Los raspados panameños

Los raspados panameños
El joven Israel Chen, entrevistado, todos los días sale con optimismo a realizar su labor. Para él, esmerarse en su fuente de trabajo es hacer patria. Foto, Belkis Hidalgo Hoyos.

Precisamente hoy 4 de noviembre, Día de los Símbolos Patrios en Panamá, reproducimos esta historia de Israel Chen, quien con la venta de raspados mantiene a su familia. Aprovechó esta celeración para destacar a la bandera y llevarla en su carretilla con mucho amor.

¡Qué agradables son los raspados panameños! Este delicioso refresco es uno de los preferidos por niños, jóvenes y adultos, no solo en la ciudad, sino también en el interior.

Hielo rayado y colocado en un vaso cónico hasta rebasarlo como copos de nieve, siropes de múltiples sabores y colores bañados con leche condensada, era la inconfundible receta original.  Luego se implementó miel de caña, malteada, doble raspado y otros con mucha creatividad.

Sus sabores uva, limón, menta, y el más conocido, el rojo, eran los básicos. El último, un sabor muy especial, logrado adicionando al saborizante esencia de rosa. Cuentan que costaba 5 centésimos y luego 10 centésimos.

Actualmente, variantes como chicle, frambuesa azul y frutas naturales como:  maracuyá, tamarindo, guanábana, nance, fresa y combinación, en fin, las de temporada, en vasos transparentes o foam, y hasta con carrizos decorativos. Su valor actual es desde un dólar.

Tiempo atrás, una delicada campanita alertaba de la llegada del negocio ambulante. Ahora cuentan con bocinas, música y luces que lo identifican.

Algunos jarabes los compran en tiendas o supermercados. Otros los preparan hirviendo agua con azúcar hasta obtener un líquido espeso.  Cuando está frío, le colocan el jugo de preferencia y esencia para acentuarlo.

La ricura de los raspados
Los raspados tradicionales continúan siendo unos de los refrescos preferidos. El sabor rosa (rojo) es delicioso. Foto, Belkis Hidalgo Hoyos.

Muchos visitantes preguntan en nuestras calles y parques dónde encontrar los raspados artesanales panameños para no perderse de probarlos. Aseguran que son los mejores. Es un refrigerio que conquista.

Son conocidos en otros países en diferentes versiones.  Fuentes de la Universidad de Panamá señalaron: “En Colombia y Venezuela se les conoce como hielo raspado o raspado de hielo; en Perú, raspadilla; en Haití, fresco; y en el Salvador, minutas”.

Los raspaderos con sus pintorescas carretillas aparecen de forma oportuna donde menos nos imaginamos. Son como un oasis en el desierto para aliviarnos en tiempos de calor, pero tan irresistibles aún en tiempos de lluvia o lugares de frío.

El oficio de la venta de raspado es desempeñado por muchas personas quienes se esfuerzan con esmero para comercializar esta exquisitez.

Las carretillas personalizadas con todo tipo de temáticas, trasladadas a grandes distancias, son el sostén de muchas familias. Ya sea en momentos de alegría, tristeza o tensión, los raspaderos están allí. No faltan en ferias, plazas, cumpleaños, cementerios, desfiles y manifestaciones.

Estos trabajadores empiezan desde muy temprano. Regresan a horas tardes de la noche para en ese momento organizar la siguiente jornada. Limpian sus carretillas y preparan los jarabes para deleitar con sus productos.

Brindar el mejor servicio posible, atraer a la mayor cantidad de clientes y hacer ameno ese oficio que no obedece a horarios, es su pasión.

Conversamos con Israel Chen, un joven panameño dedicado a esa labor, quien con una gran bandera panameña y 2 pequeñas, desde el depósito donde guarda su equipo, partió a su faena del día al son de la melodía de su equipo de sonido.

La ricura de los raspados
Con una bandera panameña de gran tamaño y 2 pequeñas, en honor a la patria, el joven Israel Chen se dispone a recorrer calles y avenidas para vender sus deliciosos raspados. Foto: Belkis Hidalgo Hoyos.

Ya estaba listo con su bloque de hielo, máquina manual para rasparlo, vasos y sabores. Y mostraba principalmente optimismo y patriotismo.

Le preguntamos qué es para él hacer patria y respondió: “Patria es hacer esta labor todos los días, levantarme a las 6:00 de la mañana para realizar mi trabajo hasta las 8:00 de la noche, aún con esta situación que está pasando”.

Tiene 3 años de dedicarse con tesón a esta actividad para mantener a su familia, incluyendo a su niño de 8 años.  Recorre diariamente Vía España, Bella Vista y Calidonia; y los sábados y domingos lo realiza en la Cinta Costera o Amador.

Por otro lado, la señora Inés Vergara contó que disfruta de los raspados desde su infancia cuando estudiaba en la escuela Amador Guerrero.

“No han dejado de ser mis favoritos, aunque a veces podía comprarlos, pero otras no”, manifestó.  Y agregó, “ahora se los compro a mis nietos”.

Dicen que los raspados existen desde hace mucho tiempo. Cuentan que un emperador romano pidió a sus súbditos recoger nieve y colocarle una mezcla de frutas y miel, pero esta información no se tiene con exactitud. Esta deliciosa costumbre se extendió hasta llegar a como la conocemos en nuestro país.

Para muchos es uno de los hermosos recuerdos de la infancia, pues tales memorias se derivan de la época en que con alegría corrían con otros niños al escuchar el pregón “raspao, raspao, raspao …”.

Pensar que algunos niños para aumentar su dulzor preferíamos con doble leche condensada, doble miel o ambos, y ahora señores mayores por cuidar la salud ya no podemos hacerlo, me pone a pensar cómo fue que se me apresuró el reloj, pero los raspados sí continúan allí.

 

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