Han enfrentado la opresión y la violencia y pueden defender a los palestinos en la escena mundial
Muchos sudafricanos parecen vivir un momento de autoafirmación y patriotismo desde que nuestro gobierno presentó una demanda por genocidio contra Israel ante ala Corte Internacional de Justicia de La Haya por sus acciones en Gaza, consolidando su lugar en el entorno mundial en solidaridad con los palestinos.
El 11 de enero, Francesca Albanese, la relatora especial de la ONU en materia de Palestina, ya había enviado un mensaje en la red social X, antes conocida como Twitter, en el sentido de que “ver a las mujeres y hombres africanos luchando para salvar a la humanidad” de los “ataques despiadados apoyados/permitidos por la mayor parte de Occidente seguirá siendo una de las imágenes definitorias de nuestro tiempo. Esto hará historia, pase lo que pase”.
El tribunal emitió un fallo preliminar que instaba a Israel a tomar medidas para evitar el genocidio en Gaza, pero no exigía un alto el fuego.
Los sudafricanos presentes ese día en el tribunal representaban el país que muchos de nosotros habíamos imaginado cuando intentábamos pensar en una nueva nación más allá del apartheid.
Durante años, el Congreso Nacional Africano, que ahora gobierna el país, ha hecho causa común con los palestinos. En el tribunal internacional, estos sudafricanos luchaban por una nación, y nos ayudaban a imaginarla, basada en luchas e ideales compartidos más que en identidades de grupo.
Tras el fin del apartheid
Existía la sensación de que Sudáfrica, con su historia de lucha y su Constitución progresista, transformaría de manera significativa su antiguo orden racial y sería la conciencia moral del mundo. Salvo por un breve y esperanzador periodo bajo la presidencia de Nelson Mandela, el país no ha estado a la altura de ese ideal.
Los ideales del movimiento de liberación de la nación se toparon con un complicado mundo de compromisos y acomodos. En el último mes, hemos vislumbrado algunas de esas viejas esperanzas.
El caso ante el tribunal ha alineado firmemente a Sudáfrica con lo que antes se conocía como el tercer mundo y ahora se conoce como el sur global, y ha atraído a otros aliados.
En los días posteriores a las audiencias, reflexioné que bien podría tratarse de otro momento esperanzador seguido de una realidad complicada y deprimente. A menudo, lo mejor que se puede esperar de los organismos judiciales internacionales son resoluciones diluidas de escasas consecuencias para los perpetradores.
Al mismo tiempo, al tomar la palabra a estas instituciones y obligar a la Corte Internacional de Justicia a actuar, Sudáfrica está marcando un hito para la sociedad civil mundial. Sudáfrica dio un paso adelante. Demostró lo que podíamos ser y cómo grupos que se han enfrentado a la opresión y a la violencia pueden defenderse unos a otros con confianza en la escena mundial. Lo que esos abogados decían era: “Acostúmbrense a oír nuestras voces”.