Es posible que los rasgos principales de nuestra personalidad se hayan atenuado un poco, de manera que nos hemos vuelto menos creativos y extrovertidos, no tan agradables y menos escrupulosos, según el estudio, publicado el mes pasado en la revista PLOS ONE.
Ya fuera asistir a clases, crear primeras impresiones memorables en el nuevo trabajo de oficina o llenar el auditorio de un concierto, muchos eventos sociales que habían sido ritos de paso para los jóvenes se vieron alterados por la pandemia de coronavirus.
Eso ha dejado a personas como Thuan Phung, un estudiante del penúltimo año en la Escuela de Diseño de Parsons, que vive en Hell’s Kitchen en Manhattan, sintiéndose “raro” sobre las interacciones en la vida real. Después de dos años de clases en línea, regresó al salón de clases.
“En Zoom puedes silenciar la conversación”, Phung, de 25 años, dijo. “Me tomó un tiempo saber cómo hablar con la gente”.
Ahora, un estudio reciente sobre la personalidad sugiere que la incomodidad que él siente no es inusual para la gente de su generación, quienes se vieron forzados a aislarse debido a las restricciones generadas por la pandemia cuando tenían unos 20 años, una época de ansiedad social para muchos.
El COVID no reconfiguró la manera en que trabajamos y nos relacionamos con los demás, sino que también cambió nuestra forma de ser, de acuerdo con el estudio, el cual encontró algunos de los efectos más pronunciados entre los adultos jóvenes.
Es posible que los rasgos principales de nuestra personalidad se hayan atenuado un poco, de manera que nos hemos vuelto menos creativos y extrovertidos, no tan agradables y menos escrupulosos, según el estudio, publicado el mes pasado en la revista PLOS ONE.
Estos declives equivalen a “cerca de una década de cambio de personalidad normativo”, señaló el estudio. Los menores de 30 años mostraban una “madurez alterada”. Ese cambio es lo contrario de cómo se desarrolla normalmente la personalidad de un adulto joven a lo largo del tiempo, escribieron los autores de dicho estudio.
“Si los cambios son duraderos, esta evidencia sugiere que los eventos estresantes para toda la población pueden sesgar ligeramente la trayectoria de la personalidad, sobre todo en los adultos más jóvenes”, indicó el estudio.
Los autores del estudio sobre la personalidad se basaron en los datos de Understanding America Study, un panel por internet de la Universidad del Sur de California que está en curso y en 2014 comenzó a recopilar las respuestas de encuestas, a partir de los datos disponibles al público de unos 7,000 participantes que respondieron a una evaluación de la personalidad administrada antes y durante la pandemia.
Angelina Sutin, autora principal del artículo y profesora de la Universidad Estatal de Florida, dijo que los resultados del estudio mostraron que, en promedio, la personalidad de los participantes se alteró durante la pandemia, aunque enfatizó que los hallazgos solo captaron “un momento en el tiempo” y podrían ser temporales.
“La personalidad tiende a ser bastante resistente al cambio. Quizá solo una pandemia mundial o algo del tipo [la afecte]”, dijo Sutin. “Pero es difícil señalar exactamente qué aspecto de la pandemia provocó estos cambios”.
Sutin y sus coautores tampoco saben si esos cambios de personalidad persistirán.
Los investigadores analizaron cinco dimensiones de la personalidad: el neuroticismo, la tolerancia al estrés y a las emociones negativas; la apertura, definida como la falta de convencionalismo y la creatividad; la extroversión, o cuán extrovertida es una persona; la afabilidad, o el hecho de ser “confiado y directo”; y la escrupulosidad, el grado de responsabilidad y organización de una persona.
Gerald Clore, profesor emérito de psicología de la Universidad de Virginia, dijo que los autores fueron “cautelosos a un grado adecuado” en sus conclusiones y en subrayar la necesidad de nuevos estudios para reexaminar los resultados.
