Por lo general, la gente prefiere que no haya desconocidos en sus nupcias: nadie quiere pagar para que un intruso beba champán ni que un extraño se le insinúe a una dama de honor. Una serie de factores está cambiando esa situación.
Para su boda del 3 de enero, Dazzle Deal y Levi Dunn primero pensaron en comprar el paquete con el menor número de invitados del salón de eventos Sunset Castle, en Henderson, Nevada.
Además de la pandemia actual, la pareja preveía una asistencia baja porque sus familiares son “poco formales”, comentó Dazzle Dunn-Deal, de 42 años, quien trabaja en servicio al cliente. (Ella y su marido de 30 años, guía turístico, se registraron con un apellido combinado tras el casamiento). La pareja, que vive en Las Vegas, pretendía visitar Egipto en su luna de miel con el dinero que ahorrarían organizando un evento más pequeño.
Sin embargo, después de enviar las invitaciones, más familiares de los que esperaban le dijeron a la pareja que planeaban asistir; algunos aseguraron que ya habían reservado los vuelos. Los Dunn-Deal enseguida decidieron descartar sus planes de viaje y renunciar a la contratación de un fotógrafo para destinar ese dinero a un evento más grande.
Pero a medida que se acercaba la fecha, los invitados empezaron a cancelar. El mal tiempo les impidió a algunos asistir y otros no pudieron hacerlo por diversas razones. La novia dijo que a su hermano, que es ingeniero de un casino en Laughlin, Nevada, le negaron el permiso de faltar al trabajo debido a la escasez de personal.
Cuando se dieron cuenta de que faltarían muchos invitados, la pareja, preocupada de que les fueran a cobrar por quienes no se presentaran, preguntó al salón de eventos si había algún margen de tolerancia con el número de asistentes. “Una vez firmado el contrato, no hay más que hablar”, explicó Dunn-Deal sobre la respuesta que recibieron.
Así que compartió una invitación abierta al evento en un grupo de Facebook de bodas en Las Vegas. Ocho desconocidos terminaron asistiendo.
“Hice nuevos amigos”, comentó la novia, y añadió que invitó a algunos de ellos a la parrillada de cumpleaños de su marido la semana siguiente.
Por lo general, la gente prefiere que no haya desconocidos en sus nupcias: nadie quiere pagar para que un intruso beba champán ni que un extraño se le insinúe a una dama de honor. Una serie de factores está cambiando esa situación.
Aunque las listas de invitados a las bodas suelen ser cambiantes por naturaleza, la pandemia sigue dificultando el cálculo de la asistencia. La COVID no es la única razón por la que el recuento es ahora más imprevisible: en un año en el que se espera un récord de 2,5 millones de bodas en todo el país, algunos invitados simplemente pueden ya tener demasiados compromisos. También han aumentado las bodas entre semana, que pueden ser difíciles de compaginar con el trabajo o los estudios.
Al mismo tiempo, los proveedores, muchos de los cuales sufrieron grandes pérdidas financieras en los dos últimos años, han vuelto más claros y estrictos los requisitos de asistencia mínima, aseguró Leah Weinberg, abogada y propietaria de Color Pop Events en Nueva York.
“Prácticamente todos los proveedores de bodas han modificado sus contratos después de la llegada de la COVID”, mencionó Weinberg, quien señaló que el número de invitados se acuerda generalmente cuando se contrata al proveedor, aunque los pagos se hacen en una fecha más cercana al evento. “Dicen que es posible añadir invitados a la lista, pero no eliminarlos”.
Para evitar la incomodidad de las mesas vacías o para evitar que cientos o a veces miles de dólares se desperdicien si los asistentes cancelan, cada vez más parejas llenan los lugares con personas que conocen poco o que no conocen en absoluto: bienvenidos los colados de la boda, por así decirlo.
El pasado mes de octubre, Jessica y Anthony Fanara, ambos de 27 años, asistieron a la boda de un desconocido no muy lejos de su casa en Holtsville, Nueva York. Jessica Fanara, madre dedicada al hogar, se enteró del evento, que se celebró en el Three Village Inn de Stony Brook, Nueva York, por una invitación abierta compartida en un grupo de Facebook de bodas en Long Island.
“La gente pregunta: ‘¿Cómo conociste a la novia?’”, relató Jessica Fanara. “Yo respondo: ‘por Facebook’”.
Agregó que ella y Anthony Fanara, que trabaja para FedEx, disfrutaron conocer a las personas con las que se sentaron, e invitaron a dos de ellas a llenar lugares en su boda en enero.
Ese mismo mes, pocas semanas antes de la celebración de la boda en Chicago de Carla Marie Stehman y Mehul Doshi, que duró tres días, del 10 al 12 de febrero, la ciudad empezó a exigir pruebas de vacunación en restaurantes y otros espacios cerrados. Entre ellos estaba el lugar de la recepción, el hotel Radisson Blu Aqua.
“Nos faltaron unas 25 personas solo por el requisito de vacunación de Chicago”, comentó Stehman, de 40 años, oficiante profesional de bodas. En total, 45 de los 340 invitados que esperaban cancelaron en las semanas previas a la recepción, para la que habían acordado un número mínimo de invitados de 330, con un costo de alrededor de 250 dólares por persona.
A causa de la pandemia, ya habían pospuesto dos veces su boda, en la que mezclaron elementos de la cultura estadounidense de ella y de la cultura india de él. Además, la fecha de la boda, en invierno, impedía a la pareja, que vive en Chicago, cambiar la recepción al exterior.
“Pensé: ‘No quiero que esto se desperdicie; seguro hay un montón de gente a la que le encantaría vivir una boda de fusión’”, recordó Stehman.
Además de invitar a amigos que no estaban en su lista original de invitados, Stehman y Doshi, un arquitecto de 42 años, publicaron una invitación en un grupo privado de Facebook. Decenas de desconocidos se ofrecieron a asistir y finalmente llegaron más o menos 30, que ocuparon más de dos mesas en la recepción.
“Con el costo por plato, no era aceptable” que esos asientos se quedaran vacíos, comentó Stehman. “No me conocían, pero se presentaron y participaron, y conocieron a nuestros amigos y familiares, y bailaron toda la noche con nosotros”, dijo de sus invitados de última hora.
Desde entonces, ha almorzado con algunos de los desconocidos que asistieron a su boda. Uno de ellos incluso ha contratado a Stehman, ministra de la Iglesia de la Vida Universal, para que oficie su ceremonia.
“Y me han invitado a dos de sus bodas”, afirmó Stehman. “Una de ellas ya tiene confirmados el número límite de asistentes, pero me dijo: ‘Si alguien cancela, ¿vienes?’”.