcionaría mejor.
De hecho, la renuencia a proporcionar sugerencias útiles es muy común. Un estudio publicado en línea en marzo reveló que la mayoría de las personas son cautelosas al momento de compartir opiniones que, al final, serían útiles para la otra persona, incluso cuando, según el mismo estudio, la mayoría de las personas genuinamente quería escucharlas.
“Realmente queremos escuchar la retroalimentación, pero cuando vemos a alguien, dudamos un poco en expresarlas”, explicó la autora del estudio Nicole Abi-Esber, estudiante de un doctorado en comportamiento organizacional en la Escuela de Negocios Harvard.
Por ejemplo, de las 155 personas en el estudio de Abi-Esber que interactuaron con un investigador o investigadora que tenía algo en el rostro (chocolate, lápiz labial o marcador rojo), solo cuatro personas señalaron la mancha. Además, los participantes afirmaron que era poco probable que hicieran alguna observación cuando un compañero de trabajo pronunciara mal un nombre, cometiera errores en informes o hablara demasiado rápido durante una presentación.
Según el estudio, una de las razones por las que rara vez compartimos críticas constructivas es que solemos subestimar cuánto las quieren las personas.
Otra razón por la que a menudo nos reprimimos es que nos preocupa el efecto que nuestros comentarios puedan tener en nuestra relación con los demás, afirmó Abi-Esber. Pensamos: “¿Si les digo esto se molestarán conmigo?”.
Sin embargo, según Abi-Esber, la mayoría de las veces las personas quieren escuchar nuestras sugerencias.
Entonces, ¿cómo superamos la tendencia a quedarnos callados? Abi-Esber y su equipo probaron varias estrategias para persuadir a las personas a manifestar su opinión y descubrieron que el mejor enfoque era tratar de ponerse en el lugar de la otra persona. Lauren Simon, profesora de administración de la Universidad de Arkansas, sugirió pensar en los efectos negativos de no expresar la opinión.
Sin embargo, proporcionar demasiadas valoraciones es un error común. “Enfocarse en las prioridades cruciales para mejorar, con un lineamiento claro sobre cómo dar los siguientes pasos, puede ser lo más motivador”, dijo Naomi Winstone, psicóloga cognitiva de la Universidad de Surrey en el Reino Unido.
Una investigación realizada por Katherine L. Milkman y otros sugiere que somos más propensos a cambiar nuestro propio comportamiento cuando nos fijamos metas específicas y lo mismo podría aplicar cuando establecemos metas para los demás, afirmó Catherine Sanderson, psicóloga del Amherst College.
Un entrenador que le dice: ‘Esfuérzate más’ a un atleta con bajo rendimiento quizá sea menos efectivo que uno que dice: ‘Necesitas desarrollar mayor fuerza, así que a partir de mañana deberías dedicar 30 minutos diarios a levantar pesas’”, afirmó Sanderson.
Además, debes dejar bien claro que te estás refiriendo al comportamiento de una persona y no a su personalidad, aclara Sanderson. “No lo hagas personal”, aconsejó. “Separa lo que dijo o hizo la persona de quién es”.