Las personas son lo que comen. Si no podemos adquirir y consumir buenos alimentos de manera sostenible y confiable, nos enfrentamos a un futuro de crecientes enfermedades y degradación planetaria. Los desafíos son grandes, pero los costos de no enfrentarlos son inconcebibles.
A veces pienso que se ha escrito y dicho bastante sobre los indiscutibles costos de nuestro sistema alimentario y el daño resultante: diabetes, enfermedades del corazón y cáncer; el agotamiento de los recursos, la generación de gases de efecto invernadero, el envenenamiento del aire, el agua y la tierra; la tortura de animales y la alienación de otras especies e incluso de la tierra misma; la explotación de los trabajadores, el acceso desigual a esos buenos alimentos que sí logramos producir (menos de la mitad del total); la adopción universal de la dieta estadounidense y su impacto asociado en todo lo anterior.
Y en cada país los gobiernos han hecho poco para resolver esto. Durante más de 100 años, los respectivos ministerios y departamentos de agricultura y salud, fueron creados para aprovechar el poder político y económico de los gigantes productores agrícolas, y convirtieron la industrialización y la mercantilización en el negocio de los alimentos. El bienestar de los agricultores y la salud de los consumidores no aparecen en la ecuación: tomamos lo que nos da el mercado… y punto. Aquella idea que la agricultura era para producir alimentos saludables y minimizar el daño a la tierra perdió vigencia hace mucho tiempo.
Con lo cual, ayudaría al debate si comenzamos por definir para qué sirven los alimentos. La respuesta es simple: los alimentos son para nutrir a las personas, de manera justa y equitativa, respetando a las personas que los proporcionan, la tierra y otros recursos de los que provienen.
Arreglar nuestros errores comenzaría con actuar conscientemente. Como país, podríamos decir que los alimentos nutritivos, asequibles y ecológicos son un derecho de todos los habitantes. Hasta hace poco, el hambre, la desnutrición y la hambruna eran inevitables; ya no lo son. Hasta hace poco, desconocíamos el verdadero costo de aumentar el rendimiento a expensas de los recursos y la salud; ya son obvios. Hasta hace poco, no sabíamos qué aspectos de la alimentación promovían la salud y cuáles fomentaban la enfermedad; ya lo sabemos. Hasta ahora, muchos de nuestros problemas relacionados con la alimentación podrían atribuirse a la ignorancia; eso ya no es una excusa.
Cualquier novato en estos avatares podría observar que cuando se trata de agricultura, procesamiento de alimentos y marketing, hemos priorizado maximizar las ganancias. Hemos implementado regulaciones inadecuadas que a menudo se ignoran. Y hemos abandonado los principios rectores que mitigarían el impacto dañino en los humanos, otras especies y la tierra. Por supuesto, nuestras economías actualmente permiten, e incluso alientan, que unos pocos prosperen a expensas de la mayoría.
Las personas son lo que comen. Si no podemos adquirir y consumir buenos alimentos de manera sostenible y confiable, nos enfrentamos a un futuro de crecientes enfermedades y degradación planetaria. Los desafíos son grandes, pero los costos de no enfrentarlos son inconcebibles. Paso a paso, debemos mejorar el sistema alimentario. Al comprometernos con esto, mejoramos la calidad de vida de todos.
Podríamos empezar esto de muchas maneras. Dado que las ideas son baratas, es mejor considerar primero aquellas que combinan un impacto significativo con la probabilidad de que realmente sucedan. Con lo cual, permítanme proponer varios objetivos alcanzables que nos permitirían establecer un sistema alimentario que está en camino de volverse más verde y justo.
- Restringir la venta de comida chatarra a los niños. También podríamos gravar la comida chatarra, especialmente las sodas (https://foodtank.com/news/2020/05/7-places-where-soda-taxes-are-working/) y usar los ingresos para subsidiar frutas y verduras.
- Eliminar el uso rutinario de antibióticos en la cría de animales.
- Disminuir el impacto de la agricultura en el medio ambiente. Mientras los agricultores más grandes obtengan millones de dólares en ayuda del gobierno cada año, los consumidores, el público que paga impuestos, podemos esperar justificadamente que cultiven de manera que construyan el suelo, protejan el agua y el aire, y mitiguen el cambio climático.
Todo esto es posible y cada vez es más necesario. Sabremos que hemos comenzado a hacer un progreso real cuando los alimentos y las consecuencias de producirlos se tomen en serio.
Receta de la semana: Escogimos una receta súper nutritiva con ingredientes de bajo impacto ambiental
Cuscús y Pollo con Especias Tunecinas
Rinde: 4 porciones
Tiempo: 30 minutos
Ingredientes:
- 1 libra de muslos de pollo deshuesados y sin piel
- 2 cucharadas de aceite de oliva
- 1 cebolla picada
- Sal y pimienta
- 2 cucharaditas de comino molido
- 1 cucharadita de cilantro molido (opcional)
- ½ cucharadita de canela molida
- 2 cucharadas de pasta de tomate
- 1 taza de cuscús
- ¼ taza de perejil fresco picado, y más para decorar
- Rodajas de limón
Instrucciones:
- Corte el pollo en trozos de ½ pulgada. Ponga el aceite en una sartén grande a fuego medio-alto. Cuando esté caliente, añade el pollo y la cebolla y espolvorea con sal y pimienta. Cocine, revolviendo ocasionalmente hasta que la cebolla esté suave y el pollo esté bien cocido, de 10 a 15 minutos.
- Agregue el comino, el cilantro si lo está usando y la canela y cocine hasta que esté fragante, solo unos segundos. Agregue la pasta de tomate y cocine, revolviendo con frecuencia, hasta que la pasta de tomate se oscurezca, de 2 a 3 minutos.
- Agregue el cuscús y 1½ tazas de agua, hierva, cubra y apague el fuego. Deje reposar la sartén hasta que el cuscús esté tierno y el líquido se absorba, unos 5 minutos. Añadir el perejil y esponjar con un tenedor. Probar, rectificar sazón y servir caliente o a temperatura ambiente, adornar con más perejil y pasar los gajos de limón por la mesa.