Una expedición a las profundidades del mar

Una expedición a las profundidades del mar
Los científicos a bordo representaban a cuatro países con áreas marinas protegidas con alta conectividad: Panamá, Costa Rica, Colombia y Ecuador. Comprender la biodiversidad en la Cordillera de Coiba beneficiaría los esfuerzos de conservación en conjunto. Foto, Ana Endara, STRI.

Dos semanas explorando la Cordillera de Coiba revelaron pistas sobre esta área poco conocida.

Luego de casi 30 horas de navegación desde la ciudad de Panamá, la embarcación M/V Argo, con seis investigadores y dos comunicadoras científicas a bordo, se detuvo sobre el paralelo cinco: a pocos metros de la frontera que separa el mar panameño del colombiano. Del suelo marino surgía una larga cordillera submarina compartida entre ambos países, uno de sus picos directamente bajo el barco, a una profundidad de 130 metros. El lado colombiano del monte ya había sido explorado antes, pero el panameño no. La expedición científica liderada por el ecólogo marino Héctor Guzmán del Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales y MigraMar, y con investigadores de Costa Rica, Ecuador, Colombia y Panamá, sería la primera en hacerlo.

Al mejor estilo del explorador francés Jacques Cousteau, Guzmán descendería dos veces al día en el DeepSee, un submarino amarillo de tres plazas piloteado por la tripulación del Argo, alcanzando hasta los 350 metros de profundidad—unas diez veces más profundo que un buceo técnico. No solo exploraría el monte ubicado en el paralelo cinco, si no también tres otros montes unidos por la misma cadena montañosa submarina que conecta Panamá con Costa Rica, Ecuador y Colombia. Conocida como la Cordillera de Coiba, esta cadena de montañas también es el foco de un área marina protegida recientemente expandida a 68,000 km2 por el gobierno de Panamá, permitiendo al país alcanzar el objetivo 2030 de las Naciones Unidas de proteger el 30% de sus océanos nueve años antes de la fecha tope.

“Panamá ha dado un paso gigante y está liderando la región en temas de conservación”, dijo César Peñaherrera, doctor en ciencias marinas cuantitativas de Migramar y uno de los científicos en la expedición. “En menos de siete años ha logrado, no solo crear nuevas áreas marinas protegidas, sino cumplir con muchas de las metas de la iniciativa global 30×30”.

La data colectada durante los diez días en alta mar ayudaría a conocer y proteger mejor la reserva marina designada por Mission Blue como un Hope Spot: un lugar único que ha sido identificado como crítico para la salud de los océanos.

En la profundidad del océano, donde el resplandor del sol no llega y el azul profundo se torna negro, el DeepSee encendía sus luces delanteras y empezaba a explorar los montes submarinos. Once inmersiones en los dos montes más someros detectados durante la expedición revelaron la abundancia de un coral blando amarillo, que se colectó y analizará para determinar si es una especie nueva. También se encontró una diversidad de peces, anguilas, esponjas, pepinos de mar, crustáceos y estrellas de mar, entre otros. Se recolectaron, además, varios kilos de roca para comprender mejor su origen geológico y poder comparar el monte con el banco Hannibal, unos 300 kilómetros al norte.

Las especies pelágicas—como tiburones, peces vela, rayas o tortugas—fueron monitoreadas a 10 metros de profundidad, por medio de sistemas remotos de video submarino con carnada (BRUVS, por sus siglas en inglés), unas estructuras de acero inoxidable con tres cámaras de video y un contenedor con pescado picado diseñado para atraerlas con su olor. Dado que los montes submarinos son un área de agregación de especies marinas migratorias, la expectativa por descubrir qué animales circulaban por los alrededores de la Cordillera era alta.

 

Investigación científica
También hubo momentos menos esperanzadores a lo largo del viaje, como la frecuencia con que se observaba basura plástica flotando en alta mar o las varias líneas de pesca atascadas en los montes submarinos del área marina protegida. Foto, Ana Endara, STRI.

Los hallazgos con los BRUVs no se hicieron esperar. Desde el inicio se observaron tiburones, incluyendo el poco común tiburón zorro (Alopias pelagicus) y una escuela de aproximadamente 60 tiburones martillo (Sphyrna lewini), una especie en peligro crítico de extinción. Otra gran sorpresa fue la aparición de unMasturus lanceolatus o mola coliaguda en cámara hacia el final de la expedición, ya que es un pez que existe en océanos alrededor del mundo, pero es raramente detectado. En total se recopilaron unas 900 horas de video, incluyendo grabaciones con cámaras de 360 grados, que se analizarán en más detalle más adelante. Preliminarmente, sin embargo, los hallazgos sugieren que esta puede ser un área importante para las especies marinas migratorias.

Las inmersiones en submarino también sorprendieron a los científicos en el último día de exploración: se detectó un sitio con abundancia de tiburón negro espinoso (Echinorhinus cookei), una especie de profundidades de la que se conoce muy poco, ya que no es fácil de observar. El hallazgo se dio en un monte submarino nombrado por Guzmán en honor al recientemente fallecido explorador marino y buzo del Parque Nacional Coiba, Kevan Mantell.

“Nuestra expedición fue compleja, su éxito dependió del esfuerzo extraordinario y trabajo en equipo del personal científico con el del barco y submarino”, dijo Guzmán. “Logramos nuestras metas iniciales, evaluar especies migratorias y explorar montañas submarinas nunca vistas que se destacan en este grandioso país anheloso de ciencia y descubrimiento”.

A pesar de los descubrimientos emocionantes y reveladores de esta primera expedición científica a la Cordillera de Coiba, hubo momentos menos esperanzadores. A lo largo del viaje era frecuente observar basura flotando en alta mar, en especial botellas de plástico. Varias líneas de pesca fueron detectadas, atascadas en los montes submarinos.

Y, finalmente, se identificó una pequeña embarcación navegando cerca del Argo durante el punto medio de la expedición, que se encontraba aleteando tiburones en el área marina protegida, una práctica cruel e ilegal prohibida en Panamá que amenaza las poblaciones de tiburón y el bienestar general de los océanos. Casualmente, los días que la embarcación estuvo cerca de la expedición científica, la cantidad de fauna marina registrada en las cámaras de video se redujo drásticamente.

Esta primera misión científica exploratoria fue posible gracias a los fondos del Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales, el Consejo Asesor de STRI, Collatos Family Foundation, la familia Hothem, Re:wild, Fundación Wyss y Mission Blue, así como el esfuerzo de científicos representando a MigraMar, la Universidad Marítima Internacional de Panamá (UMIP), la Universidad de Costa Rica y el Centro de Investigación en Ciencias del Mar y Limnología (CIMAR), Fundación Malpelo, y el apoyo incondicional de la tripulación del M/V Argo de Undersea Hunter Group.

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