¡Coclesito, a la vista! Cambio y fuera 

¡Coclesito, a la vista! Cambio y fuera 
Analista político.

Esa fue la última comunicación que escuchó la torre de control de Tocumen del capitán Azael Adames, piloto de la avioneta Havilland Canada DH6, Twin Otter, de la Fuerza Aérea Panameña, distinguida con las siglas FAP 205. Ya la población de Coclesito era divisada por el experimentado piloto del avión cuyas transmisiones se interrumpieron para siempre en el radar entre 11.55 am y 12:05 pm de ese fatídico 31 de julio de 1981. Fue el último viaje del general Omar Torrijos y las seis personas que lo acompañaban.

Para algunos el tiempo estaba raro, con condiciones adversas en la aproximación final. Para otros, era un día normal, tan normal que el piloto pudo divisar sin problema alguno la pista de aterrizaje de Coclesito, tal como lo expresó en su última comunicación.

El avión salió de la base aérea de Río Hato –hoy aeropuerto internacional Scarlett Martínez- a las 10:44 am y aterrizó en Penonomé para una parada 11 minutos después (10:55 am). Allí pudieron haber metido “algo” adicional a la aeronave. Salieron 11:40 am. Faltaban solo 15 minutos de vuelo para llegar al destino final.

Tanto Panamá, dominado por la cúpula militar, como expertos del FBI, confirmaron no haber encontrado rastros de explosivos en los restos de la nave siniestrada. Sin embargo, los campesinos del lugar fueron escucharon y fueron testigos de dos explosiones. Como quedaron esparcidos los restos del sargento Ricardo Machasek, uno de los viajeros, se podía conjeturar que el accidente pudo haber sido provocado por una explosión. Es una práctica común en Estados Unidos que, por motivos de seguridad, se oculte la verdad.

Recuerdo cuando era legislador (1984-1989) que el colega Hugo Torrijos Herrera advirtió del posible asesinato de su hermano, a lo que se unió otro hermano, Moisés –Monchi- Torrijos aduciendo que había sido la CIA, por órdenes del recién electo presidente Ronald Reagan. La razón, porque “el general Torrijos negociaba con una empresa japonesa la posible construcción de un canal a nivel que reemplazara el actual sistema de esclusas”. Monchi señaló también la posible vinculación con el accidente del avión en que viajaba, tres meses antes  de la aburpa interrupción del vuelo del general Torrijos, del recién estrenado presidente de Ecuador Jaime Roldós Aguilera. En ese momento también se inculpó a la CIA.  Se especuló que en el avión del general Torrijos habían colocado una caja de Coca Cola con  una bomba dentro. Las investigaciones se cerraron y nadie habló más del asunto.

Aunque las autoridades militares ya habían detectado el lugar donde se encontraba el avión siniestrado, solo fue anunciado cuando el vicepresidente de entonces, Ricardo de la Espriella, solicitó ayuda al gobierno de Estados Unidos. Nadie sabe porque no querían hacer el anuncio de tan importante hecho. El día del accidente fue un viernes y el entonces presidente Arístides Royo, se encontraba desconectado en viaje de placer por la bahía de Panamá.

 La muerte de Torrijos puede haber sido un magnicidio, al igual el del presidente Remón Cantera el 2 de enero de 1955. En ese caso, nunca se supo con certeza quien lo mandó a asesinar, conjugándose tras su muerte los más disimiles intereses aderezados que propició una especie de repartidera del botín.

¿Por qué no pensar que en 1981 pasó algo parecido a lo ocurrido en 1955? ¿Por qué, quien reemplazó en el cargo al general Torrijos, el coronel Florencio Flores, segundo comandante, dimitió siete meses después el 3 de marzo de 1982, sin decir una palabra ¿Por qué tras la salida de Flores, y la llegada de Rubén Darío Paredes y Manuel Antonio Noriega, se saltaron al coronel Armando Contreras, a quien correspondía asumir la jefatura? ¿Por qué Noriega forzó la salida de las Fuerzas de Defensa del primo hermano de Torrijos, Roberto Díaz Herrera, a quien supuestamente correspondía reemplazarlo?

Nunca sabremos si en alguna forma Estados Unidos participó en los hechos ocurridos. Jamás lo aceptarán de haber sido así. Lo que por otro lado se comenta es que los regímenes de Daniel Ortega en Nicaragua y Fidel Castro en Cuba, se habían distanciado del general Torrijos, ante las advertencias de éste, por el rumbo equivocado en que llevaban sus procesos políticos internos.

Lo que si es cierto es que lo que posiblemente vimos como la gran traición al general Torrijos y que posiblemente ocasionara su trágica muerte, se está repitiendo hoy, cuando sus principios de solidaridad, justicia social y amor por los pobres son reemplazados -por sus supuestos herederos- por la más burda repartición de los bienes del Estado que conoce nuestra historia republicana.

Será que el avión de la Patria también se estrellará por el mal tiempo que enfrenta, aparentemente bueno para los que buscan que el país colapse.

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