Ganna Nikolska quedó decepcionada tras hablar con una compañía de seguros dispuesta a contratar a refugiados ucranianos en Berlín: “No puede ser porque no hablo alemán”, dice en un inglés rudimentario.
Esta doctora, de 42 años, huyó en marzo de la ciudad ucraniana de Járkov “con su mochila y su hija”, declaró a la AFP su hermana Olena Nikitochkina, de 36 años, que ahora la acoge.
Le gustaría quedarse en Alemania, pero le cuesta encontrar un trabajo en su oficio “porque necesita que su diploma sea reconocido y, sobre todo, que hable el idioma”, dijo Nikitochkina.
Alrededor de 1.000 refugiados ucranianos visitaron esta semana una feria de la Cámara de Comercio e Industria de Berlín (IHK) con presencia de varias empresas.
Tres meses después del inicio de la ofensiva rusa que ha provocado el éxodo de más de 6 millones de personas del país devastado por la guerra, Alemania, entre los países no fronterizos con Ucrania, es el que acoge al mayor número, según la ONU.
Las autoridades alemanas calculan que han llegado más de 700.000 personas desde el 24 de febrero, aunque no está claro cuántas están de paso.
– Escasez de mano de obra –
Tras la emergencia de las primeras semanas, el objetivo es integrar y dar trabajo a los migrantes, en su mayoría mujeres (representan el 80% de los adultos en el exilio).
Unas sesenta empresas, entre ellas hoteles, clínicas privadas o del sector de la construcción, participaron en el foro de la IHK.
“El doble de personas pidieron participar”, dice Yvonne Meyer, gerente de la Cámara de Comercio e Industria.
La mano de obra ucraniana atrae a los empresarios de la mayor economía de Europa.
En Alemania, un país envejecido con casi pleno empleo, hay escasez de personal en casi todos los sectores, especialmente en la industria, el comercio y la sanidad.
Según el Instituto de Investigación sobre el Trabajo y el Empleo (IAB), actualmente hay 1,69 millones de puestos de trabajo vacantes en Alemania, un récord.
“Siempre estamos buscando personal, así que esta es una muy buena oportunidad para nosotros”, admitió en el foro un reclutador de Berliner Stadtreinigungsbetriebe, la empresa encargada de la limpieza de las calles de la capital.
Algunas empresas, como los restaurantes Grill Royal o el grupo de clínicas Policum, proponen un curso de alemán.
Pero ninguna de las empresas en las que está interesada Yuliia Bokk ofrece esta posibilidad.
“No basta con hablar inglés. En cada stand me dicen: ‘Aprende lo básico del alemán y vuelve con nosotros'”, dice esta joven de 24 años, que tenía un buen trabajo en Kiev en una empresa de venta al detalle.
Sin embargo, Yuliia Bokk se considera afortunada de estar en Alemania. Desde el 1 de junio, los refugiados ucranianos tienen derecho a una prestación mensual de 449 euros (481 dólares) y están inscritos en la seguridad social.
La joven también pudo iniciar un “curso de integración” gratuito de unos seis meses sobre lengua y cultura alemana.
Como ella, más de 80.000 refugiados ucranianos ya han sido admitidos en el curso, según la Oficina Federal de Migración y Refugiados (Bamf).
“El curso tiene una gran demanda, pero como muchos refugiados llegaron a Alemania en 2015 desde Siria o Afganistán, ya teníamos las estructuras creadas”, explica Martin Eckermann, de Bamf.
En 2015, Alemania abrió sus puertas a cientos de miles de sirios e iraquíes, de modo que el número de solicitantes de asilo que trabajan en Alemania se ha multiplicado por más de seis desde entonces, según la agencia de empleo.