Con la derrota 121, ante los Detroit Tigers, la histórica franquicia ha superado la marca negativa de 120 reveses de los New York Mets en 1962
En 1919 se descubrió lo que hasta hoy es uno de los mayores escándalos de la historia del deporte norteamericano. Ocho jugadores de los Chicago White Sox fueron juzgados por dejarse sobornar por una trama de apuestas. Se vendieron para que su equipo perdiera en las series finales de la liga de béisbol ante los Cincinnati Reds, informaron medios de prensa internacional.
Lo que ocurrió un día a la salida del tribunal se instaló en la cultura popular. Shoeless Joe Jackson, uno de los grandes bateadores de la época, fue abordado por un grupo de niños sollozosos, que le imploraron que les negara la mayor: «Say it ain’t so, Joe, say it ain’t so», dijo uno de ellos. (Dí que no es verdad, Joe, dí que no es verdad).
Se han escrito canciones, libros, escenas de película y hasta óperas de esta torturada frase. La escena la escribió un periodista del Chicago Daily News que cubría el juicio.
Tiempo después se supo que se la inventó. Pero era demasiado buena para ser atajada. Y en unos tiempos en que el béisbol era más que un pasatiempo, la anécdota cogió un vuelo que cruzó generaciones.
El escándalo del amaño de partidos siempre ha sido la mancha indeleble de la historia de los White Sox. Un bochorno insuperable. Pues bien, poco más de un siglo después la franquicia de Chicago ha producido otro episodio para avergonzar a sus seguidores.
Cada siglo su momento de oprobio. Desde este fin de semana ha entrado en los anales como el peor equipo del béisbol moderno. Con su derrota esta pasada madrugada ante los Detroit Tigers (4-1), la 121 de la temporada, los White Sox han superado la marca negativa de 120 reveses que ostentaban los New York Mets desde 1962.
Los Mets tenían excusa, pues al fin y al cabo era su primer año en la Major League Baseball y se estaban construyendo. Los White Sox, en cambio, empezaron la campaña con ínfulas de grandeza, con incorporaciones que prometían mejorar los registros de la temporada anterior.
Tanto el director deportivo, Chris Getz, como el entrenador, Pedro Grifol, hicieron declaraciones cargadas de optimismo en pretemporada. Pero con la competición en marcha enseguida se vio que iba a ser un curso tortuoso. Nadie imaginó que tanto.
Chris Getz, que en verano ya se cargó a Grifol, se disculpó con los aficionados tras consumarse la humillación histórica en Detroit: «No se merecen esto». Y prometió invertir más dólares en la reconstrucción del equipo.
Desde 1981, el propietario de la entidad es Jerry Reinsdorf, dueño también de los Chicago Bulls. Curiosamente, Reinsdorf ha ostentado el récord de victorias de la NBA con los Bulls de Michael Jordan durante muchos años (72-10, cifra histórica que superaron los Golden State Warriors de Stephen Curry) y ahora se queda el récord de derrotas en béisbol. El deporte es así.
Como es de suponer, tanto Reinsdorf, de 88 años, como Getz han sido acusados de todo. La crítica más extendida hace referencia a la gestión de la franquicia, que se habría aferrado a un modelo anticuado, reclutando jugadores por instinto, o por lo que ven los ojos, en lugar de las tendencias modernas de análisis de datos avanzados que aparecieron reflejadas en Moneyball, aquel peliculón basado en hechos reales que protagonizó Brad Pitt.
Sí, al parecer los White Sox se han quedado anclados en el pasado, ignorando la adopción de algoritmos y análisis profundos que utilizan ya casi todos sus rivales de la MLB.
Los encargados de las redes sociales de los White Sox hicieron frente al sonrojo con humor. Al divulgar el resultado de la derrota 121, escribieron: “Listado de cosas que hacer antes que leer los comentarios”.
Y listaban acciones del tipo: “matarte el nervio de una muela”, “pagar impuestos”, “comer 5,000 galletitas saladas sin beber agua”, “reptar a través del desierto del Sahara” o “caminar descalzo sobre raíles de tren”. O ver un partido de los White Sox, podían haber añadido.