Para nuestro asombro, la lotería de visas estadounidense es una rara historia de éxito en la frontera.
Ahora Estados Unidos tiene una lotería de visas.
A pesar de toda la atención que se le ha dado a la frontera entre Estados Unidos y México en los días anteriores y posteriores a la expiración a fines de este mes del Título 42, que permitía a los funcionarios federales expulsar de manera sumaria a quienes cruzaban la frontera sin autorización sin permitirles solicitar asilo, poca gente (al menos en el lado estadounidense) pareció darse cuenta de la creación de la lotería. Pero ya está aquí.
El sistema de lotería puede parecer un poco impactante: sin duda, hay maneras más justas y meritorias de determinar a quién se le permite pisar suelo estadounidense e invocar su derecho legítimo a solicitar protección humanitaria, ¿verdad?
Sin embargo, lo que resulta de verdad impactante es que esta una de las soluciones disponibles más justas, dado el entre el número de personas que desean solicitar asilo desde hace varios años y los medios del gobierno para recibirlas.
El gobierno estadounidense les repite a los migrantes, una y otra vez, que tomen el “buen camino”. Y miles de personas al otro lado de la frontera le hacen caso: sorprendieron a los observadorespor no cruzar en números sin precedentes en las horas posteriores a la expiración de la disposición del Título 42. El gobierno de Biden tomó medidas para ayudarles a cumplirla, pero ni este gobierno ni sus predecesores consideraron la posibilidad de ampliar el acceso al asilo en los puertos de entrada (los cruces fronterizos oficiales) tan en serio como la tentación de restringir el asilo fuera de ellos.
El gobierno y el Congreso necesitan corregir ese desequilibrio. Si el acceso al asilo se va a asignar de manera aleatoria, más vale que el gobierno estadounidense se asegure de que está haciendo todo lo posible</a> —en especial con mayor personal y espacio físico en los puertos— para maximizar el número de lugares disponibles. Y debe trabajar para evaluar las solicitudes de asilo con base en sus méritos.
La lotería no determina quién obtiene asilo, sino quién puede solicitarlo. Todos los días se asignan cientos de plazas a los solicitantes de asilo que esperan en el lado mexicano de la frontera y se inscriben en el sorteo a través de la aplicación, administrada por la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos. El gobierno federal afirma que las vacantes se otorgan con base en un algoritmo que atribuye más peso a aquellos que llevan más tiempo tratando de obtener una cita, pero también hay un gran elemento de selección aleatoria. A los seleccionados se les cita con trece días de antelación en un puerto de entrada. Los que no son seleccionados tienen que registrarse al día siguiente y volver a intentarlo.
Conforme a la regla aprobada el 10 de mayo por el Departamento de Seguridad Nacional, las personas que se han inscrito previamente para las citas en los puertos —en otras palabras, aquellos que utilizan la lotería— son los únicos que pueden solicitar asilo sin enfrentar otros obstáculos del proceso. Todos los demás tienen que cumplir unos requisitos mucho más estrictos para poder presentar una solicitud de asilo completa y presentarse ante un juez de inmigración
Esto incluye tanto a aquellos que cruzan la frontera entre puertos de entrada (incurriendo en el delito federal de entrada ilegal) como a quienes se presentan en los puertos de entrada para pedir asilo sin cita. Estos últimos no cometen ningún delito federal. Pero según la, salvo que puedan demostrar que en varias ocasiones no les fue posible utilizar la aplicación CBP One —y no hablar uno de los tres idiomas que ofrece la aplicación en este momento no es suficiente para cumplir ese requisito— se presume que no son elegibles para el asilo. La única manera de que un adulto, o una familia, evite por completo esa presunción es la lotería.
Por arbitrario que sea, quienes trabajan con solicitantes de asilo a ambos lados de la frontera lo consideran menos arbitrario que el sistema de citas por orden de llegada que se aplicó durante los primeros meses de este año. Ese sistema provocaba una carrera alocada cada 24 horas, en la que la gente utilizaba desde aplicaciones para hacer clic hasta teléfonos alquilados por los cárteles para hacerse con una de las escasas centenas de vacantes disponibles. Ahora, el gobierno de Biden amplió el número de citas disponibles —alrededor de 1000 diarias, a lo largo de la frontera— e instituyó el sistema de lotería, que da a la gente 23 horas para registrarse y otras 23 para confirmar su registro en caso de ser seleccionada.
Si esas 1000 citas se cubren todos los días, la lotería representará el mayor compromiso del gobierno federal hasta la fecha para tramitar a los solicitantes de asilo sin obligarles a infringir antes la ley. Si se asume que la proporción de migrantes “inadmisibles” — aquellos que llegan a un puerto de entrada sin documentación válida— que están en busca de asilo se ha mantenido constante a lo largo del tiempo, el gobierno de Obama, en su momento más álgido, procesó alrededor de 500 diarias. Y durante el gobierno de Trump, incluso mientras a los migrantes que ingresaban al país entre los puertos de entrada se les impusieron multas cada vez mayores, una política oficial de “gestión de filas” limitaba el número de personas a las que se les daba acceso físico al puerto, con lo que se evitaba que ingresaran al país e invocaran sus derechos de asilo (o, en algunos casos, sacándolos del territorio estadounidense a fin de evitar que lo hicieran).
Pero el aumento sigue siendo insuficiente ante el número de personas que intentan venir. El deseo de cumplir la ley estadounidense no mantiene a alguien a salvo y alimentado en el norte de México de manera indefinida y a medida que aumentaban las frustraciones con el sistema de orden de llegada esta primavera, también lo hacían las tensiones en las ciudades fronterizas.
Quienes se oponen tenazmente a la inmigración consideran que procesar a los solicitantes de asilo en los puertos es una “prelegalización”, porque estos consideran que los solicitantes de asilo sin papeles son “ilegales”, vengan de donde vengan. Pero para cualquiera que diga que la gente debería limitarse a “pedir asilo legalmente” (o para cualquiera preocupado por el hecho de que los agentes de la Patrulla Fronteriza dejen de trabajar en operaciones contra el tráfico de personas para dedicarse al papeleo de los tribunales de inmigración) existe una clara distinción de sentido común entre presentarse en un paso fronterizo oficial, para que le tomen las huellas dactilares y apliquen los controles como a cualquier otro viajero que entra en Estados Unidos, y entrar sin ser detectado.
Aumentar el rendimiento de los puertos es un problema en verdad espinoso. Los agentes de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos tienen que controlar tanto a vehículos como a personas para identificar el contrabando ilegal, los problemas aduaneros y las infracciones de inmigración, y tienen que hacerlo con la eficacia suficiente para que no se interrumpa el intercambio comercial transfronterizo entre Estados Unidos y México, que asciende 1800 millones de dólares diarios, esto requiere personal y espacio físico, y ambos cuestan dinero.
El aumento de las citas del gobierno de Biden es un indicador de que en cierta medida generó rendimiento. Una propuesta del senador Dick Durbin para financiar la infraestructura fronteriza, que incluye 51 millones de dólares para contratar personal permanente en los puertos de entrada, ayudaría.
Pero imaginemos un mundo en el que los miles de efectivos militares y civiles que se enviaron a la frontera en previsión de una “ola” de cruces ilegales, ola que no se materializó, se movilizaran en su lugar para atender a las personas que ya sabemos que están esperando su oportunidad de cumplir la ley.