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En México bajan los homicidios, suben las desapariciones

En México bajan los homicidios, suben las desapariciones
Madres mexicanas marchan por sus hijos desaparecidos. Foto Marcela Turati

“Ya no hay cuerpos en la calle, ahora hay fosas”, dice la periodista de investigación Marcela Turati

Marcela Turati lleva más de media vida dedicada a investigar, desde la atalaya del periodismo, violaciones de derechos humanos y las consecuencias de la guerra contra el narco que el presidente Felipe Calderón arrancó en México en 2006.
Más de media vida narrando la violencia y el sufrimiento extremo de una sociedad anestesiada ante la magnitud de un horror que parece no tener límites.
Esta semana ha recalado en Barcelona para presentar su último libro, ‘San Fernando: última parada’, y atiende las preguntas del diario español, antes de intervenir en la sede de Casa América Catalunya.
Periodista mexicana Marcela Turati presenta su libro.
Ha dedicado más de una década a investigar el caso de San Fernando, del que trata el libro que hoy presenta en Casa América. ¿Qué sucedió en esta pequeña localidad de Tamaulipas próxima a la frontera con Estados Unidos?
En agosto del 2010, tuvo lugar la masacre de 72 migrantes. Lo que explicó el gobierno entonces es que los Zetas bajaron a un grupo de migrantes de un camión y les preguntaron si querían trabajar para ellos, respondieron que no y los narcos los mataron a todos.
Solo sobrevivió un ecuatoriano, que fue quien contó la historia. Pero en abril del 2011, se encontraron unas fosas en el mismo municipio y ahí saltó un escándalo que es muy poco conocido. Se sumaron casi 200 cadáveres y se supo que durante varios días, en esa carretera que está a una hora de Estados Unidos, los Zetas interceptaron a todos los migrantes que venían de Michoacán, los interrogaron y a los que no reclutaron forzadamente, los mataron.
El gobierno dijo que solo fueron tres días, pero después se supo que podría haber hasta 600 cuerpos, que la policía municipal ayudaba a los Zetas, que los militares no hicieron nada y que en realidad las matanzas duraron semanas. Al hacerse público se montó tal escándalo que la Procuraduría General de la República mandó un tráiler refrigerado, llevó los cuerpos a Ciudad de México y los enterró sin identificar.
¿Cuál es el objetivo de tu libro?
Lo que yo trato de hacer es contar las zonas de silencio y las zonas controladas por el narcotráfico en México donde el crimen está autorizado. Intento explicar cómo el mismo Gobierno desaparece a las personas desaparecidas y las vuelve a enterrar y cómo inventan verdades. Es un sistema criminal. Y trato de mostrar la crisis forense que tenemos. En México tenemos 77,000 cuerpos sin identificar y más de 115,000 personas desaparecidas . En este sexenio que acaba de cerrar se registró una persona desaparecida por hora.
Madres mexicanas marchan por sus hijos desaparecidos. Foto Marcela Turati
¿Y en qué estado se encuentra actualmente la investigación de este caso? 
Acabé el libro el año pasado; en ese momento no había condenados. Es en agosto de este año cuando el Gobierno dijo que sentenció a 11 miembros de los Zetas a 50 años de cárcel por estas masacres. Entre ellos hay un inocente que recojo en el libro. Era un pasajero de autobús, un indígena al que presentaron como un Zeta. Lo torturaron. Pero va para largo establecer bien lo que ocurrió. No hay ningún funcionario público entre los condenados a pesar de que todo esto fue ayudado por policías, por autoridades municipales, por el Gobierno federal, no hay nadie condenado por desaparecer los cuerpos. Todavía hay mucha gente esperando a que les entreguen a sus familiares.
Esos episodios de violencia extrema protagonizados por el narcotráfico se han convertido en algo común en México y ni el gobierno ni la policía ni los jueces parecen ser capaces de ponerles fin.
Sí, de hecho en mi libro explico cómo durante la investigación todas las autoridades miran para otro lado, todo mundo dice que no les toca a ellos. Y así, en ese vacío legal, pasan años sin hacer nada contra el crimen organizado. El Ejército juega un papel muy raro desde hace mucho tiempo, como si fuera un testigo, porque ni se enfrenta, ni previene ni nada, pero está presente. La Procuraduría General de la República, a pesar de que la gente llamaba, no hizo nada y parece que se activó cuando los Zetas atacaron a unos ciudadanos americanos y el FBI llamó preguntando qué estaba pasando. Pesan más las ganas de que no se vea la violencia en México y que no se espante el turismo, ni la economía, ni los inversores, por lo tanto es mejor ocultar. Es un Estado mafioso que lleva muchos años enquistado.
¿Entonces el Gobierno no hace nada por miedo o porque el narcotráfico también está infiltrado en su seno? 
Es una fuente de financiación. Sería quitarle recursos a los partidos. Es increíble cómo los partidos políticos han entrado en el juego.
Mujeres mexicanas marchan por sus hijos desaparecidos. Foto Marcela Turati
¿Qué efectos está causando en la sociedad mexicana toda esta violencia y la impunidad en la que viven los narcos?
En mi libro explico cómo los Zetas instalaron en San Fernando un gobierno paralelo con sus reglas. Organizaban hasta las fiestas del día del niño o de la madre y controlaban incluso las misas. Aunque no esté de acuerdo, la gente tiene que cooperar, tiene mucho miedo. Viven bajo una dictadura criminal entre la resignación, la tristeza, el horror y la normalización. Porque a pesar del horror, la gente sigue con su vida, van a la playa, asan su pescado.
El acoso y el asesinato de periodistas también es, por desgracia, en algo común en México, que según RSF es el país sin guerra más peligrosos para ejercer esta profesión.
¿Contribuyó López Obrador a esta situación con sus críticas a la prensa?
Ese siempre ha sido el debate. Lo que sí vimos es cómo los gobernantes empezaron a copiar su modo de burlarse de los periodistas, de dejarlos sin preguntas, sin contestar. A la gente se le hacía muy fácil por cualquier pregunta que hicieras decirte que estabas contra el pueblo. Por preguntar por los desaparecidos en ‘Las mañaneras’, a mí me llegaron a acusar de ser una traidora a la patria, de no querer el cambio. Si hay un desprecio es mucho más fácil que cuestionen nuestro rol, hace más peligrosas las cosas. En redes sociales es horrible la estigmatización. Y ya no es solo el gobernante el que te odia, sino que es el ciudadano el que cree que eres un enemigo de la transformación y te encara por la calle.
¿Y cree que la nueva presidenta, Claudia Sheinbaum, va a seguir por la misma senda?
Ya ha dicho que los miércoles va a mantener la sección ‘Quién es quién en las mentiras’, pero ahora ayudada por el pueblo. Eso me parece muy peligroso. Va a ser una cacería de brujas. Sheinbaum ya ha dado muestras de ser intolerante a la crítica. Se nota que es de mecha corta. Pero es la gran incógnita. No sabemos bien quién es. Hay gente que dice que va a marcar distancias con su predecesor y otros que va a ser continuista.

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