El soldado ruso había sido capturado solo unos días después de haber llegado al frente de guerra en el este de Ucrania. Tenía poco entrenamiento, pero sabía cómo desmontar y disparar su rifle, así como dónde aplicar un torniquete.
El soldado, que usaba el distintivo de llamada Merk, fue atraído a las manos de los soldados ucranianos cerca de Bajmut el mes pasado cuando escuchó los gritos de ayuda de un camarada, contó.
Con el permiso de sus captores ucranianos, Merk, de 45 años, accedió a una entrevista con los periodistas de The New York Times pocas horas después de su captura. Un soldado ucraniano se sentó en la habitación contigua durante la entrevista.
En el transcurso de una hora, el prisionero brindó un inusual relato de la invasión a Ucrania desde una perspectiva rusa, un punto de vista que rara vez surge en los medios de comunicación occidentales y que el Kremlin trata de definir para el mundo en su esfuerzo por influir en la opinión pública.
Nos reunimos con Merk en un piso manchado de sangre en un sótano que, aparte de eso, estaba bien iluminado y ordenado en la ciudad ucraniana de Kramatorsk. Estaba casi ileso y sus ojos estaban cubiertos con cinta y gasa. Sus manos estaban atadas. Las ataduras fueron retiradas por su captor a nuestra llegada.
Para los periodistas, entrevistar a cualquier prisionero de guerra se lleva a cabo bajo un conjunto peculiar de circunstancias, incluso con el consentimiento del prisionero. A lo largo del proceso –desde decidir si participar en la entrevista hasta lo que podría decir durante la misma– lo más probable es que el prisionero esté sopesando la reacción de sus captores o la posibilidad de recibir violencia física u otras miserias.
El Times identificó a Merk por su distintivo de llamada para proteger su identidad por razones de seguridad, incluida la posibilidad de que pueda sufrir represalias si lo devuelven a los rusos en un intercambio de prisioneros. El Times verificó su identidad a través de documentos judiciales y cuentas de redes sociales.
Las Naciones Unidas han descubierto malos tratos a los prisioneros –incluidas ejecuciones, palizas y torturas– en ambos bandos de la guerra, aunque los relatos ucranianos de la detención rusa apuntan a abusos mucho más generalizados y graves por parte de las fuerzas del Kremlin en todos los niveles.
Merk contó que era un recluso convertido en soldado, que se unió a la recién formada unidad de prisioneros Storm Z del Ejército ruso después de cumplir dos meses de una sentencia de prisión de dos años y medio. Anteriormente, había pasado varios años en prisión tras matar a alguien sin intención mientras estaba intoxicado, dijo.
La entrevista a continuación está condensada y acompañada con análisis de sus comentarios por parte del Times. Ha tomado en cuenta la orientación del Comité Internacional de la Cruz Roja con respecto a la publicación de información sobre prisioneros de guerra.
Cumplí la primera condena de cinco años y medio. Fui puesto en libertad condicional. Luego, no me presenté a los chequeos. Me volvieron a encarcelar por 2 años y medio. Condena completa”.
Antes de que Merk fuera encarcelado, trabajó en una fábrica de máquinas y luego trabajó brevemente como personal de mantenimiento antes de su segunda condena. Después de dos meses en prisión, llegó un hombre con un “traje verde” del Ministerio de Defensa ruso, en busca de reclutas. Merk afirmó que más de la mitad de su prisión se había ofrecido para luchar con el grupo de mercenarios privados Wagner antes de su regreso a la cárcel en marzo.
Vino el Servicio de Defensa. A ‘la colonia’. Dijeron: ‘¿Quieren una nueva vida? ¿Quieren empezar desde cero? Vengan, hay suficiente trabajo para todos’. Dijeron: ‘Hay suficiente trabajo para todos. Pueden construir casas allí’”.
Merk explicó que había interpretado la oferta como una forma de convertirse en un obrero de construcción del Ejército. Dijo que su única comprensión de la guerra había venido de la televisión en prisión. Afirmó que al principio no entendió que lo enviarían a la batalla.
