Involucra al gobierno alemán y las empresas OMV de Austria, la británica Shell, la francesa Engie y las alemanas Uniper y Wintershall
La destrucción de la infraestructura destinada a hacer fluir gas desde Rusia hasta AlemaniaNord Streem un caso todavía sin resolver, no solamente se ha convertido en el mayor misterios en torno a la guerra de Ucrania, sino también en una herida que despierta susceptibilidades y toca nervio diplomático, informó el diario español ABC.
Después de que el primer sospechoso contra el que se había emitido una orden de arresto desapareciese impunemente en Polonia, y de que varios medios estadounidenses y el exjefe de la inteligencia alemana, August Hanning, apuntasen con su dedo acusador al gobierno de Varsovia como coorganizador del sabotaje, el primer ministro polaco no ha desmentido tal acusación, como cabía esperar de una país aliado de Alemania en la UE y en la OTAN.
En cambio, ha emitido un mensaje desafiante e indirectamente incriminatorio.
A todos los iniciadores y patrocinadores de Nord Stream 1 y 2: lo único que deben hacer ahora es disculparse y guardar silencio”, publicó el domingo Donald Tusk en la plataforma X, enviando así un mensaje amenazador a quienes en su día participaron en la construcción de la mayor infraestructura gasística de Europa.
Entre los aludidos están el gobierno alemán y las empresas OMV de Austria, la británica Shell, la francesa Engie y las alemanas Uniper y Wintershall, que financiaron a medias la construcción junto a la rusa Gazprom.
Polonia siempre rechazó el proyecto del gasoducto Nord Stream 2, por considerar que aumentaba la dependencia geoestratégica alemana de Rusia.
El anterior Gobierno polaco, del partido Ley y Justicia (PiS), contra cuya política exterior se posicionó frontalmente el actual primer ministro Tusk, mostró abiertamente su resistencia y su frustración por el hecho de que a la primera fase proyecto, Nord Stream 1, siguiera Nord Stream 2, que no llegó a entrar en servicio.
Tusk se distanció tanto de ese descontento que el actual líder de la oposición Jaroslaw Kaczynski se refirió a él literalmente como “agente alemán”.
Pero ahora, tras surgir las primeras acusaciones contra el presidente de Polonia, Andrzej Duda, que apuntaban a que habría estado informado del plan ucraniano de sabotaje, no hay desmentido oficial, sino un escueto y críptico mensaje.
El asunto amenaza con dividir a los aliados. Hay en juego además jugosas indemnizaciones: en caso de demostrarse la participación de servicios de inteligencia extranjeros, Alemania podrían reclamar daños contra una infraestructura valorada en unos $12,000 millones.
Gazprom, con el 51% de las acciones, está intentando desde febrero cobrar el dinero del seguro, unos $400 millones, y defenderse de las reclamaciones financieras de las empresas occidentales.
El seguro no cubre “las pérdidas o daños que surjan directa o indirectamente de la guerra (ya sea que haya sido declarada o no), invasión, acciones de enemigos extranjeros”, según la declaración del consorcio asegurador británico Lloyds y Arch Insurance Group, presentado ante el Tribunal Superior de Londres. El veredicto aún no se ha emitido.
La amenaza explícita de Biden -“destruiremos el gasoducto, se lo prometo”-, ansioso por vender en Europa gas estadounidense, añaden tanta confusión como la financiación rusa del proyecto.
El opositor Boris Nemtsov denunció, antes de morir asesinado en el 2015, que las tuberías instaladas entonces eran ya tres veces más caras de lo presupuestado y que los beneficios iban a parar a los bolsillos del hombre de confianza de Putin, Arkady Rotenberg, que también construyó el puente a Crimea.