Fue un tsunami ideológico y jurídico que se llevó por delante a la tiranía, que era la norma desde el principio de los tiempos
El 4 de julio de 1776, con la firma de la Declaración de Independencia, marcó no solo el nacimiento de una nueva nación, Estados Unidos, sino que también un hito histórico muy significativo para el mundo democrático internacional, informó el diario español El Confidencial.
Este evento estableció principios fundamentales de libertad, igualdad y derechos civiles que han servido de modelo e inspiración para democracias en todo el mundo.
La Declaración de Independencia, redactada principalmente por Thomas Jefferson, invocó principios del derecho natural y los derechos inalienables.
La idea de que “todos los hombres son creados iguales” y están dotados de “ciertos derechos inalienables”, entre ellos “la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad2, reflejó una ruptura radical con las ideas monárquicas de la época, promoviendo en cambio la soberanía popular.
Jurídicamente, la declaración de independencia representó un acto de soberanía en el cual las colonias se constituyeron como estados libres e independientes.
Este acto fue un ejercicio de derecho a la autodeterminación, un principio que se consolidaría más tarde en el derecho internacional.
La independencia proclamada no solo fue un acto de ruptura con la autoridad británica, sino también una afirmación de la capacidad de los nuevos estados de establecer su propio gobierno y orden jurídico.
El 4 de julio de 1776 sentó las bases para la creación de un nuevo orden constitucional en Estados Unidos. Y fue el precursor de la Constitución de 1787 y la Carta de Derechos, documentos que estructuraron un sistema de gobierno basado en la separación de poderes, el federalismo y la protección de los derechos fundamentales.
Varios actores clave contribuyeron a la independencia de Estados Unidos y a la creación de su marco jurídico. Por encima de todos destaca Thomas Jefferson, el principal redactor de la Declaración, que utilizó su conocimiento sobre el derecho y la filosofía para articular los principios fundamentales.
John Adams, un ferviente defensor de la independencia, fue crucial en la promoción de la causa y en la defensa del documento. Benjamin Franklin, con su vasta experiencia diplomática, ayudó a asegurar el apoyo francés y a fortalecer la posición internacional de las colonias.
John Hancock, presidente del Congreso Continental, y Richard Henry Lee, quien propuso la resolución de independencia, también jugaron roles decisivos. Sin olvidar a James Madison –conocido como el Padre de la Constitución–, que fue decisivo en la Convención Constitucional de 1787. Su conocimiento profundo de las teorías políticas y su habilidad para forjar compromisos personales fueron esenciales para el diseño del sistema de gobierno.
Su insistencia en la inclusión de una Carta de Derechos ayudó a asegurar la protección de las libertades individuales, sentando un precedente para la constitucionalidad de los derechos civiles.
Alexander Hamilton, otro autor destacado de los Federalist Papers, fue un ferviente defensor de un gobierno central fuerte y eficaz.4}
Y John Jay, el primer presidente del Tribunal Supremo de los Estados Unidos. Su labor en la definición del rol del poder judicial fue crucial para establecer la independencia y la autoridad de este brazo del estado.
De todos ellos, John Adams fue el segundo presidente de la historia, después de George Washington (1797-1801). Le siguió Thomas Jefferson (1801-1809) y después James Madison (1809-1817).
La declaración tuvo repercusiones significativas en el derecho internacional. Estableció un precedente para futuras declaraciones de independencia y movimientos de liberación en todo el mundo.
Además, sentó las bases para el reconocimiento internacional de Estados Unidos como una entidad soberana. La independencia fue finalmente reconocida por el Tratado de París en 1783, donde Gran Bretaña reconoció oficialmente la soberanía de las antiguas colonias.
El modelo de gobierno establecido por la Constitución de Estados Unidos, con su sistema de controles y equilibrios, separación de poderes y protección de derechos fundamentales, ha influenciado a muchas otras naciones en la redacción de sus propias constituciones.
En Europa, la Revolución Francesa de 1789 adoptó muchos de los ideales estadunidenses, aunque con un enfoque diferente.
En Iberoamérica, las luchas por la independencia en el siglo XIX se inspiraron en los principios estadunidenses de autodeterminación y libertad.
En el siglo XX, la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948, adoptada por las Naciones Unidas, reflejó los mismos principios de igualdad y derechos inalienables proclamados en la Declaración de Independencia de 1776.
Fue un tsunami ideológico y jurídico que trascendió todas las fronteras y que se llevó por delante a la tiranía, que era la norma desde el principio de los tiempos.