La guerra urbana en Haití se ensaña contra los más pobres

La guerra urbana en Haití se ensaña contra los más pobres
Un hombre camina con una mujer en silla de ruedas el 27 de agosto de 2022, en Puerto Príncipe (Haití). EFE/ Johnson Sabin

Más de 3.000 personas desplazadas de la violencia entre bandas armadas en Puerto Príncipe, la capital de Haití, viven en condiciones inhumanas en la Plaza Hugo Chávez, ante la indiferencia de las autoridades de este país, sumergido en una grave crisis, con un alto costo para los más pobres.

Los desplazados, entre ellos cientos de niños, abarrotaron la plaza, ubicada en el barrio Tabarre y a menos de un kilómetro del aeropuerto, mucho de ellos con tan solo lo que tenían puesto, sin agua ni comida, en medio del caos y la anarquía.

Huyeron de más de una docena de barrios de Cité-Soleil, sumidos en una guerra que este año se ha cobrado más de 300 vidas.

UNA VIDA MUY COMPLICADA

Kesnel Franck, de 49 años, padre de familia, dice a Efe que no tenía otra opción tras abandonar su casa en Cité-Soleil, por lo que se instaló en esta plaza, adornada por una estatua de siete metros inspirada en el líder de la Revolución Venezolana.

Franck lleva diez días en el lugar y sobrevive “gracias a la buena fe de los demás”, asegura.

“El problema más grave es la alimentación y el sueño”, confiesa Franck, a quien las intensas lluvias de estos días han obligado a permanecer horas de pie.

Cerca de él está Kettia Pierre, de 42 años, que se refugió junto a sus cinco hijos, después de que su marido fuera ultimado en su presencia por miembros de una banda.

Nunca ha recibido la visita de algún funcionario, cuenta Pierre en declaraciones a Efe.

“Vivo muy mal (…). Tenemos que encontrar a alguien que satisfaga nuestras necesidades. No somos perros. Somos cristianos vivos”, argumenta, al tiempo que denuncia que los hombres impiden a las mujeres acceder a los alimentos durante las distribuciones.

DORMIR ES UN VERDADERO CALVARIO

Muchos de los desplazados salen en la mañana a trabajar o hacer diligencias, por lo que es en la noche, a la hora de dormir, cuando se complica la situación.

“Por la noche, cuando llueve, nos resulta imposible dormir”, . Anoche la lluvia cesó alrededor de las dos. No podía dormir”, dice a Efe Saint Louis Marie Lande, 38 años y madre de 5 hijos, aunque solo la acompaña uno, ya que los otros 4 están con familiares.

Muy pocos tienen una sábana para poner en el suelo o para cubrirse por la noche.

En estas condiciones, viven mujeres embarazadas, cientos de bebés, niños y discapacitados que huyen masivamente de las atrocidades de una guerra urbana entre bandas que se disputan los territorios.

MUY POCO APOYO

Los desplazados denuncian el poco apoyo del Gobierno, que debería enviar al lugar a responsables del Ministerio de Asuntos Sociales y al Fondo de Asistencia Social, dice a Efe Jean Ernst Désilian, portavoz de un comité que gestiona el campamento.

“Ninguna institución del Estado ha venido a vernos”, critica el dirigente, que se queja, además, de que la situación se esté dando muy cerca del aeropuerto de la capital sin que las autoridades lleven a cabo acciones para enfrentar lo que ocurre.

También critica la ausencia de las autoridades municipales de Cité Soleil que han abandonado a las personas “como perros callejeros”.

El Programa Mundial de Alimentos (PMA) lleva comidas calientes para los refugiados de guerra al menos dos veces al día.

Poco a poco, la cantidad ha ido aumentando hasta llegar a los 1.100 platos, pero no es suficiente.

En tanto, la ONG Solidarités Internationales les proporciona agua tratada para el consumo y aseo.

RECLAMAN REALOJAMIENTO

En la plaza no hay tiendas de campaña, por lo que urge la reubicación de los desplazados.

“Esta gente no puede quedarse en la plaza. Tenemos que realojarlos lo antes posible”, suplica Désilian, quien hace un llamamiento a todas las autoridades y ONG que trabajan sobre el terreno para que ayuden a los desplazados

Muchos de los desplazados vieron arder sus viviendas durante los conflictos armados que han tenido lugar en este barrio de chabolas durante los últimos cinco años.

“No tenemos a nadie. Hay personas que, si tuvieran familiares con los que contar, no estarían aquí”, concluye Kesnel Franck.

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