Hubertus, hijo de Alfonso de Hohenlohe y de Ira von Fürstenberg, vio la luz en ciudad de México el 2 de febrero de 1959 y con cuatro años se trasladó a Europa, donde vivió en España y en Austria.
Hubertus de Hohenlohe, aristócrata, cantante y empresario, elevó este viernes a veinte, de nuevo en representación de México y ahora con 64 años, su propia plusmarca de participaciones en unos Mundiales de esquí alpino, al haber competido en el gigante de los de Courchevel y Meribel (Francia).
Hubertus, hijo de Alfonso de Hohenlohe y de Ira von Fürstenberg, vio la luz en ciudad de México el 2 de febrero de 1959 y con cuatro años se trasladó a Europa, donde vivió en España y en Austria; país en el que, como colegial, estuvo interno en la Mehrerau, en Bregenz (Vorarlberg), y en el que no tardó en descubrir su pasión por el deporte rey invernal.
Fundó la Federación Mexicana de Esquí en 1981, año en el que compitió por primera vez en la Copa del Mundo de esquí alpino, en la estación francesa de Val d’Isere, una temporada antes de debutar en unos Mundiales, los de Schladming (Austria).
Desde los de Schladming’82 hasta este viernes, al participar en el gigante disputado en Courchevel, Hubertus ha competido en veinte Mundiales, ampliando a esa cifra su propia plusmarca histórica de comparecencias en estos campeonatos.
Hubertus, gran animador -especialmente cuando era más joven- de estos eventos, nunca tuvo el nivel para ganar medallas; pero siempre fue un esquiador cualificado.
Este viernes, con 64 años, bastante hizo con no ‘averiarse’ en la larga, técnica, dura y exigente pista L’Eclipse de Courchevel -con salida a 1.730 metros de altitud y un desnivel de 450-, que no llegó a completar. Se saltó una puerta. Y quedó descalificado.
Siempre en representación de México, el aristocrático ‘Peter Pan’ del esquí compitió asimismo en seis Juegos Olímpicos de invierno: debutó en los de Sarajevo (Bosnia-Herzegovina, de aquella en la extinta Yugoslavia) de 1984; y participó, treinta años después, por última vez, en los de Sochi (Rusia), en los que se salió de recorrido en la primera manga del eslalon.
Sus presencias en Juegos de invierno hubiesen sido algunas más si el Comité Olímpico mexicano -con el que hace años mantuvo alguna que otra polémica- también le hubiese inscrito para los Juegos de Nagano’98 (Japón) y Turín 2006 (Italia). En los que, por supuesto, también estuvo presente, aunque sin competir.
También estuvo en los penúltimos, los de PyeongChang (Corea del Sur), hace cinco años; en los que diseñó los uniformes de competición de sus compatriotas participantes.
Las condiciones para ser olímpico son más estrictas que para competir en mundiales. Hubertus, que no compitió en los Juegos de Pekín del año pasado, no se da nunca por vencido; y este viernes mejoró su propio récord en Mundiales, que pretende seguir engrosando dentro de dos años en los de Saalbach (Austria).
El simpático y excéntrico Hubertus siempre destacó como figura mediática en cuantos eventos deportivos participó, en los que casi siempre se hizo notar también fuera de las pistas.
Intervino como cantante en unas cuantas ceremonias de inauguración de Mundiales, entre ellas la de los únicos que organizó España; en 1996, en Sierra Nevada (Granada), donde compartió protagonismo extradeportivo con el senegalés Lamine Guaye, al que estuvieron a punto de echar de esos campeonatos al desfilar en la Inauguración -en la que ejercieron de maestros de ceremonia los inolvidables Paco y Blanca Fernández Ochoa, únicos esquiadores alpinos españoles que han ganado medallas olímpicas- junto a un médico italiano que se había pintado de negro la cara.
Sólo un año después, afrontó, ataviado con la camiseta de la Juventus, el descenso -la prueba reina, la más peligrosa- de los Mundiales de Sestriere (Italia). En la estación del Piamonte, próxima a Turín, Hohenlohe corría prácticamente en casa: su madre, la princesa ítalo-alemana Ira von Fürstenberg, era sobrina del poderoso dueño de la FIAT, Gianni Agnell.
Cada vez que fue requerido por la Agencia EFE en varios de los Mundiales o Juegos Olímpicos en los que participó, Hubertus siempre se mostró amable y atento.
“Me gustaría ganar a los que no esquían todo el año”, apuntaba el mexicano en los Juegos de Lillehammer’94 (Noruega). Y cuatro años después, en los de Nagano (Japón) -en los que no compitió- y en Hakuba, sede de las pruebas de velocidad de esquí alpino, indicaba a Efe que aspiraba “a mejorar”, al año siguiente, en Vail (EE.UU.), “el récord de participaciones” en grandes eventos que poseía entonces el austriaco Marc Girardelli, que logro todos sus triunfos deportivos para la federación de Luxemburgo.
Lo mejoró. Con creces, además.
En la estación austriaca de Sankt Anton (Tirol), en 2001, ya contaba once comparecencias en Mundiales; y en 2010, en los Juegos de Vancouver (Canadá) concluyó el eslalon a 28 segundos del ganador, el italiano Giuliano Razzoli y en el puesto 52. Pero acabó.
Cuatro años más tarde participó por última vez en unos Juegos, en Sochi (Rusia). Pero desde entonces siguió apareciendo en los Mundiales. Este viernes compitió, por vigésima vez y mejorando su propio récord, en los de Courchevel y Meribel. Y pretende mejorar su plusmarca dentro de dos años, en los de Saalbach, en Austria.
Hubertus no tiene límites.