Cárteles mexicanos y colombianos manejan un silencioso ejército de trabajadores y funcionarios corruptos que distribuyen la droga a todo el planeta
Los carteles colombianos y mexicanos controlan el negocio del tráfico de drogas en Panamá. Han convertido al istmo en un corredor clave, una autopista para mover cocaína hacia Estados Unidos, Europa, Asia y África, según un reciente reportaje del diario español La Razón.
Usan todo lo que está a su alcance: El Canal de Panamá, los puertos marítimos, las zonas francas y hasta el ferrocarril interoceánico. Si hay una conexión, ellos ya la tienen bajo su radar.
De acuerdo a la edición del pasado 17 de marzo, El País informa que las organizaciones criminales han expandido su acción en las diferentes terminales portuarias hasta convertirse en amos de yardas y rutas. A su vez, han instalado sus brazos operativos en otros continentes para garantizar el flujo de la mercancía.
Junto con Asia, Europa ha emergido como un nuevo destino de consumo para las organizaciones criminales que operan en Panamá.

En la presente administración, la Autoridad Nacional de Aduanas ha detectado varios grupos dedicados a actividades irregulares y actos de corrupción que operaban internamente, según informó un jefe de recinto de esta institución que pidió no ser identificado.
En el 2024, se incautaron más de 117 toneladas de droga en Panamá, principalmente cocaína. Más del 10% de los decomisos de drogas anuales suceden en los puertos. El año pasado, se hallaron 15,375 paquetes como resultado de 44 operativos.
De esos, más de 8,000 kilos de droga se hallaron en contenedores con productos de exportación que tenían como origen Panamá y destino países como Italia, Francia, Uruguay, Bélgica, Países Bajos, Portugal, El Salvador e India, según registros de la Autoridad de Aduana.
La droga iba escondida en sacos de carbón, piñas, en el doble fondo del articulado, muebles de metal y aparatos electrónicos.
El resto de la cocaína incautada, 7,243 kilos que debían hacer trasbordo en Panamá, provenía de Latinoamérica, y tenían principalmente como destino final Europa, además de Australia e India. En estos cargamentos, la sustancia iba enmascarada en comida, equipo pesado, chatarra y muebles.

A pesar de que la mayoría de los puertos cuentan con estrictos protocolos de seguridad, entre los que destacan cámaras de alta resolución instaladas en los patios, muchas veces captan siluetas, autos que recorren las yardas donde están ubicados los contenedores, movimientos que pueden confundirse con rutinas de trabajo. Esto dificulta la labor de los fiscales para probar las acusaciones.
En pocos minutos, los grupos criminales son capaces de introducir maletas con droga en un contenedor. Lo hacen pocas horas antes de que zarpe el barco, lo que recorta el tiempo de actuación de las autoridades.
Mientras las fiscalías, carentes de recursos tecnológicos, encuentran dificultades para comprobar los hechos y debilidad en los órganos judiciales, a los administradores de los puertos les resulta difícil depurar la planilla de los colaboradores que sospechan que están implicados por las protecciones laborales que reciben de los sindicatos.
La expansión de los grupos criminales los llevó a establecer sus propios enlaces en Europa a través de connacionales que escapan de las autoridades panameñas y supervisan la llegada y distribución de los cargamentos. “Son brazos extendidos para manejar la recepción de la carga, el blanqueo de capitales y la logística”, asegura el ministro de Seguridad, Frank Ábrego.
La presencia de los panameños en Europa significa “controlar la cadena completa de la droga, desde que entra a Panamá hasta que llega al destino, lo que se traduce en estructuras complejas”, explica el exprocurador de la Nación Javier Caraballo.

Solo el 10% de los 8 millones de contenedores que pasan por Panamá al año se inspeccionan. Barsallo estima que en cada puerto examinan de 10 a 12 contenedores por día.
En Aduanas, perfilan contenedores sospechosos mediante un análisis de datos que recibe el puerto 48 horas antes del arribo de los barcos. Ese tiempo permite a las autoridades analizar los datos y valorar la necesidad de una inspección intrusiva o por escáner, pero también da a los traficantes la ventaja de conocer la ruta del contenedor con antelación. Estos, por su parte, han ido cambiando las tácticas para ocultar la droga.
Los puertos panameños son puntos clave en una inmensa red, una tela de araña que conecta con 160 países.
La presencia de grupos criminales dentro de los puertos ha desencadenado una feroz competencia por el control de las yardas, las zonas del puerto destinadas al almacenamiento y manejo de contenedores.
Entre el 2019 y el 2023, las fuerzas de seguridad panameñas decomisaron más de 534 toneladas de droga y efectuaron 249 operativos antidrogas en puertos en los que se hicieron de 110 toneladas procedentes de varios países, incluyendo Guatemala, Ecuador, Colombia, Estados Unidos, Bélgica y Perú, de acuerdo a la Memoria 2023 publicada por el Ministerio de Seguridad.
La incautación de drogas no es tarea de los operadores portuarios. Los puertos buscan mover la mayor cantidad de contenedores en el menor tiempo posible.
Mientras las organizaciones criminales se adaptan y expanden su alcance, las instituciones luchan por mantenerse al ritmo de una maquinaria delictiva que no conoce fronteras.
Panamá no es solo un punto de tránsito: Es una pieza clave en una red global que mueve miles de millones de dólares y desafía constantemente a las autoridades. Es una carrera constante en la que, por el momento, los grupos criminales parecen haber tomado la ventaja.