Cómo evitar abusos electorales ante una amenaza que deja sin límites a la democracia
“La inteligencia artificial (IA) está cambiando la política, sin que seamos plenamente conscientes de en qué momento se han producido esos cambios, hasta dónde llegarán y el impacto que tendrán”, escribió Antoni Gutiérrez-Rubí en el diario argentino Clarín.
El afamado estratega político español dijo que como ha sucedido con toda revolución tecnológica, también trae consigo desafíos éticos, profesionales y democráticos sobre los que la política debe reflexionar y actuar.
Gutiérrez-Rubí, uno de los estrategas políticos detrás del triunfo de Gustavo Petro en Colombia, y asesor de la candidata oficialista de las elecciones presidenciales de junio en México, hizo una lista de retos.
1. Nuevos límites entre lo verdadero y lo falso. La IA está transformando los valores y los atributos con los que identificamos qué es verdad y qué es mentira. Este desdibujamiento de los límites de lo cierto es un peligro para el diálogo democrático.
2. El riesgo de suplantación. La IA puede sustituir a las personas en la creación, pero —más peligroso aún— puede, también, suplantar su identidad. Los deepfakes no son nuevos, pero ahora son cada vez más difíciles de identificar y más fáciles de hacer.
3. Homogeneización tecnológica. La IA funciona a partir de una síntesis de información y de patrones que son eficientes, pero que pueden llevar a una pérdida de los matices, de las diferencias y las diversidades. La despersonalización y estandarización de los contenidos y de los productos generados son un riesgo latente para cualquier sociedad. La homogenización eficiente tiende al pensamiento único sin disonancias.
4. Determinismo tecnológico. Como consecuencia de lo anterior, la pérdida del libre albedrío, la capacidad para el error —y, con ello, para el aprendizaje— puede condicionar nuestras vidas e ideas. El peligro es que estas herramientas no se usen como ayuda para agilizar y mejorar, sino como un atajo para evitar tareas que deberíamos hacer, como está ocurriendo en algunas escuelas. El resultado sería la decadencia de la creatividad y el pensamiento crítico, lo que se convertiría en una barrera fundamental para el ejercicio pleno de la ciudadanía y la democracia.
5. Aumento de la desigualdad. Según un estudio del Fondo Monetario Internacional (FMI), la incorporación de la IA afectará a casi el 40% de los puestos de trabajo en todo el mundo, porcentaje que se incrementará en las economías avanzadas.
Además, se espera que aumente la brecha entre los países y la desigualdad social. Todo ello impactará en la capacidad de la política democrática y de los gobiernos en atender estas profundas asimetrías y sus consecuencias sociales.
¿Qué puede hacer la política democrática?
Debe tomar, cuanto antes, el control de la IA y sus efectos. Una mayoría de la ciudadanía es consciente de lo compleja de la situación y considera necesarias las regulaciones.
Un informe del Artificial Intelligence Policy Institute muestra que el 56% de los estadunidenses cree que se debe crear una agencia que vigile la IA y ocho de cada 10 piensan que las empresas no se pueden regular a sí mismas.
La política llega tarde, insuficiente, lenta y sin capacidad punitiva real frente a los posibles incumplimientos regulatorios.
La responsabilidad privada se convierte, también, en el primer paso para encarar estos desafíos y evitar que las democracias se usen como laboratorios. En este sentido, ChatGPT ha dado un primer paso al anunciar un plan para evitar abusos electorales.
La política debe liderar grandes alianzas público-privadas para defender el interés general en el desarrollo de la IA que es, también, el único interés que permite el dinamismo de los mercados. Sin sociedad, no hay mercado. Y sin límites, no hay democracia.