La sustitución del 20% del consumo de carne vacuna y de cordero por proteínas que reproducen la textura de la carne podría reducir a la mitad antes de 2050 las emisiones de CO2 y la deforestación provocada por la ganadería, según un estudio publicado este miércoles.
Con base en proyecciones actuales de crecimiento de la población y de demanda alimentaria, reemplazar la mitad del consumo de carne roja por proteínas denominadas microbianas, cultivadas en recipientes de acero inoxidable, reduciría en más de 80% la pérdida de árboles y la contaminación por CO2, calcularon los autores en un estudio aparecido en la revista Nature.
“Con un cambio relativamente pequeño en el consumo de carne de rumiantes, las emisiones de gas de efecto invernadero provocadas por la deforestación tropical pueden ser bastante reducidas”, aseguró a la AFP Florian Humpenoder, uno de los principales autores, integrante del Instituto de investigación sobre el impacto del cambio climático en Potsdam (PIK).
“Es una importante contribución para alcanzar los objetivos del Acuerdo de París para el clima, con beneficios compartidos suplementarios para otros objetivos de durabilidad”, señaló.
Tres informes de referencia sobre el clima publicados por la ONU desde agosto mostraron de manera alarmante que el objetivo fundamental del texto, o sea limitar el calentamiento planetario a un nivel bien inferior a 2°C, está seriamente amenazado.
El sistema alimentario mundial produce una tercera parte de las emisiones de gas con efecto invernadero, y la producción de carne de res es el principal responsable del sector agrícola.
La industria bovina contribuye de dos maneras: por un lado lleva a la destrucción de los bosques tropicales (que de lo contrario captarían C02), para dar espacio a pastizales y cultivos (soja, maiz) destinados a alimentar al ganado.
Por otro lado, los rumiantes, principalmente por su meteorismo intestinal, son una fuente mayor de metano, gas de efecto invernadero 30 veces más poderoso que el CO2 a una escala de 100 años.
– Una superficie cultivada reducida –
Los substitutos de carne microbianos están presentes en los supermercados desde hace décadas.
Pero ahora que el mundo se esfuerza en hallar soluciones para el clima, estos “nuevos alimentos”, y otros, se están convirtiendo en una industria importante para las próximas décadas, según las previsiones del mercado.
La carne artificial obtenida por el cultivo de las células microbianas o de hongos sufre un proceso de fermentación, análogo al del vino o la cerveza.
Las células se alimentan de glucosa -proveniente de la caña de azúcar o de la remolacha, por ejemplo- para producir proteínas, lo que significa que la producción requiere tierras cultivadas. Pero mucho menos que para la carne roja, según el estudio.
Suponiendo que los métodos agrícolas y las hábitos de consumo actuales se mantienen en los 30 próximos años, la superficie mundial de pastos aumentaría en cerca de un millón de kilómetros cuadrados.
Sin embargo, si el 20% de esta carne es reemplazada por proteínas microbianas, la superficie cultivada estaría por debajo de los niveles actuales.
Los beneficios de la proteína fabricada a base de microbios o champiñones van más allá del clima o el impacto ambiental, según Hanna Tuomisto, investigadora en la Universidad de Helsinki, que no participó en el estudio.
“La microproteína es un substituto ideal para la carne porque es rica en proteínas y contiene todos los aminoácidos esenciales”, dice, citada por la revista Nature.
Además se reduciría así la utilización de agua para la agricultura y la emisión de otro gas de efecto invernadero, el protóxido de azote, a través de los abonos.
“Los gobiernos y la industria agroalimentaria deben coordinarse para desarrollar normas apropiadas y ganar de esta forma la confianza del publico”, declaró Tilly Collins, del Imperial College de Londres, en un comentario transmitido por Science Media Centre.
Queda por saber si los aficionados a la carne abandonarán sus steaks por una alternativa que tiene más la apariencia de la carne que su sabor
Solo Humpenoder, uno de los seis coautores del estudio probó el substituto de carne microbiana Humpenoder y “le gustó”, según dijo.