La relación entre Israel y Estados Unidos ha sido clave, ya que los servicios de inteligencia estadunidenses estaban al tanto de la operación
En una de las operaciones más sofisticadas y secretas de la historia reciente, Israel logró eliminar al líder de Hezbolá, Hassan Nasrala, en una misión que ha sacudido no solo al Líbano sino a toda la región de Oriente Medio, informó el diario español La Razón.
El asesinato, ocurrido en pleno corazón del barrio chií de Dahiya en Beirut, fue el resultado de años de planificación y una maniobra de engaño que incluyó la falsa salida del jefe del régimen israelí, Benjamín Netanyahu, hacia Estados Unidos.
La operación para eliminar a Nasrala no fue una decisión tomada de la noche a la mañana.
Durante años, la Dirección de Inteligencia Militar de Israel había estado recopilando información sobre los movimientos y escondites del líder de Hezbolá, pero fue solo recientemente cuando se reunieron las condiciones óptimas para dar luz verde al asesinato.
Según fuentes de seguridad israelíes, el exjefe de inteligencia, Aaron Haliva, había planteado la posibilidad de ese ataque el pasado 11 de septiembre, tras recibir informes que sugerían que se había logrado rastrear con precisión el paradero de Nasrala.
Uno de los mayores desafíos que enfrentaron las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) durante la Segunda Guerra del Líbano en el 2006 fue precisamente la incapacidad de localizar a Nasrala, quien se escondía en complejos subterráneos altamente protegidos.
Sin embargo, con el paso de los años, y gracias a la mejora de las capacidades de espionaje y reconocimiento aéreo de Israel, esa brecha de inteligencia se cerró.
El miércoles anterior al ataque, la inteligencia militar israelí recomendó una vez más el asesinato selectivo, basándose en la información precisa que había sido recopilada.
La cúpula política de Israel, después de ser informada de los avances, decidió finalmente aprobar la operación. Parte de la estrategia para garantizar el éxito de la misión fue la creación de una maniobra de distracción en la que Netanyahu fingió continuar con su agenda habitual y voló hacia Estados Unidos en el avión “Wing of Zion”.
Ese gesto pudo ser interpretado por Hezbolá como una señal de que Israel estaba concentrado en sus relaciones exteriores, lo que provocó que Nasrala y otros líderes del grupo bajaran la guardia y realizaran una reunión en su búnker subterráneo en el barrio de Dahiya.
Durante todo el vuelo, Netanyahu y su equipo mantuvieron consultas de seguridad en el aire, asegurándose de que cada paso estuviera alineado con los últimos informes de inteligencia provenientes de Beirut.
Ese juego de engaño permitió que los líderes de Hezbolá se reunieran sin preocuparse por una intervención militar israelí inminente.
El momento clave llegó el viernes, cuando los aviones de combate israelíes recibieron la orden de armarse con bombas antibúnker y despegaron hacia su objetivo.
La precisión fue fundamental, ya que el búnker donde se encontraban Nasrallah y otros líderes de Hezbolá estaba diseñado para soportar ataques convencionales . Sin embargo, las bombas antibúnker fueron suficientes para penetrar las defensas subterráneas y acabar con todos los presentes.
El ataque fue monitoreado en tiempo real por drones que transmitían imágenes en directo a la base subterránea de las FDI en Tel Aviv, conocida como “el pozo”.
Cada una de las bombas fue lanzada con la máxima precisión, y una tras otra fueron impactando el objetivo, causando una devastadora destrucción en el barrio de Dahiya. Las columnas de humo que se elevaron desde el búnker fueron visibles desde kilómetros de distancia.
El asesinato de Nasrala ha tenido un impacto profundo en la dinámica del poder en el Líbano y en toda la región.
Hezbolá, el grupo chií respaldado por Irán, ha sido durante años una amenaza constante para Israel, con un arsenal de miles de cohetes y misiles apuntando directamente a ciudades israelíes. El asesinato de su líder marca un golpe significativo para la organización, que ahora enfrenta un futuro incierto.
Por otro lado, la operación también ha provocado reacciones mixtas en la comunidad internacional. Mientras algunos países árabes han condenado el ataque, otros lo han interpretado como una muestra de la capacidad de Israel para defenderse de sus enemigos más acérrimos. En este sentido, la relación entre Israel y Estados Unidos ha sido clave, ya que, a pesar de la maniobra de distracción de Netanyahu, los servicios de inteligencia estadunidenses estaban al tanto de la operación.
Documentos filtrados y análisis de expertos en seguridad han revelado que la planificación de esta operación comenzó años antes, cuando las FDI y el Mossad intensificaron sus esfuerzos por infiltrarse en las redes de Hezbolá y recopilar inteligencia de alta calidad.
La tecnología avanzada jugó un papel crucial en la identificación del escondite de Nasrala, permitiendo a las fuerzas israelíes cerrar el círculo y planificar el momento exacto del ataque.
Lo que diferencia esta misión es la complejidad del engaño y la capacidad de Israel para llevar a cabo un ataque de tal envergadura en el centro de Beirut, una ciudad bajo constante vigilancia por parte de Hezbolá.
A pesar de que la operación ha sido un éxito desde el punto de vista táctico para Israel, el futuro del Líbano y de Hezbolá sigue siendo incierto.
La organización, aunque ha perdido a su líder más emblemático, sigue siendo una fuerza significativa en el Líbano y en toda la región, con miles de combatientes y un amplio apoyo de Irán. La pregunta que muchos se hacen ahora es cómo responderá Hezbolá al asesinato de Nasrala y qué impacto tendrá esto en la estabilidad del Líbano y en las relaciones entre Israel y sus vecinos árabes.
Los medios israelíes, como The Times of Israel, han señalado que, aunque la muerte de Nasrala supone un golpe devastador para Hezbolá, también podría desencadenar una respuesta violenta por parte del grupo, lo que pondría en riesgo la frágil paz en la región.