Los tamales panameños, un plato de tradición

Los tamales panameños, un plato de tradición
Los exquisitos tamales son platos tradicionales panameños. En la foto, tamales hechos con leña, del señor Casimiro Navarro. Foto, Belkis Hidalgo Hoyos.

Hay tamales con sabor diferente, diría únicos, como los de don Casimiro Navarro, cocidos en fogón de leña y elaborados con ingredientes al natural, por lo cual son muy saludables.

De generación en generación se adquiere el conocimiento de la preparación de las comidas familiares que con el pasar del tiempo se hacen propias de los pueblos.

Hay un plato muy típico que a la mayoría nos encanta. Aunque es tradicional en distintos países de Latinoamérica, el nuestro es muy famoso. Se trata de los tamales panameños.

En este mes en que reluce aún más la cultura nacional de nuestro amado país, como la alimentación es parte de ello, no podemos dejar de mencionar a los tamales locales.

Existen muchas recetas y se realizan de maneras distintas conforme a cada región. A nadie le queda igual lo que cocina. Aunque realicen los pasos “al dedillo”, cada uno tiene su toque personal y otros factores también influyen en el resultado.

El tamal nacional, de forma general, se prepara a base de masa de maíz, grano que dota de significativas cantidades de nutrientes, se le coloca relleno de puerco o pollo y envuelve en hojas, lo cual podría ser un denominador común, pero hay tamales con sabor diferente, diría únicos, como los de don Casimiro Navarro, cocidos en fogón de leña y elaborados con ingredientes al natural, por lo cual son muy saludables.

Entrevistado, señor Casimiro Navarro. Foto, Belkis Hidalgo Hoyos.

Se siente en ellos levemente ese olor a humo que los hace exquisitos y surge al arder el tronco de madera seca. Imaginar el fuego de la hoguera crepitante, “avisando” que está a la espera de la enorme olla para cocinarlos, despierta mi paladar y hace sentir adelantado el olor a masa y hojas de bijao cuando van saliendo.

El señor Casimiro con su agradable sonrisa, dijo que, a la masa de maíz de los tamales se le agrega “culantro y cebolla machacados, claro, ahora licuados. Luego, la carne preparada con condimentos como: orégano, pimienta, sal, etc.  Además, el achiote que le suma sabor y color”.  Añadió, “no utilizo colorante ni nada artificial”. También enfatizó en que sus prácticas para elaborarlo son higiénicas y cuidadosas.

De seguro, en esa preparación aparentemente sencilla debe haber algún secreto para tan delicioso resultado, me dije.

Aprovechamos el momento para conversar sobre algunas creencias del proceso de su elaboración, oportunas en los días en que despunta el folclor.

Señaló que, “en casa hacemos los tamales solo 2 personas. No permitimos adicionales porque el tamal tiene algo delicado: Lo estropea la vista”.

Explicó que, “si usted está asueñada o ha tomado licor, se le dañan los tamales, pues se ponen agrios. Si tiene la vista pesada, de igual forma, se le corta”.

La antigua creencia popular de la mirada fuerte o mal de ojo, hace referencia a la particularidad de hacer daño a otros con solo mirarlos, lo cual puede afectar a personas, animales o plantas, involuntariamente o por sentimientos o emociones negativas.

Contó, el señor Casimiro, “una vez mi esposa y yo hicimos 100 tamales. Me percaté de que algunos se habían dañado debido a la vista pesada de alguien. Por eso no hay que dejar que otras personas participen en su elaboración”.

El motete es un cesto aún tradicional en los pueblos, elaborado de paja, y se coloca en la espalda. El señor Casimiro Navarro lo emplea para cargar sus tamales. Foto, Belkis Hidalgo Hoyos.

Por otro lado, la señora “Mayra” señaló que la señora “Josefa” en diferentes ocasiones en que había hecho tamales preguntó si una de sus vecinas ingresó a la casa. Le respondieron, “sí, por qué”. Ella manifestó que se había enterado “por los tamales”.

Casimiro prepara tamales 1 vez a la semana, aproximadamente. Pasadas sus siete décadas de existencia, aún se traslada caminando desde la comunidad de Canual, cerca de la entrada de Manglarito, en Sorá, Chame, hacia el centro del pueblo.

Con su compañero de travesías, un cesto tejido de paja que carga en su espalda, vende sus deliciosos tamales de casa en casa, sin necesidad de pregonar ni avisar, pues las familias esperan atentos su llegada. Apoyado de una vara que le sirve de bastón, recorre carreteras y caminos hasta dejar vacía la canasta.

“Yo he sido siempre una persona de trabajar mucho, esforzándome en la tarea que sea. Tengo 30 años que no sé de bebidas ni bailes.  Solo mi casa y mi familia”, aseguró.

Los tamales son de origen precolombino. De acuerdo a lo investigado, tuvieron sus inicios en Mesoamérica. Luego el maíz fue llevado a otras culturas donde se implementaron diferentes preparaciones, tal cual ocurrió en la nuestra.

La palabra tamal procede de tamalli, término de la lengua indígena náhuatl, hablada por los nahuas de México.

Fray Bernardino de Sahagún, en Historia General de las cosas de Nueva España, describió los tamales, así: “Comían también tamales de muchas maneras; unos de ellos son blancos y a manera de pella, hechos no del todo redondos ni bien cuadrados…Otros tamales comían que son colorados…”.

Cuando pruebe un rico tamal con olor a leña, en adelante se preguntará: ¿Será del señor Casimiro?

El señor Casimiro Navarro recorre a pie carreteras y caminos entre Manglarito y Sorá, para vender sus tamales una vez a la semana. Foto, Belkis Hidalgo Hoyos.

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