No dijeron nada sobre eso, que habría disparos, guerra. Nos dijeron: ‘Tendremos que construir Ucrania’. Eso es todo. Nos metieron en un auto y nos llevaron al aeropuerto. En un automóvil de la policía. El avión nos estaba esperando. Había unos ocho autos de presos. Nos pusieron bajo escolta en el avión. Y partimos. Nos llevaron al hangar. Firmamos el contrato; cuando lo leímos, ya lo entendimos”.
Merk, sin saberlo, se había unido a una compañía Storm Z, una unidad militar rusa llena de presos. Fue creada en los últimos meses a imagen y semejanza del programa de reclusos de Wagner, que se utilizó ampliamente en el este de Ucrania.
Merk cree que fue reclutado junto a unos 300 prisioneros más. No se le proporcionó ningún tipo de identificación personal. Pero cuando firmó el contrato de seis meses, con opción a prórroga, había una fotocopia de su pasaporte para que pudiera obtener una tarjeta bancaria y recibir su salario. Al momento de su captura, dijo Merk, aún no se le había pagado.
Fui un idiota. Todos vinieron aquí, así que ¿por qué no habría de hacerlo yo? Soy un hombre, después de todo. Pensé que cumpliría mi condena. Pero no sabía a dónde iría después de eso. Mi hermana no me quería en la casa. Pensé que si venía aquí, al menos estaría construyendo algo. Al menos ganaría algo de dinero, como para permitirme adquirir algún tipo de habitación. Viviré. Formaría una familia, me encontraría una, al menos estaría con una familia. Bueno, yo quería una vida. Pensé que sería borrón y cuenta nueva. Encontraría una mujer con un hijo, al menos. Viviré”.
Merk llegó a algún lugar del este de Ucrania a finales de mayo y fue asignado a un campo de entrenamiento. Allí aprendió a usar un rifle y recibió una dispersa formación médica. Sus comandantes también eran exprisioneros y habían obtenido su rango simplemente por longevidad, supuso.
Entrenamos para cavar trincheras. Aprendimos a desarmar y volver a armar un rifle automático. A cómo evacuar a alguien con camilla. Cómo voltear a alguien para que no sufriera lesiones. Nos mostraron qué hacer cuando uno recibe un disparo en el cuello y cómo usar una inyección que mata el dolor”.
Cuando Merk recibió un rifle, supo que iría al frente de guerra, a diferencia de algunos de los otros reclusos que habían sido enviados a trabajar en el comedor de la base.
Entonces entendí todo. Me dirijo a la muerte. Nos señalaron con el dedo: ‘Tú, tú y tú a cavar’. Nos juntaron, 25, 30 personas a la vez. Nos dijeron que iríamos al campo de tiro para aprender a disparar. Y en lugar del campo de tiro, nos trajeron directamente aquí. Teníamos dos raciones cada uno y no había agua. Algunos soldados morían de hambre. Los habían obligado a cavar, cavar, cavar, cavar, y más nada. Día y noche. Nos habían dado una orden. Éramos nuevos; acabábamos de llegar. Nos dijeron: ‘Vas a entrar como carne’”.
Merk solo había pasado pocos días excavando y no tenía idea de dónde estaba en el frente cuando fue capturado. Los soldados ucranianos dijeron que se había rendido cerca de Bajmut. La ciudad, capturada por los rusos en mayo, se asienta principalmente en un terreno bajo.
Nos trajeron por la noche. Por la noche, en lugar sin arbustos, solo el cielo despejado. Casi en un campo. Bueno, había árboles, zanjas y vegetación. Encontramos un lugar, nos acostamos para pasar la noche y comenzar a cavar por la mañana. Llegó la mañana… y vimos que había cadáveres de antes. Cadáveres, solo cadáveres. Habíamos llegado después de que todos murieran allí. Las trincheras que había allí fueron detonadas. Teníamos que cavar nuevas trincheras. Comenzamos a buscar un lugar para cavar”.
Merk contó que cuando comenzó el ataque ucraniano, había nueve soldados cavando junto a él. Cuatro fueron capturados. No sabe qué pasó con los demás.
Pensamos que nos iban a enviar a trabajar, pero simplemente nos enviaron a morir”.