A medida que detectives e investigadores buscan determinar cómo se desarrollaron las tragedias, la edad de los acusados ha surgido como un factor clave para comprender cómo dos adolescentes se sintieron motivados a adquirir armas de fuego tan letales.
WASHINGTON — Los dos jóvenes acusados de llevar a cabo las masacres en Búfalo, Nueva York, y Uvalde, Texas, siguieron un camino parecido: ambos compraron rifles semiautomáticos de manera legal poco después de cumplir 18 años, publicaron imágenes que tenían la intención de exhibir su fortaleza y lo amenazantes que eran… y después dispararon esas armas contra personas inocentes.
A medida que detectives e investigadores buscan determinar cómo se desarrollaron las tragedias, la edad de los acusados ha surgido como un factor clave para comprender cómo dos adolescentes se sintieron motivados a adquirir armas de fuego tan letales y cómo esto los condujo a tiroteos masivos.
Encajan en un rango etario crítico (entre los 15 y los 25 años) que elementos de las fuerzas del orden, investigadores y expertos en políticas consideran una intersección peligrosa para los hombres jóvenes, un periodo en el que enfrentan las dificultades de los cambios del desarrollo y las presiones sociales que pueden llevarlos a actos violentos en general y, en los casos menos comunes, a tiroteos masivos.
Seis de los nueve tiroteos masivos más mortales que se han visto en Estados Unidos desde 2018 fueron cometidos por personas que tenían 21 años o menos, lo que representa un cambio para los tiroteos masivos con víctimas, que antes del año 2000 eran, con mayor frecuencia, iniciados por hombres de 25, treinta y tantos y cuarenta y tantos años.
“Vemos dos conjuntos cuando se trata de tiradores masivos: personas de cuarenta y tantos que cometen tiroteos en el lugar de trabajo y un gran grupo de personas jóvenes (18, 19, 20 y 21 años) quienes parecen quedar atrapados en el contagio social de matar”, comentó Jillian Peterson, una profesora de Justicia Penal que contribuyó a fundar el Violence Project, el cual lleva una extensa base nacional de datos de tiroteos masivos.
No hay una explicación única ni sencilla de por qué los hombres jóvenes son más propensos a perpetrar tiroteos masivos. (Las niñas y las mujeres componen un porcentaje pequeño de todos los perpetradores). Sin embargo, muchas de las causas citadas con frecuencia por agentes de seguridad y académicos parecen intuitivas (acoso escolar en línea, la mercadotecnia de armas dirigida con cada vez más fuerza hacia los jóvenes, leyes estatales sobre armas cada vez más laxas y estatutos federales que hacen legal comprar un “arma larga” semiautomática a los 18 años).
Los tiroteos se producen en el contexto de una crisis de salud mental cada vez peor entre los adolescentes, la cual existía antes de la pandemia, pero se ha intensificado a raíz de ella. Los adolescentes y jóvenes adultos han dirigido gran parte de su desesperación hacia sí mismos, con tasas exorbitantes de autolesiones y suicidios.
En ese sentido, los perpetradores de tiroteos masivos representan a una minoría extrema de personas jóvenes, pero una que, sin embargo, ejemplifica tendencias más amplias de soledad, desesperanza y el lado oscuro de una cultura saturada por las redes sociales y el contenido violento.
Además de Búfalo y Uvalde, se registró un tiroteo masivo en un supermercado en Boulder, Colorado, en marzo de 2021 que, según indicó la policía, fue cometido por un hombre de 21 años. También ocurrió una masacre cuyo responsable, según las autoridades, fue un hombre armado de 21 años que eligió como objetivo a compradores latinos en un Walmart en El Paso, Texas, en agosto de 2019 y causó la muerte de veintitrés personas; así como un tiroteo escolar en Santa Fe, Texas, en el que un estudiante de 17 años está acusado de matar a ocho estudiantes y dos maestras en mayo de 2018; y la matanza de diecisiete personas en la escuela Marjory Stoneman Douglas High School en Parkland, Florida, en febrero de 2018 a manos de un exestudiante de 19 años.
Solo dos de los treinta tiroteos masivos más letales registrados entre 1949 y 2017 implicaron a hombres armados de menos de 21 años: el primero fue la masacre de trece personas a manos de dos adolescentes en el bachillerato Columbine de Littleton, Colorado, en 1999, y el segundo ocurrió cuando un joven de 20 años asesinó a veintisiete personas, la mayoría de ellas niños, en la primaria Sandy Hook en Newtown, Connecticut, en 2012.
Frank T. McAndrew, un profesor de Psicología de la Universidad de Knox que estudia los tiroteos masivos, comentó que casi todos los asesinos jóvenes que él ha investigado estuvieron motivados por una necesidad de probarse a ellos mismos.