La pandemia en sí misma fue un “experimento formidable”, dijo Clore, quien teorizó que tal vez fue la reestructuración de las rutinas, en lugar del estrés general, lo que modificó la personalidad de las personas.
Quizá como un reflejo de los cambios que hubo, el interés por la psicoterapia se disparó durante toda la pandemia, comentaron varios terapeutas. La terapia virtual también está en auge.
En Talkspace, una plataforma que ofrece terapia en línea, el número de usuarios individuales activos aumentó un 60 por ciento desde marzo de 2020 hasta un año después, dijo John Kim, un portavoz de la compañía.
El número de adolescentes que buscan terapia en BetterHelp aumentó casi cuatro veces desde 2019, declaró un portavoz de esa compañía que ofrece terapia en línea.
Los terapeutas que ejercen en Estados Unidos dicen que han observado que sus clientes tienen dificultades para sortear las restricciones de la vida pandémica y lidiar con las vicisitudes de las normas sociales.
Nedra Glover Tawwab, una terapeuta con sede en Charlotte, Carolina del Norte, que tiene un consultorio privado y más de un millón de seguidores en Instagram, dijo que notó una creciente incomodidad a medida que la gente se reintegraba poco a poco a las rutinas del pasado, como trabajar en una oficina.
“Nos hemos acostumbrado tanto a aislarnos que ahora creemos que nos encanta”, mencionó Glover Tawwab. “Pero, ¿eres así de verdad? ¿O es lo que has tenido que aceptar durante ese tiempo?”.
Delta Hunter, una terapeuta de Nueva York que organiza un grupo de terapia de ansiedad social, dijo que la pandemia “agravó” la ansiedad existente.
“Las personas quieren conectarse y procesar juntos y no pudimos hacer nada de eso”, opinó Hunter. “La gente se sintió muy perdida por eso”.
Los adultos más jóvenes, principalmente los adolescentes, se han enfrentado a mayores restricciones en las actividades y experiencias típicas de la adolescencia y la juventud, concluyó el estudio de Sutin, el cual encontró que los individuos menores de 30 años mostraron las caídas más bruscas en la escrupulosidad y la afabilidad.
“Cuando todo tu mundo se traslada al espacio virtual, pierdes ese campo de entrenamiento para poder ser más consciente”, dijo Harmon, y añadió que observó mucha ansiedad social en las generaciones más jóvenes, quizá porque no habían acumulado tantas experiencias en persona y la capacidad para afrontar situaciones.
Hace varios meses, el consultorio de Anviksha Kalscheur, en Chicago, creó un programa de apoyo a los adolescentes para ayudarles a afrontar sus sentimientos de desconexión y aislamiento.
En general, los adolescentes expresaron una perspectiva negativa hacia el futuro y una mayor ansiedad social, contó. Los terapeutas detectaron un “pequeño nubarrón” en la perspectiva de sus clientes cuando se trataba de percibir la incertidumbre de los años venideros, explicó Kalscheur.
La conexión, el apego y la interacción con terceros son fundamentales para el desarrollo de la personalidad, explicó Kalscheur, y añadió que la identidad y la personalidad aún se están formando en los adolescentes más jóvenes.
“Están en esa etapa de desarrollo pero no están recibiendo esas señales, esos apegos, ese aprendizaje, es decir, todas esas piezas diferentes que hay y en las que ni siquiera solemos pensar”, dijo. “Así que, por supuesto, tu entorno tiene un impacto enorme, además, en ese marco temporal concreto”.
Cuánto durarán los cambios del periodo pandémico sigue siendo una incógnita, según los autores del estudio.
Los terapeutas, entre ellos Glover Tawwab, afirmaron que el periodo de transición a la interacción en persona tras el peor momento de la crisis podría suponer una oportunidad para reintegrarse lentamente y volver a conectar con la gente y las experiencias de modo más intencionado.
“Este es un momento maravilloso para observar realmente qué cosas echas de menos y de qué cosas prefieres alejarte”, manifestó. “Así que ahora tenemos este tiempo para crear lo que de verdad queremos”.