A diferencia de los trabajadores jóvenes, los jubilados no se pueden dar el lujo de esperar. El tiempo importa. Los declives en los mercados que ocurren durante los primeros cinco años de la jubilación pueden provocar un daño significativo y permanente.
La mayoría de los estadounidenses financia su retiro con una cierta cantidad de fe: invertir les servirá para que sus ahorros mantengan el paso de la inflación, las instituciones seguirán funcionando como siempre, todo saldrá bien al final.
Es complicado mantener ese optimismo en momentos como estos, cuando parece que casi todo está en riesgo y no hay ninguna certeza. Se podría decir que la estrategia de los estadounidenses es una apuesta y no sería una aseveración equivocada.
Por supuesto, el futuro siempre ha sido incierto. Era desconocido en 1973, durante uno de los periodos más altos de inflación; en el año 2000, cuando estalló la burbuja de las puntocom; y de nuevo en 2008, cuando colapsaron los mercados inmobiliario y financiero. Y es indescifrable ahora, cuando los mercados han estado a la baja un 11,6 por ciento en lo que va del año mientras la inflación sigue al alza, en un 8,5 por ciento en julio, aunque se detuvo un poco en comparación con el mes anterior. Los bonos suelen ofrecer un colchón cuando se desploman las acciones, pero tampoco han brindado mucha amortiguación.
“Este año ha sido desconcertante para los jubilados porque el golpe ha sido triple: la caída en los precios de las acciones, la caída en los precios de los bonos y una inflación alta”, comentó Christine Benz, directora de finanzas personales y planeación para el retiro de Morningstar.
A diferencia de los trabajadores jóvenes, los jubilados no se pueden dar el lujo de esperar. El tiempo importa. Los declives en los mercados que ocurren durante los primeros cinco años de la jubilación pueden provocar un daño significativo y permanente, pues es más probable que una cartera disminuya, en gran medida porque cuando se recupera el mercado, queda menos dinero intacto. Es menos riesgoso experimentar ese tipo de declives ya entrado el periodo de jubilación simplemente porque el dinero ya no debe durar tanto.
Hace poco, T. Rowe Price indagó en el último medio siglo para ver cómo les fue a las personas que se jubilaron en distintas recesiones, incluso en periodos de inflación alta. La buena noticia: el rendimiento de sus carteras de inversión fue bueno o el que se esperaba. La menos buena: el rendimiento pasado no garantiza los resultados futuros.
La investigación de la firma se basa en la famosa regla de oro del cuatro por ciento, la cual encontró que los jubilados que retiraron el cuatro por ciento del saldo de su cartera para el retiro en el primer año y desde entonces ajustaron a la inflación esa cantidad de dólares todos los años, crearon un sueldo que duró 30 años.
Con ese marco de referencia, T. Rowe Price analizó cómo les iría a los inversionistas con una cartera de 500.000 dólares —un 60 por ciento en acciones y un 40 por ciento en bonos— durante 30 años si se hubieran jubilado al inicio de los años 1973, 2000 y 2008 (los últimos dos periodos siguen corriendo). Todos empezarían retirando 1667 dólares cada mes —o 20.000 al año— y luego aumentarían esa cantidad cada año según la tasa de inflación real del año anterior.
Volvamos a 1973, año que, debido al embargo al petróleo y las altas tasas de inflación, hace eco del presente. Los analistas encontraron que los jubilados de ese año habrían visto cómo sus carteras se reducían a 328.000 dólares o casi un 35 por ciento, para septiembre de 1974, y un aumento de la inflación de más del 12 por ciento para finales del mismo año. Un doble impacto increíblemente doloroso.
En ese momento, los jubilados no tenían idea de que las circunstancias cambiarían, pero, una década después de jubilarse, el saldo de la cartera había regresado a 500.000 dólares. E incluso después de la recesión del año 2000, al cabo de 30 años, la cartera había aumentado muy por encima de 1 millón de dólares.
“De cierta forma, todo depende de retirar esa tasa del cuatro por ciento desde el inicio”, comentó Judith Ward, planeadora de finanzas sénior y directora de liderazgo intelectual en T. Rowe Price.
Ward admitió que en realidad los jubilados no gastan en línea recta, sino que gastan más al inicio de su jubilación. Sin embargo, Ward dijo que el estudio enfatiza la importancia de empezar con un plan de gasto conservador cuando una cartera está a la baja.
“Ese control de cuánto estás gastando en realidad es un control fuerte que funciona”, agregó.
Al utilizar la misma estrategia con las personas que se jubilaron en mercados bajistas más recientes —en los periodos posteriores a 2000 y 2008, cuando el mercado bursátil perdió casi la mitad de su valor—, las carteras también se proyectaron como sustentables, aunque a los jubilados todavía les faltan ocho y catorce años para llegar a los 30 años de retiro (las conclusiones de Ward también aplicaron a otros escenarios, entre ellos uno en el cual la inflación persistió en un nueve por ciento para el resto de los periodos de 30 años de jubilación).