McAndrew afirmó: “Son jóvenes que se sienten como perdedores y tienen un impulso muy fuerte de demostrarle a todo el mundo que sí importan. En el caso del tirador de Búfalo, se trataba de impresionar a esta comunidad de racistas que él había cultivado en línea. En el caso del chico de Uvalde, fue una cuestión de volver al lugar donde sintió que no lo respetaron para actuar con violencia”.
Peterson agregó: “Y desde Columbine, han tendido a estudiarse y emularse uno al otro. Es un problema creciente”.
En casi todos los casos, las redes sociales o las plataformas interactivas de videojuegos en línea desempeñaron algún papel, lo que refleja la ubicuidad de la cultura juvenil en línea durante las dos últimas décadas.
A finales de los noventa, al inicio de la era de las redes sociales, uno de los tiradores de Columbine creó un blog en America Online (AOL) para detallar sus pensamientos violentos.
Un estudiante universitario de 22 años que asesinó a seis personas en Santa Bárbara, California, en 2014, ofreció una de las expresiones más directas de la mentalidad de un tirador en un video publicado en YouTube: el arma, aseguró, le daba una sensación de poder.
El homicida de Búfalo, emulando al terrorista antimusulmán de 28 años que masacró a 51 personas hace tres años en Christchurch, Nueva Zelanda, transmitió en directo mientras mataba de manera metódica a clientes por ser negros. El hombre acusado de los asesinatos en Uvalde usó Yubo, una plataforma relativamente nueva, para compartir mensajes intimidantes en los que parecía telegrafiar sus planes.
“Es una manera de impresionar para los jóvenes”, señaló Titania Jordan, de Bark Technologies, una compañía de seguridad en línea que monitorea el uso de las plataformas para buscar contenido violento. “Para ellos, es una forma de mostrar fortaleza si sufren acoso o se sienten excluidos. Ahora es solo una parte de la narrativa en todos estos casos; las redes sociales siempre son un componente de influencia”.
También hay uno biológico. Los científicos han sabido desde hace tiempo que el periodo de la adolescencia y la posadolescencia es un momento crítico para el desarrollo cerebral y una época, para la mayoría de los chicos, que a menudo se caracteriza por la agresión y el comportamiento impulsivo. En contraste, las chicas de la misma edad tienen un mayor control de sus impulsos y emociones.
En general, los chicos y los hombres jóvenes representan la mitad de todos los homicidios que involucran armas de fuego, o cualquier otra arma, en el ámbito nacional, un porcentaje que ha ido en ascenso constante. Los atacantes de menos de 30 años cometieron exactamente el 50 por ciento de todos los asesinatos en 2020, el último año que cuenta con datos extensos disponibles, según el sistema uniforme de seguimiento de datos delictivos del FBI.
Los tiroteos masivos, definidos por la mayoría de los expertos como aquellos que derivan en la muerte de más de cuatro personas, son poco comunes; los tiroteos de la escala de los de Búfalo y Uvalde, con más de diez víctimas, son todavía menos comunes. Alrededor del 99 por ciento de todos los tiroteos en Estados Unidos que dejan menos víctimas son el resultado de crímenes o disputas personales y son consecuencia de actividades relacionadas con drogas, conflictos entre pandillas, violencia doméstica y disputas personales, según las estadísticas recopiladas por el gobierno federal y los académicos.
¿Por qué una cifra desproporcionada de crímenes son cometidos por hombres en los últimos años de su adolescencia y a principios de los 20?”, cuestionó Laurence Steinberg, un profesor de Psicología y Neurociencia en la Universidad Temple que ha trabajado de manera extensa en temas relacionados con el desarrollo del cerebro adolescente.
Steinberg manifestó que la explicación incluye la neurobiología de los años adolescentes que cada vez se comprende mejor. Precisó que, durante la adolescencia, un “gran desajuste” se genera entre las partes del cerebro que causan comportamiento impulsivo y sensibilidad emocional y otras partes del cerebro que regulan la decisión de llevar tales impulsos a la acción. Agregó que los hombres tienden a tener un pico aún más alto y más rápido en la excitación, mientras que las mujeres experimentan un pico más alto en la regulación a una edad menor (y, por lo tanto, “en todas las edades, los hombres son más propensos a buscar sensaciones”).
El nivel más alto de ese desajuste tiende a ocurrir al final de la adolescencia o al principio de los años 20. “Entonces, los sistemas regulatorios comienzan a coincidir con los impulsos y se tiene una mejoría gradual en la capacidad de controlar los pensamientos, las emociones y los comportamientos conforme empiezan los veintitantos años”, añadió Steinberg.
Aun así, lo que diferencia a los asesinos masivos de otros hombres jóvenes que no llevan estos impulsos a la acción es difícil de definir e incluso más difícil de contrarrestar: la locura.
No obstante, la gran mayoría de hombres jóvenes con trastornos de salud mental, incluso los casos graves, nunca cometen actos de violencia. Es más probable que sean víctimas o se dañen a sí mismos de forma impulsiva, a que planeen con cuidado actos violentos contra otras personas.