Surgió como un proyecto dentro de la Unión Soviética para conocer la composición de la Tierra
Durante décadas, la curiosidad humana ha impulsado a científicos e investigadores a explorar los misterios del interior de la Tierra. Comprender qué se oculta bajo nuestros pies no es solo una cuestión de fascinación, sino también de obtener una visión más clara del planeta que habitamos, informa el diario La Razón.
Con el avance de la tecnología, la comunidad cienífica ha reforzado su interés por desentrañar los secretos geológicos que guardan las capas más profundas de la Tierra. Esta búsqueda no pasó desapercibida para los científicos de la antigua Unión Soviética, quienes, durante la Guerra Fría, se embarcaron en el ambicioso proyecto de perforar el pozo más profundo del mundo, conocido actualmente como el Pozo de Kola.
El Pozo de Kola debe su nombre a la península donde fue excavado, ubicada al norte de Rusia, en el Círculo Polar Ártico. La perforación comenzó el 24 de mayo de 1970, con el objetivo principal de estudiar la litosfera, la capa más superficial y sólida de la Tierra, para conocer su composición y evolución.
Después de casi 20 años de trabajo, los científicos soviéticos lograron perforar hasta una profundidad récord de 12,262 metros.
El objetivo inicial era alcanzar los 15,000 metros dentro de la corteza terrestre, pero en 1989 los trabajos fueron suspendidos, lo que generó numerosas especulaciones sobre lo que pudieron haber descubierto y las razones de la interrupción del proyecto.
La explicación más lógica apunta a las altas temperaturas en el interior de la Tierra, mucho más elevadas de lo previsto, habrían dificultado enormemente la continuación de la perforación.
En el punto más profundo alcanzado, la temperatura superaba los 185 ºC, lo que complicaba los avances. A esto se sumaron los desafíos técnicos y la falta de financiación, factores que, según las autoridades soviéticas, contribuyeron al abrupto cese de la misión.
El portal Interesting Engineering ha dado a conocer algunos de los hallazgos más sorprendentes del Pozo de Kola. A unos seis kilómetros de profundidad, los investigadores lograron recuperar fósiles microscópicos de plancton con una antigüedad de aproximadamente 2,500 millones de años, convirtiéndolos en algunos de los fósiles más antiguos jamás descubiertos, lo que ofreció nuevos datos sobre la vida primitiva en la Tierra.
Otro descubrimiento relevante fue el hallazgo de grandes cantidades de hidrógeno mezclado con lodo, así como una composición inusual de las rocas a grandes profundidades, que resultaron ser menos densas de lo que se había previsto.
Tras la cancelación del proyecto, las instalaciones fueron abandonadas en 1992, y el pozo fue sellado en el 2008. Actualmente, la única evidencia tangible de su existencia es una tapa metálica oxidada de pequeño tamaño, que permanece como un testigo mudo de uno de los esfuerzos más ambiciosos de la ciencia geológica.