La nueva recomendación es un reconocimiento de que los esfuerzos para desarrollar pruebas de cribado que les salven la vida a personas y detecten de manera temprana el cáncer de ovarios han fracasado y las mujeres deberían considerar tomar medidas más proactivas.
No existe ninguna prueba de cribado para detectar el cáncer de ovario, así que los médicos exhortan a las mujeres que tienen un riesgo genético alto de la enfermedad a que se extirpen los ovarios y las trompas de Falopio una vez que han decidido ya no tener hijos, normalmente en torno a los 40 años.
El miércoles, una importante organización de investigación y defensa de los derechos de la mujer profundizó en esta recomendación de un modo que quizá sorprenda a muchas mujeres.
Con base en evidencia de que la mayoría de estos cánceres se originan en las trompas de Falopio y no en los ovarios, la Alianza para la Investigación del Cáncer de Ovarios está aconsejando incluso a las mujeres que no tienen mutaciones genéticas —es decir, a la mayoría de las mujeres— que se sometan a una extirpación quirúrgica de las trompas de Falopio si ya no tendrán hijos y además, tienen previsto someterse a una operación ginecológica.
“El cáncer de ovarios es una enfermedad relativamente poco común y no solemos emitir mensajes para la población en general”, afirmó Audra Moran, presidenta de la alianza. “Queremos que todas las personas con ovarios conozcan su nivel de riesgo y las medidas que pueden tomar para ayudar a prevenir el cáncer de ovarios”.
En aras de lo anterior, el grupo también ha empezado a ofrecer pruebas caseras para que las mujeres que califican puedan saber si tienen las mutaciones genéticas BRCA1 y BRCA2, que confieren un riesgo elevado de desarrollar cáncer de ovario y de mama.
Las portadoras más jóvenes de las mutaciones quizá consideren la posibilidad de que les extirpen solo las trompas de Falopio como medida provisional para protegerse del cáncer de ovario y evitar una menopausia precoz abrupta, según Moran, aunque el tratamiento habitual para las portadoras es extirpar también los ovarios.
Aunque las mujeres portadoras de las mutaciones BRCA1 y BRCA2 tienen un riesgo muy elevado de padecer cáncer de ovario, la mayoría de las mujeres que padecen la enfermedad no son portadoras de las mutaciones.
La nueva recomendación es un reconocimiento de que los esfuerzos para desarrollar pruebas de cribado que les salven la vida a personas y detecten de manera temprana el cáncer de ovarios han fracasado y las mujeres deberían considerar tomar medidas más proactivas.
Desde que un gran ensayo clínico británico demostró que las tomografías y los análisis de sangre para la detección precoz del cáncer de ovario no estaban salvando a muchas personas, se ha dicho a las mujeres que presten atención a síntomas vagos, como la inflamación, que podrían indicar que algo está mal.
Pero los especialistas afirman que no hay pruebas de que la vigilancia de estos síntomas evite muertes.
La Sociedad de Oncología Ginecológica, organización de médicos que tratan cánceres ginecológicos, ha respaldado el nuevo empeño por hacer más accesibles las pruebas genéticas y promover la extirpación profiláctica de las trompas de Falopio en mujeres sin riesgos genéticos.
“Se considera algo experimental”, afirmó Stephanie Blank, presidenta de la sociedad. Pero “parece razonable y tiene muchos puntos a favor”.
“Quitar las trompas no es tan bueno como quitar las trompas y los ovarios, pero es mejor que el cribado, que no funciona”, comentó.
Bill Dahut, director científico de la Sociedad Estadounidense del Cáncer, declaró: “Hay muchos datos buenos detrás de esta sugerencia, pues muestran que en quienes se han hecho esa operación, las tasas de incidencia de cáncer de ovarios son menores”.
“Si ves la biología, quizá mejor deberíamos llamarlo cáncer de las trompas de Falopio y verlo de otra manera, porque ahí es donde empieza”, explicó.