“Esos escenarios suponen que el inversionista no ajustó su comportamiento debido al nerviosismo inevitable que probablemente provocaron las pérdidas de un mercado bajista”, comentó Ward. “La naturaleza humana es adaptarse y ajustar, y es probable que los jubilados quieran modificar sus planes de alguna manera”.
Según Ward, eso añade un margen más fuerte de seguridad.
Otros expertos les advierten a los jubilados que no se duerman en los laureles de los resultados pasados porque el futuro —¡siempre incierto!— podría deparar algo distinto.
“Tomar en cuenta el pasado da una falsa seguridad”, comentó David Blanchett, director de investigación para el retiro de PGIM, la firma de gestión de activos parte de Prudential Financial. “Estados Unidos y Australia han tenido dos de los mejores mercados de capital de los últimos 100 años. Eso es útil, pero debemos ver hacia adelante”.
Por esto, los expertos financieros sugieren hacer retiros con base en una estrategia flexible, enfocándose en lo que pueden controlar en ese momento, pues las condiciones cambian.
A continuación, algunas estrategias que podrían ser útiles.
Reevaluación. Una estrategia es hacer tus retiros en términos de necesidades, carencias y deseos. ¿Cuántas de tus necesidades básicas son cubiertas por fuentes predecibles de ingreso como el Seguro Social o las pensiones y cuánto más necesitas retirar para cubrir el resto? Tal vez, para cubrir tus necesidades básicas, debes retirar del tres al cuatro por ciento, pero tus carencias quizá sean más del cuatro al seis por ciento.
“Lo más importante es que tengas tus necesidades cubiertas”, comentó Blanchett.
Un apartado de dinero en efectivo. La idea central de todo esto es guardar en efectivo, o algo parecido, al menos lo equivalente a un año de gastos básicos —sin contar lo que cubren las fuentes predecibles de ingreso como el Seguro Social—, para que los jubilados en una recesión puedan gastar de este apartado en vez de tener que recurrir a su cartera, así le dan más tiempo para recuperarse.
Esta estrategia requiere planeación, pero puede mitigar la ansiedad para los jubilados que se sienten seguros con la compartimentación. Los críticos han señalado que ahorrar una cantidad significativa de una cartera en dinero en efectivo puede ser una carga que perjudique los rendimientos a largo plazo, pero para muchos jubilados puede ser un plan que pueden cumplir… y ese es el factor más importante.
Barandilla. Esta estrategia, creación del asesor financiero Jonathan Guyton y el computólogo William Klinger, insta a los jubilados a ser flexibles, hacer más retiros cuando el mercado sea favorable y replegarse cuando no sea así.
Esta investigación reveló que los jubilados suelen estar a salvo si retiran más o menos el cinco por ciento el primer año (y luego aumentan esa cantidad cada año a la inflación), siempre y cuando se replieguen cuando reciban una señal de advertencia.
Esa advertencia comienza cuando los retiros aumentan una cierta cantidad —o una quinta parte— por encima de su tasa inicial. Por lo tanto, si la cartera se desploma y la cantidad retirada ahora se traduce a un seis por ciento o más, un incremento comparado con el cinco por ciento, los jubilados tendrían que reducir un 10 por ciento la cantidad de dólares que retiran.
Por ejemplo, consideremos a un jubilado que en el primer año toma un cinco por ciento, o 25.000 dólares, de una cartera de 500.000 dólares. Si la inflación estuviera en un nueve por ciento, el aumento normal del dinero retirado para el siguiente año sería a 27.250 dólares. No obstante, si se activa una barandilla —esto es, si la cartera se desplomara a unos 415.000 dólares, con lo cual esos 25.000 ahora serían equivalentes a una tasa de retiro del seis por ciento—, la cantidad retirada más bien tendría que reducirse a 24.525 dólares (o un 10 por ciento menos de 27.250 dólares).
Revisión. Este es otro parámetro aproximado que les sirve a los jubilados para saber si tal vez están retirando demasiado.
Digamos que te estás jubilando a los 70 años y decides que quizá necesitarás que tu dinero te dure hasta los 95 años. Divide uno entre 25 (la cantidad de años que necesitas que rinda tu dinero): esto se traduce a una tasa de retiro del cuatro por ciento para ese año. Con una cartera de 500.000 dólares, son 20.000 dólares.
No obstante, si tenías contemplado sacar 30.000 dólares ese año —o el seis por ciento—, lo mejor es que te contengas.
“Es una evaluación constante”, opinó Blanchett. “¿Esto funcionará a largo plazo? Y esa es una manera muy sencilla de obtener una respuesta”.