Para estos días, en el 2019, ya se veía cómo el electo presidente Cortizo configuraba su gobierno, integrado principalmente de PRDs. Dio al MOLIRENA un ministerio y la Lotería Nacional, nombrándose allí a desconocidos vinculados al presidente de ese partido.
La mayoría de los cargos fueron confiados al vicepresidente Carrizo, quien designó a inexpertos familiares y amigos que fueron los encargados de las finanzas de la campaña presidencial.
Hubo diputados que nombraron ministros y viceministros, así como directores de entidades autónomas y miles de sus activistas.
La marca de Cortizo no pareció muy evidente en la integración de su equipo de trabajo, ocupando él lo protocolar y realizando sus constantes giras al interior y a las comarcas.
Le dejó a Carrizo llevar el peso del gobierno, inclusive durante la pandemia. Todo se agravó cuando se detectó la enfermedad del presidente.
Cortizo se limitaba a anunciar públicamente cuándo llegarían las vacunas, se repartirían bolsas de comida y entregarían el vale digital. Parecía disfrutar ese papel, propio de un periodista.
Por sentirse los diputados responsables de ser determinantes en la elección del nuevo presidente, gobernaban desde la Comisión de Presupuesto de la Asamblea Nacional. Fue un gobierno con varias cabezas, lo que causaba su constante zigzagueo y desorden.
El resultado fue fatal para el país, sobre todo para sus finanzas. Todo se deterioró. Las escuelas sin operar, los hospitales sin medicinas e insumos. La carencia de agua se multiplicó. Nos convertimos en un país sin rumbo ni esperanzas.
Las urnas reflejaron el 5 de mayo el severo castigo recibido por tan mala gestión que nos llevó a una astronómica deuda pública, un Seguro Social en bancarrota, una corrupción pública de las peores de la historia patria y la profundización de una mayor desigualdad social y económica para los más vulnerables.
En el 2024, para sorpresa de muchos, las cosas parecieran pintar diferente. El presidente electo, José Raúl Mulino, en la configuración de su equipo de trabajo, está causando una impresión distinta que la de antecesor.
Su gabinete, por ejemplo, no tiene marcas partidarias definidas al ser sus integrantes personas de grupos políticos diferentes o simplemente independientes, con un destacado perfil empresarial, profesional o técnico.
Indiscutiblemente que la escogencia del economista Felipe Chapman en Economía y Finanzas envió mensaje interno muy positivo: No apadrinaremos ninguna vagabundería.
Y al exterior, de confianza y seriedad en el manejo de las finanzas públicas. Esas acciones alientan a inversionistas de adentro y de afuera, que confían que ahora no habrá tratos diferentes para los que tienen algún diputado detrás, son copartidarios o fueron donantes de la campaña.
Ojalá que lo anterior sirva para mejorar la calidad de vida de los panameños.
Algunos critican que estamos frente a un gobierno de corte empresarial. Pero del signo que sea, lo que la gente quiere es que paren de robar y que los dineros públicos les sean devueltos en obras y servicios a los ciudadanos.
En los últimos tiempos han desarrollado nefasta prácticas de alquilar o comprar diputados para lograr mayoría en la Asamblea Nacional. Con ello el Legislativo ha cogobernado, olvidándose de su indispensable rol de equilibrio con el Ejecutivo, siendo su fiscalizador. Ha habido diputados asumiendo el aberrante rol de extorsionadores.
Lo hecho hasta ahora dista mucho del comportamiento pasado. Las reuniones de Mulino, de cara al sol, con los diferentes diputados así lo refleja. Para que la democracia funcione debe haber respeto entre los diferentes órganos del Estado. Y eso no ha existido, incluyendo el Órgano Judicial, prevaleciendo, el interés político, el chantaje y el que hay pa’ mi.
Los nombramientos de contralor general y los procuradores deben responder a criterios de honestidad, independencia y trayectoria que no dependan, como ha sido el caso del contralor Solís, del apoyo político que logren para hacerse del puesto y devolverlo con la gestión más opaca que se conoce en el ejercicio de tan importante cargo.
La experiencia vivida en los últimos años, ampliada negativamente en los últimos cinco años de desgreño y desorden del PRD, debe evitarse a toda costa. Panamá nos pertenece a todos. No solo a los que ganan elecciones.
Por lo que estamos viendo, los vientos pueden estar soplando en la dirección correcta. Eso es lo que quiere Panamá y lograr que la nave avance hacia puerto seguro, debe ser del interés de todos.