Samer al-Sheikh observó con detenimiento y perplejidad una fotografía de él mismo en su celular. El médico retratado en la mesa de operaciones era ahora prácticamente irreconocible para él.
El cirujano comentó: Lo perdí todo”.
Tras huir de la guerra de Irak a los 16 años, Al-Sheikh construyó una vida en Ucrania como cirujano de traumatismos, a través de la cual ganó admiración por su labor en el Hospital Clínico Municipal en Járkov incluso cuando los proyectiles rusos comenzaban a caer.
No obstante, ahora, el timbre agudo de las notificaciones de los correos electrónicos de rechazo a los trabajos que se postula, no los monitores cardiacos, marca el paso de su tiempo. Tras abandonar Ucrania en marzo de 2022, se convirtió de nuevo en refugiado, en esta ocasión en el Reino Unido, y ahora lucha para tener un nuevo comienzo con su familia y ante la incapacidad de encontrar un puesto como médico acorde con sus habilidades.
Al-Sheikh, de 33 años, quien tuvo un trabajo temporal descargando camiones en un supermercado de Londres, pero ahora de nuevo está desempleado, relató: “Cuando tienes que perder dos veces, no todas las personas pueden lidiar con eso. Pero no quería que mi familia viera lo que yo vi en Irak”.
En referencia a Ucrania, el cirujano agregó: Si nada funciona aquí, tendremos que regresar adonde somos valorados”.
Dado que muchos hospitales ucranianos están trabajando con el personal mínimo, algunos médicos que huyeron del conflicto están considerando regresar y poner en uso de nuevo sus habilidades. Sin embargo, para aquellos con familias, la cuestión se complica debido al temor de poner en riesgo otra vez a sus seres queridos.
Al-Sheikh comentó: Si estuviera solo, no habría abandonado Ucrania. Pero mi esposa me pidió que pensara en nuestra hija”.
Defensores de los refugiados afirman que muchos médicos que dejaron Ucrania, obstaculizados por la barrera del idioma y un pesado proceso de certificación (Al-Sheikh mencionó que necesitaría completar un formato de solicitud de 800 páginas), se han dado por vencidos en los intentos de trabajar en medicina. En cambio, profesionales de la medicina altamente calificados a menudo aceptan trabajos poco demandantes para poder pagar las cuentas.
Andrew Geddes, director del Centro de Políticas Migratorias en el Instituto Universitario Europeo en Florencia, Italia, aseguró que no era poco común que los refugiados altamente calificados enfrenten dificultades para encontrar empleos relevantes para sus capacidades. El académico manifestó: “Sin la posibilidad de un empleo pertinente, estás casi relegado a la marginación”.
Geddes añadió que incluso existe un término para ello: Desperdicio de cerebro”.
En el departamento de Al-Sheikh en el oeste de Londres, las reliquias de su vida pasada siempre están cerca: una pluma grabada obsequiada por un paciente cuya vida salvó, montones de registros médicos que detallan las miles de horas que pasó ejerciendo su profesión.
Abrió una alacena y sacó una caja pequeña llena de herramientas quirúrgicas; después, explicó qué era cada objeto. Sin embargo, indicó que ya casi no las usaba y volvió a colocar la caja en su lugar.
Contó que fue al centro de empleo y les explicó que tenía tres carreras universitarias. Aseveró: “Me invitaron a asistir a una feria laboral, así que tomé todos mis diplomas y fui. Pero fue como un mal chiste”.
Al-Sheikh declaró: Me ofrecieron un trabajo como encargado de la limpieza en el hospital”.
Mientras muchos médicos ucranianos luchan para hallar trabajo en el Reino Unido en su área de competencia, el Servicio Nacional de salud del país se ha visto afectado por una grave escasez de personal que ha contribuido a las largas esperas para recibir tratamiento.
En los meses posteriores al comienzo de la invasión rusa a gran escala de Ucrania, en febrero de 2022, los foros de trabajo en línea de toda Europa estaban llenos con miles de ofertas de refugiados ucranianos. Los gobiernos eximieron la exigencia de visa para facilitar la búsqueda de empleo. Sin embargo, un año después, para muchos profesionales, el camino a la integración ha sido más largo y más frustrante de lo que habían esperado.
Al-Sheikh pasa sus días entregando currículos. Asevera que sus mañanas casi siempre comienzan con un correo electrónico de rechazo. Un día reciente, recibió uno para un puesto como recepcionista en un consultorio médico. Antes de eso, no pudo conseguir un trabajo como mucamo en un hotel.
El formato de solicitud voluminoso que necesita completar para acreditarse de nuevo requiere evidencia detallada de su carrera médica, incluyendo nombres de pacientes y detalles de contacto que son difíciles de conseguir en medio de la guerra.
Al-Sheikh expresó: Hago lo mejor que puedo”, pero agregó que la situación lo había llevado a buscar tratamiento por depresión.
Por ahora, su esposa, que es cardióloga, hornea y vende pasteles para ayudar al sustento de la pareja y de su hija de 8 años, Dalia. Al-Sheikh señaló que su asistencia semanal del gobierno de 300 libras esterlinas (alrededor de 370 dólares) no es suficiente para sobrevivir, pero sigue agradecido con el Reino Unido.
Colgada sobre su balcón, una bandera que celebra la coronación del rey Carlos III ondea con la brisa.
Roman Cregg, presidente de la Asociación Médica Ucraniana del Reino Unido, un grupo de apoyo y defensoría, reconoció que reiniciar una carrera como médico en el Reino Unido era difícil.
Según estimaciones de Naciones Unidas, alrededor del 47 por ciento de los ocho millones de refugiados de Ucrania tienen un grado de universidad u otra educación superior.
La abrumadora mayoría de refugiados ucranianos, incluyendo a profesionales médicos, son mujeres, alrededor del 90 por ciento, según el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas. Muchas están acompañadas por sus hijos que huyeron con ellas.
Svitlana Sadova, cardióloga y madre soltera de gemelos de 16 años, pasó dos décadas tratando a pacientes afectados por el desastre de Chernóbil en 1986. Es un mundo de diferencia de su puesto más reciente: lavar platos en la cocina de un restaurante en las afueras de Londres por casi 12 dólares la hora.
Sadova, de 45 años, mencionó: “¿Cómo pude haber llegado a una situación tan desesperada?”.
La médica añadió: “Tenía una buena vida en Ucrania. Si no tuviera la responsabilidad de mis hijos, es posible que ya hubiera regresado”.
Sadova afirmó que, al final de la mayoría de los turnos en el restaurante, no podía sentir las manos. Su salario por hora apenas alcanzaba para alimentar a su familia y mucho menos para llamar a un taxi de regreso al pueblo en el sureste de Inglaterra donde ella, sus gemelos y su madre viven con una familia de acogida. En cambio, sin transporte público conveniente, a menudo caminaba los poco más de 3 kilómetros en la oscuridad.
Renunció a ese trabajo y de nuevo está desempleada
Durante más de un año, ha hecho viajes en repetidas ocasiones a hospitales para entregar currículos, pero comentó que nadie la llamó. A veces, la frustración la supera.
Sollozando, Sadova concluyó: Algunas personas me dicen que soy fuerte. Pero estoy cansada de ser fuerte”.