Un punto débil es el impacto de la guerra de Israel contra Hamás en muchos demócratas progresistas y votantes jóvenes
Tras la victoria del expresidente Donald Trump en New Hampshire y con el inicio no oficial de la campaña para las elecciones generales, no hay razón para que el equipo del presidente Joe Biden entre en pánico. Las encuestas a estas alturas de la carrera son casi siempre un referéndum sobre el actual presidente en lugar de una elección clara. Sin embargo, las malas encuestas y el bajo índice de aprobación de Biden son, o deberían ser, algo más que un gran argumento para sus críticos. Son la prueba de que su campaña necesita cambiar su mensaje.
Biden todavía no explica con claridad por qué se presenta a un segundo mandato. He llegado a esa conclusión después de hablar con más de una decena de exdirectores de campaña presidencial y estrategas políticos de alto nivel; de hecho, pasé dos años escribiendo un libro sobre la presidencia de Biden.
Como presidente en ejercicio, Biden no puede presentarse como elemento aparte de la política actual. Pero tiene un sólido argumento populista en favor de un futuro en el que los estadunidenses de a pie y los ideales consagrados en nuestra Constitución puedan prosperar. Este argumento supondría un marcado y optimista contraste con el de Trump, cuya única lealtad es hacia sí mismo y hacia la venganza por sus agravios imaginarios.
El principal problema para muchos votantes es la economía, y para superar las sombrías perspectivas de los estadounidenses en este frente, Biden necesita una nueva narrativa.
La llamada Bidenomics, un torpe recital de sus logros (creación de empleo, reducción del desempleo, límites para el costo de los medicamentos), no ha calado entre los votantes. Tampoco lo ha hecho su eslogan “acabar lo que se empezó”, porque no ha sabido definir la naturaleza de los retos a los que se enfrentan los estadounidenses.
Existe un modelo para ese tipo de narrativa de recuperación que es apropiado para el predicamento de Biden. Las campañas presidenciales de éxito rara vez se centran en el pasado. La campaña tendrá más éxito si deja que “Joe sea Joe” y hable como realmente habla.
Como señala Jim Messina, que dirigió la campaña ganadora de Obama contra Mitt Romney: “Los votantes piensan en política unos minutos a la semana y tienen varios trabajos. Así que, si eres un votante indeciso en Wisconsin, simplemente no tienes tiempo para centrarte en todo eso”.
Quizá lo más importante sea que Biden haga hincapié en la amenaza del movimiento “MAGA” a los derechos reproductivos de las mujeres. Hay mucho material fresco con el que trabajar en el todavía potente tema del aborto.
Aún más importante es subrayar lo que Trump ha dicho que hará si le dan una segunda oportunidad: desde ir tras sus enemigos políticos hasta deportar a millones de personas, construir campos de concentración, invocar la Ley de Insurrección y radicalizar aún más un Tribunal Supremo profundamente conservador que amenaza con recortar las libertades estadounidenses.
De hecho, el equipo de Biden no puede enfatizar con suficiente seriedad o frecuencia que el Partido Republicano dominado por el movimiento MAGA no tiene respuestas o planes realistas para hacer frente a los problemas de nuestros días.
No cabe duda de que Biden tiene algunos puntos débiles. Por ejemplo, el impacto de la guerra de Israel contra Hamás en muchos demócratas progresistas y votantes jóvenes. Tras haber apoyado a Israel el 7 de octubre, Biden debería denunciar públicamente su bombardeo casi indiscriminado de Gaza.
Sin embargo, consideremos lo siguiente: aunque el presidente obtendrá pocos beneficios políticos por mostrarse seguro en el entorno internacional, reunir a la OTAN ante la invasión de Ucrania por parte de Vladimir Putin ha sido vital para la democracia occidental.
Presentarse a la reelección al tiempo que se gestionan las crisis mundiales es una tarea hercúlea.
Es hora de que Joe Biden salga al Jardín de Rosas de la Casa Blanca, se deshaga de sus redactores de guiones y recupere el carácter franco que le dio la victoria hace tres años por un margen de siete millones de votos.
Biden tiene un argumento populista abrumador para la reelección, y puede y debe ganar un segundo mandato, pero solo si el presidente y su equipo explican qué pretende hacer a continuación, y por qué devolver a Trump al poder sería una calamidad para nuestra democracia y el papel de liderazgo de Estados Unidos en el mundo.