El partido concede un botín en forma de victoria psicológica por la influencia que el resultado pueda tener en el rendimiento de los equipos
Real Madrid y Barcelona pugnarán este domingo por conquistar la Supercopa de España con el aliciente de que, además de ser el primer título del año, pondrá sobre el tapete del estadio King Abdullah a una constelación de estrellas de ambos bandos con una predicción incierta sobre el desenlace a tenor de cómo llegan ambos a la final, informó la agencia EFE.
Además del trofeo, el partido concede un botín en forma de victoria psicológica por la influencia que el resultado pueda tener en el rendimiento de los equipos en lo que resta de temporada en las distintas competiciones.
La final está repleta de alicientes, al estar garantizada la presencia de las principales figuras de ambos conjuntos, incluido Dani Olmo, después de que el Consejo Superior de Deportes (CSD) le otorgara la medida cautelar de poder ser inscrito de nuevo, al igual que Pau Víctor.
En el Real Madrid, el partido le llega con el depósito de confianza recargado después de estrenar el año líderes en LaLiga y de ver como sus galácticos están en un óptimo estado de forma, cada vez más compenetrados y con más acierto, al sumar el equipo 26 goles en los últimos ocho partidos, con un promedio superior a los tres tantos.
En particular Bellingham, con nueve goles en diez encuentros, y Mbappé, de quien Ancelotti certifica que ha empezado a ser el verdadero Kylian tras un comienzo de temporada titubeante.
También se presenta entonado Vinícius Júnior, aunque con la presión de nuevo sobre su comportamiento tras la expulsión en Valencia y los dos partidos de castigo que cumplirá en liga, así como lo acaecido con Pablo Maffeo en la semifinal ante el Mallorca.
Con Bellingham, Valverde y Tchouameni recuperados de los problemas con que acabaron el encuentro ante el Mallorca, Ancelotti solo tiene la duda de si volver a dar la manija del equipo al francés Camavinga o al croata Modric, recuperado de su proceso vírico.
En su reto mayúsculo de lograr siete títulos en la temporada, el Madrid afronta su tercer peldaño tras coleccionar la Supercopa de Europa y la Copa Intercontinental, aunque tiene el mal recuerdo del 0-4 que le endosó el equipo culé en liga a finales de octubre, donde los puntas blancas cayeron en la telaraña del fuera de juego tendida por Flick.
El preparador alemán tiene a su vez el objetivo imperante de zanjar la sequía de títulos del Barça que se remonta a la liga del 2023, y, de paso, buscar el componente psicológico que se le atribuye a la Supercopa, que la plantilla azulgrana coincide en que insuflaría un chute de moral para el resto de la temporada.
Hace dos ediciones, el Barca ganó el título con un recital (3-1) y luego se llevó el torneo liguero, una situación que se replicó el pasado año con el Real Madrid y la exhibición de Vinícius con su triplete (4-1), aderezada además con la Liga de Campeones.