Según la Sociedad Estadounidense del Cáncer, el cáncer de ovario ocupa el quinto lugar entre los cánceres que más muertes causan entre las mujeres y es el más letal de todos los cánceres del aparato reproductor femenino. Cada año se diagnostica cáncer de ovario a unas 19.710 mujeres en Estados Unidos, y unas 13.000 mueren por esta causa.
Se trata de una neoplasia especialmente sigilosa, por lo que a menudo se diagnostica ya en una fase muy avanzada. El cáncer de ovario es mucho menos frecuente que el de mama, que se diagnostica a 264.000 mujeres y 2400 hombres cada año en Estados Unidos, pero sus tasas de supervivencia son mucho más bajas.
En el caso de las mujeres con mutaciones genéticas BRCA1 y BRCA2, los cirujanos suelen extirpar los ovarios y las trompas de Falopio en las mujeres con la mutación BRCA1 cuando estas tienen entre 35 y 40 años y entre los 40 y los 45 años en las mujeres con la mutación BRCA2, explica Blank. En teoría, para entonces las mujeres ya habrán tenido hijos si los desean.
Pero las mujeres que no tienen antecedentes familiares claros de cáncer de ovario o de mama podrían no saber que son portadoras de las mutaciones.
Monica Monfre Scantlebury, de 45 años y residente en Saint Paul, Minnesota, descubrió que tenía la mutación BRCA1 en 2017, cuando a su hermana menor le diagnosticaron cáncer de mama metastásico a los 27 años.
Su madre no tenía la mutación, lo que significa que la heredó de su padre fallecido. La madre de él, abuela de Scantlebury, había fallecido a los 40 años de cáncer de mama y ovarios.
Aunque en la familia sí hablaban de sus enfermedades cardiovasculares, el cáncer de las mujeres era algo de lo que solo se hablaba en voz baja, recordó en una entrevista. Después de que su hermana falleció en 2020, Scantlebury se extirpó las trompas de Falopio y un ovario que parecía contener un tumor.
“Tenía un poco más de 40 años y en ese punto a mis doctores les preocupaba menos que me diera cáncer de seno y más mi riesgo elevado de cáncer de ovario”, relató.
Unos días después, recibió una llamada de los médicos y le dijeron que en una de las trompas de Falopio extirpadas encontraron células precursoras de un carcinoma de ovario de alto grado. Scantlebury decidió que le extirparan el útero y el cuello uterino, junto con el ovario derecho restante.
Esas decisiones no fueron fáciles. “Tomé la decisión de que no voy a tener hijos biológicos, eso fue difícil”, expresó. “Y sigo teniendo riesgo de tener cáncer de mama”. Pero añadió: “Me pusieron el nombre de mi abuela y creo que la operación evitó que tuviera la misma esquela que ella”.
La práctica de extirpar las trompas de Falopio mientras la paciente se somete a otra intervención quirúrgica pélvica, denominada salpingectomía oportunista, ya es un tratamiento estándar en la Columbia Británica, en Canadá, según Dianne Miller, que hasta hace poco dirigía allí los servicios de cáncer ginecológico.
“Hace quince años se comprobó que los tipos de cáncer de alto grado más letales y frecuentes se originaban en las trompas de Falopio y no en el ovario y se propagaban con gran rapidez”, explica Miller.
Para cuando las mujeres presentan síntomas como inflamación o dolor abdominal, ya es demasiado tarde para hacer algo que salve vidas.
“Recuerdo el momento en que me dí cuenta de que muchos de estos tipos de cáncer pueden prevenirse, porque muchas mujeres se someten en algún momento a una operación de histerectomía, extirpación de fibromas o ligadura de trompas”, explica Miller.
Para las mujeres con un riesgo medio de cáncer de ovario, extirpar solo las trompas es una solución en la que todos salen ganando, porque conservar los ovarios tiene sus ventajas, pues incluso después de la menopausia siguen produciendo pequeñas cantidades de hormonas que ayudan a mantener sanos el cerebro y el corazón.
“Como oncólogos, nuestro objetivo es curar el cáncer”, dijo. “Pero si hay algo absolutamente mejor que curar el cáncer, es no padecerlo en primer lugar”.
Este artículo fue publicado originalmente en The New York Times.