Un proyecto de restauración de ecosistemas, desarrollado por la ONG Fundación Rewilding Argentina desde 2010 en ese espacio, situado a unos 190 kilómetros de Corrientes, lleva a cabo la resilvestración como estrategia para recuperar y conservar la fauna circundante.
En medio de uno de los humedales protegidos más grandes del mundo y el más importante de Argentina, la Reserva Natural del Iberá -conocida por sus esteros-, y tras casi un siglo de supervivencia amenazada, el venado de las pampas está cerca de conseguir la autosustentabilidad en Argentina.
Un proyecto de restauración de ecosistemas, desarrollado por la ONG Fundación Rewilding Argentina desde 2010 en ese espacio, situado a unos 190 kilómetros de Corrientes, la capital homónima de esa provincia del noreste del país, lleva a cabo la resilvestración como estrategia para recuperar y conservar la fauna circundante.
Para adentrarse en el corazón de esta emprendimiento, hay que llegar hasta una isla en el centro del Iberá, a la denominada estancia San Alonso. Se accede por tierra, tras cruzar el Portal San Nicolás, uno de los ocho accesos del Parque Nacional, abriéndose paso entre decenas de carpinchos que se apartan del camino si los vehículos les piden permiso.
A los costados, ñandúes corren en paralelo, venados observan curiosos, mientras pastan la zona cerca de zorros que se cruzan entre madrigueras y las aves levantan vuelo para acompañar el viaje.
Al finalizar la ruta, el único acceso posible es por agua o aire y, tras media hora en lancha, el tránsito de fauna se completa con el avistaje de capibaras navegando la laguna Paraná junto a algún que otro yacaré escondido en la flora acuática.
En las 11.000 hectáreas repletas de especies naturales por las que se extiende la estancia, donde la mano humana sólo puede intervenir si es en beneficio del ecosistema, una cuadrilla de voluntarios y profesionales trabaja diariamente para cuidar y recuperar las especies amenazadas de Argentina.
La bióloga de la organización y responsable de monitorear entre 300 y 350 ejemplares rumiando alrededor de la reserva, Alicia Delgado, reveló a EFE que están a punto de lograr una demografía establecida de venado de las pampas en Iberá.
“Cuando iniciamos el proyecto, trabajamos en establecer un número viable de animales fundadores, capaces de repoblar el área. Es una etapa intensa, donde se liberan la mayor cantidad posible para generar una primera generación de manera explosiva. Hoy por hoy estamos contando con poblaciones casi sustentables por sí solas”, explicó.
Aunque todavía se encuentran lejos de contabilizar manadas similares a las descubiertas en el siglo XIX, bajo los números actuales están en condiciones de replicar este proceso en otras partes del territorio argentino: algo que empezó con la traslocación de apenas 37 ciervos, que representan el 5%, máximo permitido a extraer de una población fuente.
A partir de allí, la ONG ambientalista consiguió que se reprodujeran y generasen cientos de hordas repartidas en las 1,3 millones de hectáreas del área protegida, que también funciona como un ecoparque turístico.
“Actualmente, sobreviven -apenas- cuatro núcleos, en Corrientes, provincia de Buenos Aires, San Luis y un grupo muy reducido al norte de Santa Fe, que se cree, ya no existe”, agregó la bióloga, responsable también de la cuarentena de especies en peligro de extinción que llegan al lugar.
El venado de las pampas es uno de los cérvidos más amenazados del país. Antiguamente, se repartían en manadas -similares a las gacelas de África- del norte al sur de Argentina. Sin embargo, durante el año 1900, la demanda de cueros para exportación a Europa y el ingreso de la fiebre aftosa por culpa de la ganadería llevaron a la especie casi hasta su extinción.
Pese a que fue relegado a convertirse en materia prima o decorar la pared de algún cazador, este herbívoro, que puede llegar a pesar 45 kilos y medir hasta un metro y medio de largo, desempeña un papel crucial en ecosistema: contribuye a la salud de los pastizales y a promover su diversidad, además de servir como presa a depredadores como el yaguareté.
“Este tipo de trabajos de manipulación activa de la fauna conlleva riesgos. Muchas veces uno tiene miedo de asumirlos porque está trabajando con especies muy vulnerables, pero si no asumís ese riesgo la especie se pierde”, concluyó Delgado, orgullosa de haber contribuido a transformar los Esteros del Iberá en un nuevo refugio para el venado de las pampas.