“Israel tiene una clara ventaja tecnológica porque no es sólo Israel, sino que también cuenta con el apoyo de Estados Unidos”, afirman expertos
El ejército israelí bombardeó la tarde del jueves supuestos “objetivos” de la milicia chií Hezbulá en el sur del Líbano, mientras en el país aumenta la incertidumbre sobre si esto será o no el preludio de una guerra abierta, informó la agencia EFE.
En un comunicado difundido el ejército israelí dijo estar “atacando en estos momentos objetivos de Hezbulá en el Líbano para dañar y destruir” capacidades e infraestructura de la milicia proiraní.
El objetivo es “llevar seguridad al norte de Israel con el fin de permitir el regreso de los residentes a sus hogares”, concluye el texto, en referencia a los cerca de 60.000 israelíes que siguen evacuados de las comunidades fronterizas desde que comenzara el fuego cruzado con Hezbulá, paralelo a la guerra en Gaza.
Por su parte, el ministro de Defensa isrelí, Yoav Gallant, repitió ese mismo mensaje sobre los evacuados horas más tarde en una reunión con otros cargos de seguridad e inteligencia israelíes, a los que reiteró que Israel afronta “una nueva fase” en la guerra y que las operaciones militares contra Hezbulá continuarán.
“En la nueva fase de la guerra hay oportunidades significativas, pero también riesgos considerables. Hizbulá se siente perseguido. La secuencia de nuestras acciones militares continuará”, dijo el ministro.
Ya ayer, el jefe del Estado Mayor del Ejército israelí, Herzi Halevi, dijo haber aprobado los “planes de ataque y defensa” en el frente norte, a medida que el Ejército israelí traspasa fuerzas del sur (donde continúa la guerra en la Franja de Gaza) a la divisoria septentrional con el Líbano.
Según medios israelíes, esto significa que las tropas están listas y esperando ahora directrices del régimen sobre cómo actuar en el Líbano sin perjudicar los demás objetivos de la guerra, incluido el retorno de los 97 rehenes de Gaza.
Los ataques israelíes en el sur del Líbano coincidieron con un discurso televisado del líder de Hizbulá, Hasán Nasrala, sobre las oleadas de explosiones de aparatos electrónicos -atribuidas a Israel- que esta semana causaron 37 muertos y casi 3,200 heridos en el Líbano.
En la elocución, Nasrala dijo que Israel había traspasado todos los “límites” y “líneas rojas” con el ataque masivo en remoto que afectó calles, hospitales y supermercados. Pero reconoció que había causado “un golpe sin precedentes” en la historia de la organización.
“Israel tiene una clara ventaja tecnológica porque no es sólo Israel, sino que también cuenta con el apoyo de Estados Unidos”, señaló el líder, que advirtió que lo sucedido podría calificarse como “una declaración de guerra”.
Además, en un acto considerado parte de la guerra psicológica que libran ambas partes, cazas israelíes rompieron la barrera del sonido sobre la capital libanesa, provocando intensos estruendos que hicieron temblar puertas, cristales y ventanas, y hasta hicieron saltar alarmas de coches en las calles.
Mientras, en Israel, la prensa local se debate entre si los inauditos sucesos de los dos últimos días constituyen una “rara oportunidad” para debilitar a Hezbulá o si, por el contrario, atacar ahora solo será el inicio de otra guerra estancada como la de la Franja de Gaza.
“En pocas palabras, Hezbulá se encuentra actualmente en el peor estado en el que ha estado desde el final de la Segunda Guerra del Líbano en 2006. Fue completamente sorprendido por un ataque que no sabe cómo contrarrestar”, dice hoy un editorial del digital hebreo N12.co.il, que aboga por atacar el arsenal de misiles de la milicia.
Menos positivo, el diario Yedioth Ahronoth, el segundo más leído en el país, advirtió este jueves del riesgo de “entrar en bucle” con “una guerra a gran escala” que podría debilitar a Hezbulá, pero no destruirla como organización.
“Una vez que termine esa guerra, se alcanzará un nuevo conjunto de acuerdos con la organización libanesa. Si el éxito de Israel es enorme, Hezbolá se retirará al norte del río Litani. Si el éxito es más modesto y limitado, se retirará a entre diez y quince kilómetros de la frontera”, predice el editorial, que se pregunta: “¿Por qué no alcanzar esos acuerdos ahora, antes de que muera tanta gente y antes de que se disparen miles de misiles?”.